Resumen de El amor en los tiempos del cólera, el libro

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El amor en los tiempos del cólera es una novela que, como su nombre lo indica, habla sobre el amor. Pero en esta oportunidad su autor, Gabriel García Márquez, nos hace ver que el amor tiene inimaginables caras y nos lleva a preguntarnos ¿Qué es realmente el amor? Sigue leyendo y conoce más de esta hermosa historia.

El amor en los tiempos del cólera

Resumen del libro El amor en los tiempos del cólera

«Florentino Ariza, en cambio, no había dejado de pensar en ella un solo instante después de que Fermina Daza lo rechazó sin apelación después de unos amores largos y contrariados, y habían transcurrido desde entonces cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días.» Aquí radica la esencia de la historia de El amor en los tiempos del cólera, cuyo resumen presentamos a continuación.

El día que el refugiado de guerra de origen antillano Jeremiah de Saint-Amour se suicida inhalando un sahumerio de cianuro de oro, el doctor Juvenal Urbino debe atender su caso, que creía perdido desde antes. En muchos años, ese era el primer suicidio que no fue a causa del amor. Jeremiah muere junto a su perro quien decidió permanecer junto a él esperando la muerte, aunque el hombre haya soltado su correa.

Jeremiah dejó una carta dirigida al doctor Urbino, en la que le confiesa verdades que lo exaltan de tal manera que hacen que por primera vez pierda la misa de Pentecostés. Visita a la amante secreta del suicida, quien le manifiesta que conocía todos los detalles de la muerte de su hombre y que asistió silente durante los días previos al fatal acontecimiento.

Contrariado por todo lo ocurrido, el doctor Urbino vuelve a su casa y, al llegar, encuentra a toda la servidumbre escandalizada, tratando de atrapar al loro que se había escapado. La particularidad de este animal radicaba en que hablaba en castellano, francés y latín -idiomas estos que le fueron enseñados con toda la paciencia por el doctor-, además de saber groserías y consignas revolucionarias que gritaba a tiempo y a destiempo.

Pero el doctor Urbino estaba distraído con otras preocupaciones: ciertamente, no era el primer muerto que veía en su vida, pero este tuvo tal significación para él que lo llevó a reflexionar sobre ciertos aspectos de su vida y de su matrimonio. Era la primera vez que veía a la muerte a la cara y la muerte lo estaba mirando.

El amor en los tiempos del cólera

El doctor Urbino le cuenta a su esposa, Fermina Daza, la confesión hecha por el fallecido, quien le da a conocer su verdadera identidad y su oscuro pasado como expresidiario y exguerrillero. La mujer se muestra impasible ante lo que escuchaba y le hizo ver a su esposo que le estaba dando más importancia de la que tenía. Fermina no oculta su indiferencia ante la muerte de aquel hombre que nunca le inspiró confianza y se sorprender por la indignación de su esposo.

Horas después, el doctor Urbino junto a su esposa compartían en una gran celebración las bodas de plata profesionales de su pupilo, el doctor Lácides Olivilla. Es el acontecimiento social del año, que reunió a las más importantes personalidades del país; pero el evento fue alterado por un chubasco lo que ocasionó un caos tal que hizo que Juvenal Urbino olvidara todo el asunto de su amigo suicida, cuya muerte y sus pormenores era ya de conocimiento público.

Cuando regresaron de la celebración, Fermina y Juvenal encontraron su casa vuelta un desastre, a causa de las labores que habían realizado los bomberos tratando de rescatar al loro escurridizo, mientras el animal reía y gritaba consignas de la revolución.

Pese a su desencanto por enterarse del pasado oscuro de su amigo, a quien consideró alguna vez un santo, decidió ir a su entierro al final de esa tarde. Como era su costumbre, resolvió realizar  una lectura y una breve siesta para luego cumplir con su compromiso. En esas estaba cuando notó que el loro lo miraba con atención.

Es cuando decide atraparlo el mismo: aprovecha una escalera que dejaron los bomberos y trepa al árbol de mango donde se encontraba el loro. Viendo que no alcanza al animal, se arriesga y sube un escalón más. En ese momento siente que la escalera desaparece de sus pies y, ante los gritos de una de sus sirvientas cae al piso.

En sus últimos instantes ve pasar frente a él toda su vida, sus logros y sus años de matrimonio junto a su esposa, quien al escuchar los gritos de la servidumbre y olvidando las limitaciones de su edad, corre sintiendo el mal presagio, hasta llegar al patio y encontrar a su amado esposo a las puertas de la muerte, cuyo último suspiro le alcanzó para decirle a Fermina cuanto la quiso.

Con un dolor y un vacío inconmesurables, Fermina Daza da muestras de su carácter y de su y temple: se negó a que el cadáver de su marido tan ilustre fuese velado fuera de casa y dio las instrucciones para que el velatorio se realizara sin contratiempos. Los invitados de la casa del doctor Olivilla, al enterarse de la repentina muerte, trasladaron su fiesta a la casa de los Urbino Daza.

Muchísimas fueron las personas que asistieron al velorio y no pocas personalidades notables, como el presidente de la Compañía Fluvial del Caribe, Florentino Ariza, quien desde el mismo momento que llegó se hizo cargo de todos los detalles del velatorio, sin que por ello le ocasiona malestar alguno a los deudos.

Florentino Ariza fue uno de los pocos que se mantuvo firme durante el torrencial aguacero que se desató en el cementerio durante el entierro, y fue el último en retirarse de la casa de la viuda del doctor Urbino, antes que esta cerrara la puerta para sufrir su duelo.  Fermina se acerca a Florentino para agradecer su compañía y este, impulsado por la gracia divina, le ratifica su amor incondicional, guardado por más de cincuenta años.

