Un resumen de las obras Juvenilia de Miguel Cané

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Te invitamos a conocer en el siguiente artículo un interesante resumen de las obras Juvenilia, una de las obras más emblemáticas de Miguel Cané en la cual narra parte de su experiencia en el Colegio Nacional de Buenos Aires tras la muerte de su padre.

Resumen de las obras Juvenilia

Resumen de las obras Juvenilia

En nuestro artículo de hoy vamos a estar aprendiendo un poco más acerca de una de las obras de Miguel Cané más emblemáticas y reconocidas de todos los tiempos como lo es el resumen de las obras Juvenilia, donde podemos encontrar conmovedoras narraciones y una historia que atrapa a todo aquel que lee la obra literaria. El impulso que originó esta pequeña obra maestra, fue la nostálgica memoria de la adolescente transcurrida en el Colegio Nacional de Buenos Aires.

El resumen Juvenilia se podría decir que es un libro enfocado en los recuerdos estudiantiles del escritor y político argentino Miguel Cané el cual fue publicado en la década de 1884. En este libro su autor relata las andanzas que tuvo como estudiante junto a un grupo de jóvenes que era sus compañeros en el Colegio Nacional de Buenos Aires recién fundado sobre el antiguo seminario de los jesuitas.

En este interesante artículo te mostraremos un resumen de los capítulos más emblemáticos de este fascinante libro de Cané, obra que además cuenta con una producción cinematográfica que se publicó en 1943 y titulada Juvenilia, basada e el libro y bajo la dirección de Augusto César.

El título de la obra

Antes de entrar directamente con el resumen, es importante aclarar un poco el significado de este libro de Cané. Se podría decir que se trata de una obra enmarcada en su propia historia de viva y cada una de las vivencias que tuvo dentro del Colegio Nacional de Buenos Aires. El título de la obra proviene del adjetivo juveniles-juvenile, que significa “propio de la juventud o de los jóvenes” y podría traducirse como “cosas de la juventud”.

Estructura

El libro “Obras Juvenilia” está estructurado de la siguiente manera: Una introducción y treinta y seis capítulos en que los que su autor va relatando cada episodio vivido durante su paso por el Colegio Nacional de Buenos Aires entre su niñez-adolescencia. El objetivo de este libro es revivir cada experiencia dentro de la institución. El autor reconoce que fue escrito sin un plan previo, guiado sólo por la remembranza.

Resumen de las obras Juvenilia

Resulta importante aclarar que Juvenilia no está considerada como una novela debido a que no encontramos e ella continuidad argumental ni una auténtica autobiografía, pues no siempre prevalece el “yo” sino también el “nosotros”, la vida estudiantil. El narrador la llama “recuerdos infantiles”, “memoria de mi infancia”, “charla”, “cuadros” del pasado.

Capítulo 1: Llegada – El Nuevo – El despertar

La llegada de Miguel Cané a las instalaciones del Colegio Nacional de Buenos Aires se dio después de transcurridos tres meses del fallecimiento físico de su padre, específicamente cuando terminaron los funerales. El entonces joven pidió ingresar a la institución educativa debido a que no soportaba la tristeza por la muerte de su progenitor, además que estaba agobiado por el estado anímico de su madre quien cayó en una profunda tristeza y llano.

El Colegio Nacional de Buenos Aires estaba recién inaugurado y la presidencia del mismo estaba bajo la dirección de Mitre, sobre el antiguo seminario, y a pesar de que se perfiló como un colegio de avanzada, el primero de América Latina, fue muchos años después que logró alcanzar su mejor estatuto, específicamente cuando Amadeo Jacques tomó las riendas de la institución como director.

La historia nos indica que antes de Amadeo, el Colegio Nacional de Buenos Aires fue dirigido por el Doctor Agüero, con el cual Cané no estaba de acuerdo en cuanto a la ideología, recordemos que Cané pertenece a una generación que amaba el liberalismo francés. A esta escuela pertenecía Jacques, que había nacido en Francia pero había llegado a Argentina hasta que fue convocado para dirigir el colegio.