Llena de desprecio, de rabia y de dolor, Fermina sólo alcanzó a decirle ¡Lárgate! Una vez sola, Fermina Daza se encuentra cara a cara con su nueva realidad y llora amargamente hasta quedarse dormida. A la mañana siguiente se sorprende por haber amanecido pensando, no en su esposo muerto, sino en Florentino Ariza.

En un vuelco repentino, la historia retrocede casi sesenta años atrás y comienza a relatar la historia de los protagonistas y cómo, poco a poco, fueron entrelazándose entre sí hasta llegar a la muerte del doctor Urbino. Y así fue, habían pasado cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días desde que Florentino se enamoró perdidamente de Fermina y le juró amor eterno.

Florentino Ariza nació producto de un amor furtivo entre Tránsito Ariza y don Pío Loaiza, uno de los tres dueños de la Compañía Fluvial del Caribe, CFC. Pío falleció cuando Florentino tenía apenas diez años y, aunque no reconoció a su hijo bastardo, al morir lo dejó al encargo de sus hermanos.

El joven Florentino abandonó la escuela para trabajar en la agencia postal. Allí conoció a Lotario Thugut, un alemán telegrafista que además de enseñarle el oficio a Florentino, también lo instruyó en el arte de tocar violín, instrumento que dominó rápidamente. Pese a que era poco agraciado: flaco, miope, con el cabello engominado, más bien solitario y siempre estreñido, Florentino era el chico más popular entre las jóvenes de su época.

En ese tiempo, le tocó llevar un telegrama a casa de Lorenzo Daza, quien recientemente se había mudado a la ciudad y había comprado una casa en ruinas para reconstruirla y vivir allí junto con su hija. Fue entonces cuando conoció a Fermina. Al verla tuvo la impresión de que la joven estaba enseñando a leer a su madre, pero era en realidad su tía.

Fermina miró atentamente a aquel adolescente, cuyo aspecto le hacía ver como una persona desprotegida, y se conmovió al verlo. Ese intercambio de miradas despertó un sentimiento tan grande en Florentino, que nunca más pudo arrancarlo de su corazón. Desde  ese momento él se las ingenio para saber más sobre Fermina y su familia.

Lorenzo Daza recién había adquirido la costosa casa en ruinas, ubicada en la calle Los Evangelios. Vivía con su hermana, Escolástica, y su hija Fermina; la madre de la chica había muerto cuando esta estaba muy pequeña. Fermina estudiaba en un colegio de monjas de gran renombre social y siempre, siempre, iba acompañada de su tía.

Sin tener en cuenta los obstáculos, Florentino estaba decidido a conocer a aquella joven. Su madre, reconoció en él los primeros síntomas del amor y llegó a confundirlos con los síntomas del cólera. Por eso, cuando conoció los pormenores del idílico amor que sentía Florentino, le aconsejó que antes de conquistar a la chica, conquistara primero a la tía.

Por su parte, Fermina también supo el nombre de Florentino esa misma noche, cuando su padre habló del telegrama recibido y de lo novedoso que resultaba ser el telégrafo. Un día , mientras paseaba por el parque junto a su tía, Fermina se sorprendió al ver a aquel joven, quien simulaba leer un libro, pero que decididamente estaba allí solo para verla.

La tía Escolástica, mujer solterona que había asumido en cierta forma el rol de madre con Fermina, también notó las señas del primer amor en las miradas furtivas de su sobrina y aquel muchacho escuálido. De pronto, la tía y la sobrina hablaban sin parar del pretendiente y, poco a poco, fue naciendo entre los jóvenes la necesidad urgente de saber cada vez más el uno del otro, al punto de que una noche Fermina despertó sobresaltada creyendo que Florentino la veía desde la oscuridad de la noche.

Luego de muchas miradas y encuentros furtivos, Florentino se atrevió a escribirle una carta. Al principio la misiva estaba compuesta por más de sesenta pliegos en las que el joven desangraba su amor, pasión y desesperación por Fermina. Afortunadamente, Tránsito Ariza logró disuadir a su hijo para que enviara una carta más formal, y así lo hizo.

Pasó un mes después de haber entregado la carta y aún Fermina no le había dado respuesta; hasta que Florentino sacó fuerzas de donde no las tenía para cruzar la calle y pedirle una respuesta a la joven que le robaba el sueño. Ella de dijo que esperara a que cambiara de puesto, porque ese día le daría la respuesta. Así fue y, desde entonces, las cartas de amor y poesías eran dejadas en diversos refugios de camino a la escuela.

Aunque algunas fueron víctimas del clima imperdonable, los jóvenes enamorados siempre buscaban la forma de restablecer la comunicación entre ellos. Fueron muchas las ocasiones en las que Lotario invitó a su amigo a desahogar su amor en el prostíbulo del cual era dueño, pero el joven solo se limitaba a refugiarse en alguna habitación del hotel para escribir sobre su amor.

Su destreza con el violín le permitió ingresar a la banda de la catedral, lugar al que asistía Lorenzo Daza con su hija para escuchar la misa. En secreto, Florentino veía discretamente a Fermina sin que ésta pudiera corresponderle; además, le dedicaba notas del violín durante la misa y, por las noches, estudiaba el sentido del viento para tocar el instrumento y que su amada lo escuchara a través del silencio nocturno.

El tiempo pasaba sin mayores cambios. Las cartas iban y venían mostrando la personalidad de cada quien: las de ella, vagos comentarios de su día a día; las de él, cargadas de amor ardiente. Por su parte, la tía Escolástica veía con buenos ojos al pretendiente, luego de asegurarse que tenía intenciones serias para con su sobrina y de saber que su oficio tenía un futuro promisorio y su compromiso de tocar el violín en la catedral.