En el libro, Miguel Cané relata que los primeros años dentro de la institución educativa fueron realmente complicados, especialmente porque no estaba acostumbrado a tanto encierro. Su desesperación fue tanta que llamó a este colegio como “prisión” y añoraba sus días de libertad, de despertarse más tarde, la comida de su casa, en fin extrañaba toda su anterior vida.

Pero Cané también llegó a llamar a este colegio como “nido”, es decir un lugar desde el cual comenzó a crecer y que lo albergó en sus peores momentos de su vida. En el libro narra que hubo dos cosas que le fueron difícil de superar, una de ellas fue el despertar y otra la comida.

El momento de despertar cada mañana era propiciado mediante la campana que tocaba el portero a las cinco de la mañana de cada día.

En invierno la campana era tocada a las seis de la mañana. El autor admite que en muchas oportunidades él y sus compañeros subieron a la parra y a la reja para cortarle la cuerda, sin embargo eso no impidió que los despertará a esa hora, por dos razones: Estaban muy cerca del Cabildo y además porque el portero tenía un reloj que funcionaba bien.

Entonces entraba con una campana de mano que hacía sonar en el oído de sus enemigos, entre los que estaba Cané. Una vez que despertaban, procedían a formarse en fila en el claustro largo y glacial (helado) y rezaban un padrenuestro y después iban a lavarse. El portero los despertaba y el celador los hacía formar nuevamente.

Él y sus compañeros de clase inventaron muchos métodos para no levantarse tan temprano, por ejemplo uno de estos recursos lo había visto en la plaza, debajo de los ejes de una carreta colgaba un pedazo de cuero con un niño dormido adentro, entre la carreta y el suelo.

Hizo lo mismo en su cama con una manta: La agarró por debajo del colchón a las cuatro puntas de la cama y cuando fue la hora de despertar, se deslizó hasta allí y tapó el invento con la colcha.

Narra que en un primer momento este método le funcionó muy bien, sin embargo a los pocos días todos sus compañeros comenzaron a hacer lo mismo y cuando llegó el celador no había nadie en las camas ni formado. El celador se dirigió hasta la cama de Cané y descubrió lo que él y los demás estaban haciendo para no levantarse.

Capítulo dos: La comida

La comida también representó una tormenta difícil de superar para Cané. En el resumen de las obras Juvenilia, él comenta parte de su experiencia en este aspecto. Mientras comían en silencia, otro alumno leía la vida de un santo o de un héroe de la historia de su país natal, Argentina, y los grandes eran los que se encargaban de servir la comida al resto de compañeros.

Entre los que servían la comida, el autor menciona a Eyzaguirre, al que vuelve a mencionar varias veces en su obra. Explica que el primer plato que comían era un caldo incoloro, siempre igual, en el que flotaban algunos pálidos fideos, de los que le tocaron tres en total en un mes. Después de eso servían un sábalo o pescado que no era fresco, después carnero cortado en pedazos y nadando en un líquido marrón y luego un asado de tira cubierto por una capa de venas imposible de morder.

Así era la comida que tenían que “disfrutar” todos los días. En el colegio cuenta que también le daban un postre que era arroz con leche. Dice que era sólido y que si daban vuelta la fuente se caía al piso sin dispersarse, guardando la forma del recipiente. También le daban orejones de color marrón, crujientes y duros, nada que ver con los orejones que todo el mundo conoce que son de color naranja y suaves. Luego de terminar de comer iban a hacer gimnasia para la digestión.

Capítulo 3: Las novelas

En esta parte de su libro, el autor Miguel Cané continúa narrando la terrible experiencia que fue estudiar los primeros meses en este colegio argentino. Asegura que se encontraba muy triste y cada día le suplicaba a su madre que lo sacara de ese lugar, sin embargo ella solo miraba llorando sin contestarle nada al respecto.

En una de esas tantas noches de soledad y tristeza, Cané comenzó a buscar cosas en el colegio y se encontró con una novela, la misma era Los Tres Mosqueteros del escritor de origen francés Alejandro Dumas. Comenta que haber hallado ese libro representó para él su salvación ya que después de allí se convirtió en un lector incansable de novelas de autores franceses, llegando a quedarse despierto hasta terminarlas o quedándose sin salir al recreo.

Cada vez que hablaba con su mamá le solicitaba que le llevase más y más novelas y también en las salidas de los domingos los parientes que tenían biblioteca solían prestarles libros a Cané. No obstante aquella afición provocó que tuviera que hacer el doble de esfuerzo para poder estudiar o leer un libro que no fuera una novela, ya que le costaba muchísimo.

Capítulo 4: Benito Neto

A lo largo de su libro, Cané comenta que durante todo un año solía escaparse del colegio junto a otros compañeros con la intención de ir a los bailes de los suburbios o a los cafés del pueblo, y que para eso tenían que utilizar alguna de las tres posibles vías que habían en el lugar para escapar sin ser descubierto por las autoridades de la institución.

Una de estas vías era la portería, que se comunicaba con el atrio de San Ignacio, donde había una puerta abierta hasta tarde, pero tenían que sobornar al portero o recurrir a la fuerza para que los dejara salir del lugar. Otra vía era la despensa, que tenía una puerta a la calle Moreno y por último el portón de la calle Bolívar, que no llegaba hasta el suelo, y aunque tenían una reja de puntas filosas pasaban por debajo sacándose previamente el jacquet que era el único que tenían.

Pero, ¿Quién era Benito Neto? Cané explica en el resumen de las obras Juvenilia que Benito Neto se trataba de un estudiante, que no saben cómo, tenía una llave del portón, y entonces recurrían a él para poder salir. Nunca la prestaba, ni la alquilaba ni la vendía, pero la única condición para abrir el portón era que lo dejaran sumarse a la escapada, aunque fuera el velatorio de una tía de alguno al que no le habían dado permiso para salir.

Cané describe a este estudiante de nombre Benito Neto como un bohemio, es decir una persona indisciplinada que no acepta las leyes, con gran corazón pero muy haragán, dormilón, can cabeza grande y mucho pero mucho pelo.

Capítulo 5: El peluquero

En su libro, Cané relata cómo fueron algunas de las tremenduras que solían realizar en la época de carnaval, que esperaban a la gente que pasaba con las manos llenas de harina, carmín (rojo) y azul, mientras uno lo atacaba el otro le llenaba la cara con blanco, rojo y azul, y entonces el paseante se enfureció, y si había trompadas, los más grandes eran los que se peleaban.

Narra que una de las víctimas fue un peluquero francés que tenía su peluquería justo al frente del colegio. Éste hombre no le tenía agrado a los alumnos debido a que no le compraban nunca nada. En una oportunidad fue atacado por Cané y Eyzaguirre, y se enojó tanto que quiso ir a quejarse con el Rector Dr. Agüero, sin embargo otro estudiante se adelantó y le mintió al rector diciéndole que el peluquero le había pegado a uno de ellos y Eyzaguirre lo había defendido.

El Dr. Agüero, que siempre defendía a los alumnos y que los creía “angelitos” se molestó mucho con aquel hombre peluquero y lo amenazó con denunciarlo ante las autoridades policiales.

Capítulo 6: El Dr. Agüero

Durante el paso del Dr. Agüero por la dirección del Colegio Nacional de Buenos Aires los estudiantes solían tener la costumbre de quedarse haciéndole compañía por la noche, tomando en cuenta que él dormía sentado en un sillón de respaldo alto, y le gustaba dormirse de a poco, mientras un alumno le leía la vida de un santo de un libro de tapas verdes.

Justamente en la página 101 del libro de tapas verdes, el Dr. Había colocado un billete de $20, y todas las mañanas revisaba que estuviera allí, y como nunca nadie lo tocaba, estaba orgulloso de sus alumnos quienes eran incapaces de robarle el dinero. En una ocasión, cuando eran las cinco de la mañana, el alumno que lo cuidaba pasada al salón de al lado y le cebaba mate hasta las siete.