En la parte laboral, Florentino se destacaba cada vez más: pronto llegó a ser el segundo al mando y se puso como plazo un tiempo no mayor de dos años para pedir formalmente la mano de Fermina. Mientras, la madre del joven inicia los trámites para comprar la casa donde vivían y adecuarla para el momento de recibir a una chica de la categoría de Fermina. Florentino seguía pasando sus tardes en el cuarto del hotel de paso de Lotario, donde ahogada su tiempo de espera leyendo poemas.

Faltaba poco para terminar el plazo acordado y pedir a su amada en matrimonio, cuando sorpresivamente se presentó Lorenzo Daza en las oficinas del telégrafo. Lo había descubierto todo y Fermina no alcanzó a avisarle: Las monjas del colegio habían interceptado una carta que le fue enviada a la joven enamorada y se la entregaron al padre, quien decidió cortar con todo.

Lorenzo Daza culpó a la tía Escolástica de todo lo ocurrido y la envió en un viaje sin retorno hacia un claustro de por vida. Fermina, en protesta por la actitud de su padre, se encerró en su cuarto y dejó de hablarle a su padre. Ante lo ocurrido, el padre angustiado y enfurecido, decidió buscar a Florentino para invitarle una copa y exponerle sus razones.

Tras la muerte de la madre de Fermina, Lorenzo se hizo la promesa de hacer de su hija una dama de sociedad, pese a que él era un hombre analfabeta que ganaba dinero como traficante de mulas, lo cual era ilegal pero le generaba mucho dinero. Fue su hija quien le enseñó a leer y escribir. Pero el hombre se dio cuenta de que no podría cumplir su sueño para Fermina si se quedaban en el pueblo y por eso la trajo a la ciudad.

Daza continúa con sus negocios y decide buscar un esposo de altura para su hija, por lo que claramente le dice a Florentino: “Apártese de nuestro camino”. Florentino, desconcertado, se negó a darle alguna respuesta a Lorenzo sin antes hablar con Fermina. El hombre lo amenazó, pero el joven enamorado lo retó diciéndole. “No hay mayor gloria que morir por amor”.

Lorenzo regresó a casa y obligó a Fermina a empacar para irse de la ciudad. La joven apenas pudo escribirle una pequeña nota de despedida a Florentino, la cual envió acompañada de un mechón de pelo recién cortado. Florentino despidió a su amada con las notas más tristes del violín, entonadas en la distancia.

Tras un largo y accidentado viaje, en el que les tocó vivir varias penurias, que acentuaban la tristeza de Fermina, la joven y su padre llegaron a Valledupar, donde fueron recibidos por sus familiares. Conoce a la prima Hildebranda, una joven alegre y coqueta que le levanta el ánimo a Fermina.

Pero los enamorados no estuvieron mucho tiempo sin comunicarse, pues Florentino logró rastrear a Fermina gracias a un telegrama enviado por Lorenzo. Año y medio después, creyendo que su hija había olvidado a su enamorado, el hombre decidió regresar, y anunció su decisión a través del telégrafo, por lo que Florentino se preparó para recibir a su amada.

En el ínterin del periplo, Florentino intentó rescatar un supuesto tesoro perdido que se había hundido con un galeón y que yacía en el fondo del mar. Pero este intento resultó un nuevo desencanto para el joven que sólo deseaba estar a la altura de su enamorada.

A su regreso, Lorenzo apropió a su hija como dueña y señora de casa: le entregó las llaves y la administración del hogar y Fermina mostró el temple necesario para asumir la tarea encomendada. Tenía entonces diecisiete años, pero se sentía mayor que eso. Al poco tiempo, Florentino vio a Fermina cuando ésta realizaba compras en el mercado. Notó cómo había dejado de ser una niña para verla más mujer. La siguió durante todo el recorrido y, cuando por fin se encontraron de frente, Fermina le dejó ver su gran desencanto.

Las cartas de amor de Florentino le fueron devueltas por medio de la criada. Al comprender que con esta acción Fermina le cerraba cualquier posibilidad de acercamiento, él se sumió en el más hondo de los pesares, llegando a preocupar aún más a su madre, quien había vivido los dolores de su hijo.

Con veintiocho años cumplidos, el doctor Juvenal Urbino estaba en la cúspide del reconocimiento profesional y social: médico exitoso de espíritu altruista y con heredero de una gran fortuna y de un apellido de abolengo. Era el hombre más deseado por las chicas de su clase. Acababa de regresar de París, donde había cursado estudios, para continuar con el legado de su padre, muerto a consecuencia del cólera.

Su renombre creció aún más cuando implementó varias reformas sanitarias en el hospital y lideró el equipo que enfrentó la epidemia del cólera. El doctor Urbino se había propuesto acabar con la enfermedad, por lo que prestaba atención a cualquier caso que pudiera presentarse. Un colega le notificó que había una joven de dieciocho años que presentaba algunos síntomas y éste decidió visitarla personalmente. Así conoció a Fermina Daza.

La joven no estaba enferma del cólera y poco impresionó a Juvenal. Ella encontró al médico pedante y muy desagradable. Días después, el doctor se presentó en la casa de la familia Daza con la excusa de examinar nuevamente a la paciente, mostrándose más agradable que la vez anterior, pero no logró que Fermina cambiara de parecer.

Lorenzo, por su parte, se vio muy impresionado por el doctor y le exigió a su hija que le presentara disculpas por su comportamiento tan grosero. Además, le invitó unas copas de anís a Juvenal, quien aceptó gustoso. El encuentro terminó en borrachera para los hombres y en un gran berrinche de Fermina.

Lorenzo y Juvenal se hicieron amigos con el propósito de conquistar a Fermina, pero no fue fácil. La relación de la joven con su padre no había mejorado en nada a pesar del tiempo y, en el mejor de los casos, apenas se dirigían la palabra. Una noche, Lorenzo se acercó al cuarto de Fermina y le dijo angustiado que estaban en bancarrota.