En agradecimiento a esto, siempre le decía al Rector al alumno que buscara en el armario un plato donde dejaba una galletita americana y un damasco, que había que comer la primera despacio y recién después el damasco. Cuentan que se trataba de un hombre anciano, de alma buena, pura y cariñosa. Pero que bajo su rectorado el Colegio estaba desorganizado. Poco después de ser separado de su cargo de rector, reemplazado por Amadeo Jacques, murió.

Capítulo 7: Amadeo Jacques

En este capítulo del resumen de las obras Juvenilia, Cané habla un poco acerca de Amadeo Jacques, director que sustituyó al anterior Rector del colegio, el Dr. Agüero. Era considerado como un hombre bastante sabio, al punto de ser descrito como el hombre más sabio que pisó suelo argentino. Físicamente se podría decir que Amadeo Jacques era muy alto, corpulento, calvo, no tenía patilla, labios correctos pero algo “sensuales”

Poseía un carácter muy fuerte y duro, sin embargo era un hombre muy inteligente y preparado, se le iba la mano con frecuencia, pero era al único que se lo toleraban, llegaba a veces hasta el enfrentamiento físico como dándole una trompada a un profesor que antes había abofeteado a un estudiante, y a luchar a golpes y patadas con el alumno Corrales.

Amadeo Jacques se encarga de dirigir una revista que se llamaba “La libertad de Pensar”. Era un hombre sabio en cuanto a la física, se había casado y había trabajando en veinte oficios distintos, llegando hasta a fabricar pan. Cané destaca que era un liberal, libre pensador y coincide con las ideas filosóficas del nuevo director Jacques llevándolo a considerar como su “querido maestro”.

Jacques amaba la puntualidad, tomando en cuenta que su casa se encontraba a solo dos cuadras del Colegio. Siempre llegaba a las nueve de la mañana y una de las primeras cosas que hacía apenas llegaba era observar si algún profesor había faltado para entonces él suplantarlo y dar la clase. Lo vio dar todo tipo de materias, desde física a filosofía, matemáticas, latín, menos inglés.

Capítulo 9: Sigue con Jacques

Cuenta que Mitre, fundador del Colegio Nacional de Buenos Aires, lo llamó para dirigir la institución, y que su influencia en seguida se hizo sentir entre los alumnos. Este hombre se caracterizaba por ser bastante exigente en todo, y consideraba que los jóvenes argentinos eran más inteligentes y capacitados que los franceses y por eso podían aprender con menos esfuerzo, por eso elaboró un programa de estudios muy largo.

Jacques, la mayoría de las veces, iba vestido de color negro y grandes cuellos abiertos. Todo era luminoso para él. Un punto en contra quizás para él era que tenía un carácter irascible, llegando a admitir en varias oportunidades “No puedo con mi temperamento”. Nunca nadie en el colegio se rebeló contra Jacques, aunque tenían ganas a veces después de una larga discusión. Muchos decían “Si no fuera Jacques… ¡pero era Jacques!

Capítulo 10: La expulsión

En el libro Cané nos cuenta que en el Colegio Nacional de Buenos Aires había un vicerrector de nombre Torres a quien él y sus demás compañeros no le tenía mucho cariño. Aseguran que habían dos cosas que le molestaban de Torres, una de ellas era su tiranía y la otra la mala comida. En una ocasión armaron una pequeña revolución, quejándose de él.

Torres mandó a llamar a Cané pero éste se negó en ir, y en lugar de ello, se lanzó un discurso que siguieron otros, llamando a los demás a levantarse en contra de la tiranía y hablando de la revolución francesa y el libre pensamiento. Rápidamente el vicerrector Torres corrió a contarle lo que estaba ocurriendo a Jacques y éste se presentó con gran estruendo en el claustro, insultado y haciendo mucho ruido. Tomó del brazo a Cané y lo llevó a la fuerza a la sala del vicerrector hasta después ser expulsado.

Una vez fue expulsado del colegio, Cané narra que se encontraba sin dinero y solo a las afueras de la institución sin olvidar que era de noche. Ya estaba dispuesto a pasar lo que restaba de noche en la Plaza Victoria, hoy en día Plaza de Mayo, pero en ese momento se encontró con el entonces Presidente, Marcos Paz, que lo conocía y lo llevó a pasar la noche en su casa.

La mamá de Cané se enteró de lo sucedido y procedió a comunicarse con el director Jacques quien accedió a darle una nueva oportunidad al joven, quien debía presentar un examen y dependiendo de cómo saliera en dicho examen, podía volver al colegio. Cané pudo sacar las mejores calificaciones en la evaluación y por lo tanto pudo regresar al internado una vez más.

Capítulo 11: Los cigarrillos

Había una cosa que molestaba mucho al director del Colegio Nacional de Buenos Aires y era ver a los estudiantes distraerse en plena clase, bien sea por dormirse o por leer novelas. Jacques tenía la costumbre de dar sus clases con una gran tiza en la mano que limpiaba contra la levita, e iba armando cigarrillos con papel y tabaco que ponía sobre su escritorio, pero al buscar el fósforo, se olvidaba que había hecho el cigarrillo y hacía otro.

Así iba hasta que se le terminaba por completo el papel o el tabaco. Aunque sobre su escritorio había una gran fila de cigarrillos recién armados, le pedía a algún alumno que le convidara uno, y le daban sin chistar. Hablaba muy rápido entonces no lo podían seguir en el dictado, por eso Cané y otros compañeros habían inventado un sistema de escritura con símbolos, pero un día lo descubrió y le tiró a Cané su manuscrito por la cabeza.

Capítulo 12: Corrales

Dentro del salón de clases de Cané había un compañero de él que se llamaba Corrales. Era un alumno bastante travieso, mal estudiante, que nunca entendía nada de lo que daban en la clase. Todo el tiempo se la pasaba inventando implementos para robar uvas, gracioso en la charla, pero incapaz para estudiar y salir bien.

Este alumno se caracterizaba por siempre crear trampas, había inventado una para robarse las botellas de vino del patio de la iglesia de San Ignacio. Él sabía muy bien cómo escapar de los peligros y de las amenazas, incluso esquivar los golpes corriendo rápidamente por todo el salón. En una oportunidad se encontraba distraído en la clase de Jacques.

En esa clase Jacques estaba explicando que los tres ángulos interiores de un triángulo equivalen a dos rectos, y cuando lo restó a él y a un amigo que estaban en otra cosa, le dijo “cuánto valen los dos?” refiriendo a los dos alumnos, y Corrales le respondió, intentando hacerse el que prestaba atención “dos rectos”. Su respuesta causó mucha molestia en Jacques quien se le fue encima.

Sin embargo, éste no lo podía tocar porque cantaba maravillosamente, hasta que se dio cuenta que no sabía canchar con las piernas, le pegó una patada a las piernas provocando que Corrales se arrodillara en un banco, y entonces, dado que no había nadie más sobre el banco, le dio una patada y voló por el aire, y cuando cayó lo tomó por el cuello y le dio un solo bofetón.

Capítulo 13: No salieron al recreo – Las clases de Jacques

A simple vista es posible notar el fuerte carácter que tenía Jacques, sin embargo Cané en su libro cuenta que cuando éste estaba de buen humor, sus clases eran de otro nivel, tanto así que un día prefirieron no salir al recreo en una clase donde daba la composición del aire atmosférico, porque estaban encantados con Jacques, y un alumno disimuladamente cerró la puerta para que no entrara el ruido de afuera y así continuaron en clase media hora más.

Cuenta Cané que en muchas oportunidades a Jacques se le olvidaba y les hablaba en francés, idioma que todos entendía muy bien en el salón. Les dio para estudiar un manual con el que estaba completamente en desacuerdo: “el día que escriba mi filosofía comenzaré por quemar ese manual”. Dice que adoraban a Jacques, a pesar de su carácter, no faltaban nunca a sus clases y se siente orgulloso de haber sido su discípulo.

Capítulo 14: La muerte de Jacques

Como todos los días los alumnos se preparaban para recibir la clase de parte de Jacques pero ya había pasado mucho tiempo y él no llegaba, algo que resultaba curioso porque siempre era el primero en llegar al colegio. Sorprendidos por eso, uno de los alumnos, Fidanza, dio un grito cuando se enteró que Jacques había muerto. Todos corrieron a la portería y se enteraron de la noticia, Fidanza repetía como un zombie que se había muerto, no lo podían creer.