En ese mismo tiempo llega de visita la prima Hildebranda, quien alegra un poco a Fermina. Una tarde son invitadas a pasear en el landó del doctor Urbino, quien encantador como siempre, coquetea con Hildebranda y despierta los celos de Fermina. El paseo terminó mal, pero dio pie para que la joven acepte, al poco tiempo, que el doctor la visite con planes de matrimonio.

Esta fue la peor noticia que pudo haber recibido Florentino. Su madre, al ver su estado de tristeza y depresión, le insiste para que se vaya lejos de la ciudad a trabajar como telegrafista, logrando que el joven acepte la propuesta. Durante el viaje, atravesando el río Magdalena, cedió su camarote a un diplomático inglés y dormía en los pasillos del barco.

En su recorrido vio varios cuerpos sin vida que eran arrastrados por la corriente. También tuvo su primer encuentro sexual, al ser literalmente asaltado por una secreta mujer que le robó la virginidad, aprovechando la oscuridad del camarote donde viajaban. Desde allí, Florentino decidió desahogar en pieles ajenas parte del amor que tenía guardado para Fermina.

Al llegar al puerto, en el barco organizan una gran fiesta que deprimió aún más a Florentino, quien no dejaba de pensar que la celebración coincidía con la boda de Fermina. Se sintió enfermo y le solicitó al capitán que lo llevara de regreso, a lo que el hombre accedió por haber cedido su camarote. Ya de regreso en su ciudad, se entera de que la pareja Urbino Daza estaba disfrutando su luna de miel en Europa.

Los amores ocasionales de Florentino comenzaron cuando su madre, empeñada en hacerlo olvidar a Fermina, le presentó a una joven viuda, a quien hospedó en el cuarto de su hijo por un tiempo. Florentino disfrutó de la relación sin compromiso y comenzó un registro pormenorizado de las mujeres con quienes compartía cama, siendo la viuda de Nazareth la primera en la lista.

Fermina había aprendido a fumar con sus primas y también estaba ducha en las artes sexuales. Llegó virgen y temerosa al matrimonio, pero su esposo fue tolerante y la supo manejar. No obstante, Juvenal comprendió rápidamente que no se había casado con Fermina por amor, sino por la altivez de la joven y por satisfacer cierta vanidad. El rápido embarazo no sorprendió a sus allegados, pero si a Florentino, quien la vio encinta por ve primera en la catedral.

Ya acostumbrado a su nueva vida y habiendo pasado un tiempo, Florentino se tropieza con Fermina y le sorprendió amargamente lo bien que le sentaba la maternidad. Ese día juró hacer hasta lo imposible por ganar fama y fortuna para ganarse el amor de Fermina. Comprendió, además, que para tener ese amor, el doctor Urbino debía morir.

Florentino acudió entonces con su tío, quien era el director general de la Compañía Fluvial del Caribe, y le pidió trabajar con él. Obtiene el empleo y comienza con su ascenso firme y constante dentro de la empresa, desde escribiente hasta llegar a ser presidente de la CFC. Florentino estaba tan contento que le anunció a su madre que pronto se casaría, por lo que esta inició nuevos trámites para ampliar su vivienda y recibir a la yerna.

Por esos tiempos, Florentino estaba enredado con Ausencia de Santander, mujer divorciada y madre de tres hijos; luego con una loca que se había escapado del manicomio. Conoció también a Leona Cassiani, ante quien siente vergüenza por creer que se le había acercado como una posible conquista, cuando en realidad sólo quería que le diera empleo.

Se lleva a Leona a trabajar con él en la CFC y, a la postre, la mujer se convirtió en secretaria y amiga de Florentino, al punto de ayudarle a escalar posiciones dentro de la empresa. En algún momento sintieron atracción el uno por el otro, pero jamás concretaron nada y prefirieron seguir como amigos y confidentes.

Ya en ese tiempo había muerto Tránsito Ariza, al igual que la tía Escolástica. Lo que no imaginaba Florentino era que su rival ya conocía toda la historia del pretendiente de su esposa, gracias a una indiscreción de la prima Hildebranda.

Aunque ambos hombres eran reconocidos en el ámbito económico y social, Juvenal y Florentino poco coincidían en eventos sociales, salvo uno que otro organizados por el doctor y que eran utilizados por Ariza como excusa para ver a Fermina.

El trato entre los rivales era distante y seco, lo que incrementa el sentimiento de inferioridad que sentía Florentino. En cada encuentro, Florentino lamentaba que su felicidad dependiera de la muerte de un hombre tan notable.

Por su parte, el doctor Urbino llegó a notar algunos visos de culpa en su esposa por no haber aceptado la propuesta de aquel hombre amante de la poesía.

Por otro lado, la Felicidad de Fermina había desaparecido al regresar de su luna de miel. Aunque su situación económica era bastante holgada, consideraba que sus cuñadas eran unas imbéciles y se le hacía insoportable el deterioro mental de su suegra. La vida al lado de Juvenal era aburrida. Los Urbino Daza dieron a luz dos hijos: Juvenal, que siguió los pasos de su padre aunque no con la misma brillantez y Ofelia.

Transcurrido poco tiempo de su matrimonio, Fermina ya sabía que no amaba a su esposo y, para empeorar su estado de tristeza y agobio, sale a la luz pública los negocios ilegales de su padre, de los que pudo salir sin mayores problemas gracias a la ayuda de su yerno.

La llegada de nuevo siglo vino acompañada con el primer viaje en globo, protagonizado por los Urbino Daza y otros notables. Florentino presenció el ascenso y descenso de los globos sin que Fermina lo notara. Ya en ese tiempo Florentino era el vicepresidente de la CFC y tenía más de cuarenta años.

Poco a poco, Florentino fue desistiendo de la idea de buscar a Fermina, mientras que ésta pasaba por una crisis matrimonial luego de que su esposo le confesó una infidelidad. Lorenzo Daza había muerto, y Fermina decidió ir a pasar un tiempo en casa de su prima Hildebranda donde estuvo dos años, hasta que aceptó regresar con su marido, pero sin ceder en su intención de cobrarle la humillación.

Cuando arribaba a los cuarenta y ocho años, Florentino se encontró nuevamente con el doctor Urbino y su señora. Fue cuando cayó en cuenta de que el tiempo pasa igual para todos y que ella podría morir primero que él sin darle la oportunidad de demostrarle su amor.

En el trabajo, Florentino llegó a ser presidente de la compañía, con todos los beneficios que esto pudiera conllevar. Tenía todo lo que pudiera desear y todo en general era perfecto, salvo por un detalle: la soledad, porque a pesar del tiempo que había transcurrido, Fermina seguía presente en su recuerdo.

Pese a su avanzada edad, Florentino aún tuvo fuerzas para iniciar una relación con una joven de catorce años llamada América Vicuña, de quien era tutor y a quien inició en las lides amatorias. Con ella estaba el domingo de Pentecostés cuando supo que el doctor Juvenal Urbino había muerto.

Tras la intempestiva declaración hecha por Florentino a Fermina, éste se lamenta por su arrebato e imagina que la viuda no deseará verlo otra vez. Pasados dos días, recibe una carta de su amada, lo que altera totalmente su corazón y su cuerpo.

Pero Fermina tenía otra intención al enviar la carta. Una vez aceptado su estatus de viuda entendió que debía cambiar todo para enfrentarse a su nueva vida, y así lo hizo. La epístola enviada a Florentino era más un ajuste de cuentas, un cierre de ciclo, con aquel viejo, en todo el sentido de la palabra, pretendiente.

Paulatinamente, experimento la vida sin su esposo y se sintió nostálgica por su pasado. Recibió la visita de la prima Hildebranda, quien como siempre, la distrajo un poco y retomaron sin rencores el tema de los amores pasados y del eterno enamorado.

El reencuentro de Florentino con Fermina en el entierro del doctor Urbino también tuvo consecuencias en la vida del hombre enamorado: devolvió al internado a su amante adolescente, con la única explicación de que se iba a casar. La joven cayó en depresión por la pérdida de su amor y por haber obtenido bajas calificaciones, por lo que decidió quitarse la vida.

Florentino tomó la epístola enviada por Fermina como una clara señal del interés de ella por él. Esperó un tiempo prudencial para retomar la comunicación a través de cartas como en sus años de juventud, pero no recibió respuesta. En el primer aniversario de la muerte del doctor Urbino, se saludan cortésmente, pues en muchas ocasiones Fermina halló consuelo y paz en las palabras que con frecuencia le enviaba su amigo y confidente.

Días después, Fermina recibe en su casa la visita de Florentino y se siente muy emocionada por el encuentro. Florentino pide volver a verla y ella acepta, aunque se siente algo confundida. En la siguiente cita conversan de manera afable, eludiendo cualquier tema que pudiese resultar escabroso. Al finalizar, la viuda le permite al caballero visitarla cuando guste.

El cortejo se inicia nuevamente, después de más de cincuenta años, pero encuentra algunos obstáculos: Fermina le revela a Florentino que tiene setenta y dos años, noticia que sacude al enamorado pero no lo amilana, pues éste se mantiene en su empeño y prosiguen las visitas.

Juvenal, el hijo de Fermina, junto con su esposa, también se suman a las reuniones, que poco a poco se convierten en comidas. El heredero de los Urbino Daza manifiesta su agradecimiento a Florentino por la compañía que le ofrece a su madre; lo que el anciano recibe muy complacido.

El tiempo pasa indetenible y comienzan los rumores sobre las visitas que hace el presidente de la CFC a la viuda del doctor Urbino. A la par, se revela en los diarios locales el pasado delictivo de Lorenzo Daza, lo que ocasionó gran depresión en Fermina. Al superar el amargo momento, tiene una confrontación con su hija Ofelia, quien la recrimina por su amistad con Florentino.

Buscando ofrecerle un aliciente para tanto agobio, Florentino invita a Fermina a realizar un viaje en barco y ella acepta. A bordo del Nueva Fidelidad, la pareja se descubrió, se conoció y, tras perder el miedo, se acercó. Ella aceptó la intimidad con el eterno enamorado, pero con la condición de que no la mire porque no le va a gustar.

Al inicio nada funciona, pero al lograr encajar, no se separarían otra vez. Durante el viaje, Florentino conoce la muerte de América Vicuña y, luego de cerciorarse de que nadie conoce su secreto, descarta para siempre el recuerdo de la joven. En el momento cuando el barco recoge a los pasajeros para el viaje de regreso, Fermina reconoce dentro del grupo a unas personas y teme por el escándalo que se pueda presentar al conocerse que está disfrutando en un crucero habiendo pasado tan poco tiempo de la muerte de su esposo.

Para ahorrarle incomodidades a Fermina, Florentino le indica al capitán que ice la bandera amarilla, señal de la presencia del cólera en el navío. Con esta excusa, el barco comienza a navegar río arriba y río abajo sin pasajeros de carga; sólo se detienen por combustible y para hacer subir a la novia del capitán. Al regresar a la ciudad, ninguno quiere volver al “horror de la vida real”. Por eso, Florentino recomienda seguir navegando en el río “para siempre”.