Sin autorización, los alumnos se marcharon hasta la casa, donde lo encontraron vestido sobre la cama, ya que la muerte lo había sorprendido al llegar a su casa a la madrugada, después de una noche agitada, y había muerto vestido.

Lo velaron, y luego llevaron el cajón a pulso hasta su tumba. Entre todos juntaron dinero y le hicieron un monumento en su tumba en el cementerio de la Recoleta, y Cané siempre pasaba a visitar su tumba cuando iba a ver la de sus seres queridos.

Capítulo 21: La epidemia en la enfermería

Con la intención de pasarla mejor, dado que conversaban de cama a cama, estaban más calentitos y tenían mejor comida, durante una época muchos se hacían pasar por enfermos, tanto que parecía una epidemia indefinida. Los síntomas eran terribles dolores de cabeza y de estómago (era todo mentira).

El Dr. Se llamaba Quinche, pero el que estaba a cargo era un enfermero italiano cuyo nombre no recuerda Cané, pero sí cómo era. Asegura que era muy poco inteligente, y que se endurecía más frente al Dr. Físicamente era delgado pero con la barriga grande (cuenta que estando en Arica tuvo una fuerte discusión durante días con el luego presidente Sáenz Peña acerca de un general). Tenía mucho pelo, no se podía calcular su edad.

Capítulo 22: El enfermero

De acuerdo a la descripción que hace Cané del enfermero, éste era muy peludo, de frete estrecha, cejas unidas, cuerpo flaco pero vientre enorme, y también pies enormes, tanto que tenía que mandarse a fabricar las alpargatas porque no había a su medida. Cree Cané que sirvió como soldado para Garibaldi en el sitio de Montevideo, porque cuando trabajó como portero y alguien cortaba la cuerda de la campana, los despertaba con una tonada en italiano.

El entonces vicerrector de la institución le prohibió continuar con el canto, pero cuando fue enfermero y se reunía a comer y tomar vino que entraba de contrabando en la enfermería, cantaba despacito la tonada. Finalmente, lo echaron porque un día entendió mal una orden del médico y había frotado una herida con jarabe que le tenía que haber dado a un enfermo, y el médico se cansó y pidió que se lo llevaran, entonces pasó a ser sirviente de comedor.

Después de eso, al poco tiempo Torres y el Dr. Quinche se encargaron que terminara la epidemia, poniendo a los supuestos enfermos a dieta absoluta y controlando que no hubiera contrabando.

Recursos:

1: Galicismos: Cané, como el resto de los escritores surgidos durante la generación del 80, sentía una gran pasión y amor hacia la literatura francesa, por esa razón es que se caracteriza por usar muchas palabras y referencias en francés en sus libros, además de una gramática particular que es traducción del francés, y que en castellano estaría mal redactada.

2: Humor: También se realizan algunas comparaciones de carácter humorístico, tales  como llamar al reloj “tacómetro”.

Biografía

En esta parte de nuestro artículo vamos a conocer brevemente parte de la historia de vida del escritor de las obras Juvenilia como lo es Miguel Cané. Este afamado escritor nació un 27 de enero del año 1851. Es hijo de Miguel Cané y Eufemia Casares, es el segundo hijo del matrimonio entre ambos. De su padre se podría decir que heredó la admiración por Europa y la vocación por escribir.

En la década de 1863 recibe la terrible noticia del fallecimiento de su padre y a los tres meses de ese suceso logra ingresar al recién fundado Colegio Nacional de Buenos Aires.

Dos presencias que lo entusiasman moldean su personalidad, el profesor y luego rector del colegio, Amadeo Jacques y los folletines. Se cree que fue Jacques quien descubrió las modernas corrientes del pensamiento, sobretodo el positivismo y en los segundos da los primeros pasos de lector incansable y acucioso.