Personajes principales de la obra

Esta historia en los amores contrariados de Florentino Ariza y Fermina Daza, quienes durante el relato comparte sus afectos, y amores, con muchos otros personajes, muchos de los cuales tienen una importancia en la narración cercana a la de nuestros protagonistas. A continuación les presentamos un esbozo de estos personajes.

Florentino Ariza

Hijo natural de Tránsito Ariza, producto de una relación con Pío Quinto, dueño de la Compañía Fluvial del Caribe. Nada parecido a los acostumbrados protagonistas de novela; Florentino es un personaje más bien extraño: flaco, sufre de estreñimiento, siempre viste de negro, es miope, usa el cabello engominado, de personalidad más bien sombría y solitaria, parecía más viejo de lo que era.

Al enamorarse de Fermina, encontró una especie de placer morboso en la lectura y escritura de poemas, pues lo mismo llegaba a la locura del éxtasis, que al dolor más extremo y perverso. Se enamoró de tal manera de Fermina que le juró amor eterno y prometió mantenerse virgen para ella, no pudiendo cumplir esta última promesa a causa de una mujer que robó su virginidad en una oscura habitación de un barco de vapor, sin saber jamás quien fue.

Desde ese momento despertó su alma de cazador furtivo, de oscuro amante, que brindó placer y “amor” a tantas mujeres como la vida, y el destino, se lo permitieron. Tan es así, que tenía una colección de cuadernos donde anotaba el nombre de las mujeres con quienes había tenido amoríos. Tras la muerte de su padre y sus tíos, llega a ser presidente  de la Compañía Fluvial del Caribe, lo que le permite hacer una carrera como empresario y ser aceptado en la clase social a la que pertenecía su amada Fermina, lo cual era su más grande propósito.

Desde su juventud Florentino muestra su lado más sombrío y siempre está al acecho: durante su juventud vigila a Fermina y se mantiene durante meses frente a la casa de la chica, solo para verla de lejos mientras iba y venía del colegio; más tarde, cuando es rechazado por Fermina asiste a los eventos públicos sólo para verla y, en sus otras facetas, tiene mucho éxito acechando a las mujeres en trenes, calles y muelles. Pero su discreción es tal, que no pocos llegan a rumorar que es gay.

Otro elemento un tanto perturbador de Florentino radica en lo atípicas que pueden llegar a ser sus aventuras: pasa de amantes viudas, a impúberes inocentes; o de mujeres rechazadas a locas de manicomio; incluso una que, descubierta infiel por su marido, fue asesinada por éste.

Pero, a pesar de todos sus encuentros con cientos de mujeres, Florentino se mantiene fiel a su amor por Fermina, por quien siente tal devoción que choca con el hombre mujeriego a ultranza, incapaz de sentir un ápice de lástima por alguna de sus amantes. Surgen muchas preguntas sobre la verdadera esencia del amor, sobre la fidelidad. Al parecer, amar no es tan sencillo como parece.

Florentino, el mujeriego

El amor, desde la visión y la práctica de Florentino, dista mucho de lo que nosotros conocemos como amor romántico. De joven conoce a una mujer a quien le jura amor eterno y, al encontrársela más de cincuenta años después, le dice que sigue siendo virgen tal como se lo prometió ¿Hasta qué punto será cierto eso? ¿Qué representa entonces el amor para este extraño personaje?

Florentino habla de sus fantasías con tanta seguridad que logra que quien lo escucha llegue a darlo por cierto. Tal como le ocurre a la tía Escolástica, quien al conocerlo tiene la impresión de que el joven habla “inspirado por el Espíritu Santo”; o la idea que comparten el capitán y Fermina cuando, al final de la novela, éste les hace ver que pueden conquistar la muerte al asegurar que “es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites”.

Sin embargo, la imaginación de Florentino puede llegar a ser peligrosa, pues según su criterio, cualquier cosa es valedera cuando de alcanzar el placer se trata; pero no toma en cuenta los peligros que esto ocasiona, mucho menos el daño y dolor que puede causar, exponiendo al rechazo de la sociedad a las mujeres con las que comparte sus aventuras.

Y esta particularidad de mujeriego que acompaña a nuestro protagonista que para muchos puede llegar a ser inofensiva y hasta aceptada por algunos, llega a tocar aspectos morales. Esto se evidencia en su relación con América Vicuña, una joven de catorce años de quien era tutor, pero que gracias a su experiencia con las mujeres, logra seducir y convertirla en su amante.

La joven, tras sentirse abandonada por Florentino, cae en depresión y se suicida, sin que esto cause mayor conmoción en el hombre que está más preocupado porque su amada no se entere de lo ocurrido, que por el fatal destino de la chica.

Florentino, el escritor

Una faceta interesante de Florentino es la de escritor. Al principio, describe en una carta su amor casi obsesivo, misiva que llega a más de sesenta pliegos, escritos entre noches de violín, insomnio y margaritas como alimento. Luego, desahoga su pena escribiendo cartas y poesías para los enamorados. De hecho, todo lo que escribe, incluso cuando trabaja en el telégrafo, tiene esas notas de amor.

Su oficio de escritor le ayudó a sobrellevar la intensidad de su sentimiento y, más allá de su sanidad emocional, también le permitió ayudar a otros a expresar sus sentimientos, llegando a ser responsable, incluso, de la unión de por lo menos una pareja.

Fermina Daza

Es una mujer que muestra su altivez desde temprana edad. De joven es de una gran belleza con una figura de gacela. Huérfana de madre, vive con su padre, Lorenzo, y su tía Escolástica. Estudia en una escuela de monjas, donde es rechazada por el resto de las chicas que la consideran una arribista, que sólo quiere escalar en sociedad por el dinero de su padre pero que no tiene abolengo.

Inicia una relación de cartas de amor con Florentino y se cree enamorada de él. Su padre los descubre, luego de que una de las cartas es interceptada por las monjas, y la envía lejos del pueblo a vivir con unos parientes. Llena de rabia, no vuelve a hablarle a su padre por mucho tiempo. En medio de su rebeldía, mantiene contacto con Florentino en la distancia; pero luego, al regresar, se da cuenta de que el amor que pensaba sentir por aquel joven desvalido no es tal y, sin pensarlo mucho, acaba con la relación de un zarpazo.

Así como se desencantó de la noche a la mañana de Florentino, así quedó encantada con Juvenal Urbino, quien fue su esposo durante cincuenta años y le dio el estatus y reconocimiento social que tanto anhelaba su padre. Durante su matrimonio, Fermina dejó ver su rebeldía e impulsividad, aunque en el fondo siempre fue muy insegura. Además, mantiene el rasgo infantil de no soportar el sentimiento de culpa, que suele disimular mostrando su rabia y mal humor ante cualquier señalamiento.

Aunque al principio parece la protagonista ideal, a medida que nos adentramos en la historia se muestra egoísta, malcriada, orgullosa y hasta racista, lo que desmonta cualquier imagen de mujer indefensa y frágil que alguien pueda hacerse sobre este personaje. Fermina no es una mujer estereotípica, rompe los esquemas al no responder como todos esperamos ante las muestras de amor que recibe.

A lo que si le muestra amor sin medida es a los animales, y siempre se sale con la suya con tal de tener aunque sea una mascota cerca. Es antisocial y sólo llega a tener una amiga, su prima Hildebranda, con quien disfruta de la inocencia de su juventud y aprende a fumar, vicio que no abandona nunca.

Fermina y el amor

Definitivamente, Fermina Daza no es la protagonista que sufre por amor o que vive esperando a su príncipe azul. Ella es más terrenal, de hecho, el romance le parece muy dramático. Sin pensarlo mucho comienza un noviazgo en secreto con Florentino y se comprometen en matrimonio, a quien luego su papá rechaza. Pero luego, rompe con su enamorado para casarse con un hombre que apenas conoce y de quien no está enamorada, sólo por complacer a su padre.

Pasa del amor inocente y romántico de la juventud, al matrimonio por interés con un hombre que le asegura el reconocimiento social. Fermina no se casa por amor y a lo largo de la novela, no se sabe si en algún momento llega a amar a su esposo con quien comparte vivencias hasta que la muerte los separó.

Un aspecto relevante de esta historia es que la verdadera historia de amor de Fermina no comienza en su juventud, menos en su matrimonio: Es en la viudez, cuando tiene casi 80 años, cuando el peso de la edad ha hecho mella en su cuerpo y la llama de la pasión se ha apagado, cuando se descubre amando y amada, cuando se siente libre para manifestar sus sentimientos.

Contrario a al idealismo romántico de Florentino, que raya en lo cursi, y a la ingenuidad disimulada con el trato refinado, Fermina tiene una comprensión más pragmática del amor. Ella no cree en los romances que aparecen en los cuentos pero, al parecer, ella es la única que lo reconoce.

Juvenal Urbino

Esposo de Fermina Daza. De joven, era el soltero más codiciado por las chicas de la clase alta de su ciudad. Con gran formación académica, forjada en las mejores universidades del extranjero, y mayor altruismo, demostrado en las múltiples iniciativas que tuvo para mejorar la calidad de vida de la población, aunque su interés parecía inspirado más por el afán de reconocimiento que por la misericordia.

De mayor vestía impecable, de chaleco largo para darle mayor resalte a su personalidad. Mientras los demás usaban automóviles, él viajaba en su landó tradicional, tirado por corceles y cuyo conductor vestía de paño negro, aún bajo el terrible sol caribeño. No le gustaban los animales, salvo un loro al que enseñó a hablar en tres idiomas y por el que perdió la vida una tarde de Pentecostés.

El doctor Urbino es totalmente opuesto a Florentino: Es educado, amante de la literatura y las artes, cumple con sus deberes religiosos, tiene un alto sentido del deber cívico y hace su mejor esfuerzo por erradicar el cólera de su país. Además, es rico, atractivo y con gran facilidad para desenvolverse, lo que lo hace muy popular entre las chicas y, años más tarde, en todo su círculo social.

Tal vez el amor que Juvenal Urbino le profesa a Fermina no es tan apasionado como el de Florentino, pero logra mantenerse toda una vida unido a ella con un matrimonio relativamente feliz. Pero, pese a su intachable comportamiento ante la sociedad, le fue infiel a Fermina con una paciente de nombre Bárbara Lynch, desliz que estuvo a punto de llevarlo al divorcio.

En algunos momentos, el doctor Urbino puede inspirar cierto rechazo, pues no tiene la facilidad de ponerse en el lugar de los menos privilegiados: Sus orígenes y crianza lo mantienen alejado de la realidad de los infortunados, a quienes tiende a criticar con mucha facilidad. Además, su empeño por hacer de su ciudad un referente en la región, lo llevan a cegarse en algunos momentos, obviando que fuera de su entorno hay gente que no cuenta con los mismos recursos que él.

Una sombra que se cierne sobre la casi perfección del doctor Urbino es que pasa la tarde del domingo de Pentecontés, horas antes de morir, leyendo un libro de Alexis Carrel, reconocido simpatizante nazi. En otro momento, su hijo habla del empeño del doctor por llevar a su ciudad al progreso, y defiende la idea de los beneficios que conllevaría eliminar  a las personas indeseables de la sociedad.

Pareciera ser que el doctor Urbino es incapaz de ver las reales consecuencias de su ideología de progreso y orden, a lo que se suma la vida privilegiada que siempre ha llevado; dejándose ver algo ingenuo. No podemos aseverar que tal ingenuidad sea cierta en un ser tan conocedor del mundo y sus avances; hay quienes se atreven a señalarlo más como pragmatismo.