Años después Cané descubre que siente una interesante pasión por la música, el ateísmo y la vocación periodística. El periodismo precisamente dio sencillez y espontaneidad a su prosa y fomentó su curiosidad abierta a todo. Al igual que ocurrió con otros escritores de la época, el periodismo lo preparó para convertirse en poco tiempo en el cronista de su generación, de su país y de sí mismo.

Cuando contaba con apenas 17 años de edad, comienza su formación como abogado y pasa a ser redactor de La Tribuna lo que le brinda la posibilidad en febrero de 1870 de acompañar a su respetado y admirado presidente Sarmiento a Entre Ríos para entrevistarse con Urquiza. Poco tiempo después se anima a ir a conocer el continente europeo “el centro cultural soñado, mezcla de club, museo y sala de música”.

En la década de 1873 se encarga de dirigir El Nacional que apoya a la candidatura de Avellaneda. Con el triunfo de éste comienza su segundo viaje a Europa, a su regreso contrajo matrimonio con Sara Beláustegui y se convierte en diputado provincial. En 1876 ocupa una banca en el Congreso Nacional. En la década de 1876 edita sus Ensayos.

Ese mismo año recibe la bendición de ver nacer a su primer hijo y además obtiene por fin su título de abogado. Luego asume la representación diplomática ante los gobiernos de Colombia y Venezuela, cargo en el que duró por más de dos años continuos. Como resultado de esa salida del país surgió su afamado libro El Viaje, una de sus obras más reconocidas de su historia.

Luego de eso ocupó otros importantes cargos públicos, entre ellos, la Intendencia de Buenos Aires, el Ministerio de Relaciones Exteriores y Ministro Argentino en la ciudad de París. Cané murió en la ciudad de Buenos Aires en el año 1905. Aún sigue siendo recordado por todos los amantes de la literatura y es considerado por algunos historiadores de la literatura como el escritor más representativo de la generación del 80.

Obras

Cuando aún no cumplía ni siquiera sus 20 años, Cané logró realizar la publicación en La Tribuna de la sección que titula Párrafos. Páginas breves, fragmentos casi. Esta denominación inicial incluye toda la prosa de Cané. Casi la mayoría de sus obras son colección de artículos periodísticos nacidos en el hecho mismo que los provocó.

Cuando acusan tal origen – En viaje, Juvenilia – el mismo autor se complace en llamarlos apuntes, “charlas descosidas” nacidas sin plan previo “de una sucesión de cuadros tomados en el momento de reflejarse en mi espíritu por la impresión”. Sus páginas surgidas espontáneamente, “sin plan y sin medida”; sin reelaboración, deben entenderse como una charla amable entre el escritor y el lector.

Es cierto que Cané no logró escribir para las muchedumbres como sus admirados Dickens y Shakespeare, no restringe su auditorio sino que lo amplía e incluye al lector culto porteño. Una de sus obras más emblemáticas y recordadas aún en la actualidad es precisamente el resumen de las obras Juvenilia, su clásica escritura donde logró atrapar la mirada de millones de lectores alrededor de todo el mundo.

Argumento

Hablemos en esta parte de nuestro artículo un poco acerca del argumento de esta interesante obra escrita por Cané. Como sabemos, un poco después del fallecimiento de su padre, este escritor comienza a cursar estudios dentro del Colegio Nacional de Buenos Aires. Su ingreso a esta institución representó un fuerte golpe para su vida debido a que se veía sometido a una severa disciplina.

Tenía que levantarse muy temprano, comer alimentos que resultaban pocos agradables para él, entre otras tantas cosas que tuvo que enfrentar durante su proceso de adaptación. Así transcurren los primeros capítulos de este gran libro. En los capítulos siguientes, Cané se enfoca más que todo en relatar cómo fueron sus travesuras y rencillas que ocurrían a diario entre los estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires.

Una indiscutible figura surge en medio de todo su relato y se trata de su querido y respetado profesor Amadeo Jacques, con quién sentía una gran empatía. Después de varios años, Cané regresa al Colegio Nacional de Buenos Aires ahora como docente y los recuerdos juveniles impregnan su corazón de suave melancolía con cada una de las vivencias allí vividas junto con sus recordados compañeros. A continuación le dejamos algunos enlaces de su interés:

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