La tía Escolástica

Es la tía de Fermina por parte de padre. Es una solterona que pasa sus años cuidando de su joven sobrina y, en cierta forma, llega a sustituir la figura materna. Pese a su desconocimiento total sobre el tema, es quien le da a Fermina las primeras enseñanzas sobre el amor y, a cambio, la chica le enseña a leer.

Es quien solapa las aventuras amorosas de Florentino y Fermina, llevando y trayendo las cartas en un principio. Al enterarse Lorenzo de la correspondencia, culpa a su hermana de fomentar esa relación prohibida y la envía a un convento muy lejos, tanto que su sobrina nunca más supo de ella.

La tía Escolástica tiene una peculiar concepción de los temas amorosos, pues considera que deben regirse por las reglas de la moral, pero bien vale la pena romper algunas normas. Le aconseja a Fermina aceptar la propuesta de matrimonio que le hace Florentino, todo a escondidas de su padre, porque era preferible a pasar el resto de su vida arrepentida. Esta es una de las visiones que García Márquez plantea sobre el amor en esta novela, pero no podemos asegurar que sea la verdad verdadera.

Hildebranda Sánchez

Es la prima y única amiga de Fermina Daza. Se encuentran en el momento en el que ambas atraviesan por contratiempos de amor: las chicas están enamoradas de hombres que no son aceptados por sus familias y mantienen romances secretos por medio de telegramas. Hildebranda es mucho más extrovertida que su prima y está muy adelantada en aquello de coquetear con hombres y fumar a escondidas.

La personalidad de Hildebranda choca en algunos momentos con la de Fermina, quien en algún momento la trata de puta por coquetear frente a ella con el doctor Urbino. Con el tiempo, Fermina sigue los consejos de su prima y accede a salir con el doctor, relación que termina en matrimonio.

También es Hildebranda quien le da alojo a Fermina cuando ésta decide alejarse de su esposo tras enterarse de una infidelidad. Había pasado el tiempo y no eran las jovencitas ilusas; en ese momento Fermina se da cuenta de cuánto han envejecido, pero encuentra tranquilidad recordando el pasado y lo felices que fueron.

Tránsito Ariza

Es la madre de Florentino. Mujer trabajadora, dueña de una pequeña mercería, que esconde una casa de empeño en donde las mujeres de alcurnia, ya arruinadas, cambian sus joyas por dinero para seguir manteniendo su vida de mentira. De esta forma gana buen dinero, que le permite ayudar a su hijo cuando lo necesita.

Tránsito ayuda a su hijo a sobrellevar su fiebre de amor, que llega a confundirla con el cólera; luego, cuando Florentino le informa que Fermina aceptó casarse con él, renueva la casa para hacerla más acogedora para los esposos. Tras la ruptura, es quien calma el dolor de su hijo; cuando se entera de que Fermina se casa con otro, envía a su hijo lejos a trabajar; y, cuando regresa, le presenta a una joven viuda para que logre olvidar a la amada.

En fin, Tránsito es una madre amantísima de su hijo, que procura hacer todo lo posible por ahorrarle sufrimiento, pero no lo logra. Al envejecer, la mujer sufre de demencia senil y vuelve a su infancia. Termina regalando las joyas y objetos valiosos a los niños vecinos, los mismos que Florentino debe recuperar luego.

Al igual que el doctor Urbino, Tránsito retrocede a su infancia cuanto más se acerca la vejez, uno por comodidad y la otra por la inconsciencia. Así también, García Márquez muestra un regreso a la juventud de Florentino y Fermina, quienes en sus últimos días deciden vivir su amor de primeros años ¿Acaso el suicidio de Jeremiah de Saint-Amour tiene una connotación distinta al miedo a envejecer que relata el autor?

Las mujeres de Florentino

Cincuenta y un años, nueves meses y cuatro días: ese fue el tiempo que esperó Florentino para encontrarse nuevamente con Fermina y ratificarle su promesa de amor eterno. Pero, en este tiempo, muchas fueron las mujeres que disfrutaron de la pasión de este hombre mujeriego, sin que por ello su amor hacia Fermina haya cesado un ápice.

Durante su trayectoria de amante, Florentino aprendió bien su oficio y lo deslastró totalmente de las prácticas amorosas, llegando a decirle a una de sus mujeres “amor del alma de la cintura para arriba y amor del cuerpo de la cintura para abajo”.

Bajo esa premisa, tiene relaciones con seiscientas veintidós mujeres, cuyos nombres anotó rigurosamente en cinco cuadernos que mantuvo en secreto, sin dejar de amar a Fermina un solo instante. Estos son algunos de los nombres que amaron a Florentino durante los años que esperó a su verdadero amor.

Rosalba, la ladrona de su virginidad

Durante el viaje que Florentino realiza por el río Magdalena, rumbo a su nuevo trabajo para tratar de olvidar a Fermina y su matrimonio, conoce a esta misteriosa mujer, quien en un arrebato de lujuria y en medio de una oscuridad ciega, roba la virginidad del joven amante, en un acto sin gloria.

Tras esa experiencia, Florentino comprende que puede olvidar momentáneamente su amor por Fermina, sustituyéndolo por una pasión más terrenal. Aunque el encuentro fue furtivo y hasta violento, con el paso de los años Florentino recordará su primer encuentro sexual con nostalgia y quizás con cierto amor.

La viuda de Nazareth 

Es la segunda mujer con la que Florentino tiene relaciones y la primera que anota en su cuaderno, que el autor decide llamar “amores continuados”. Es Tránsito Ariza, en su empeño de ayudar a su hijo para que olvide a Fermina, quien da refugio a la viuda alojándola en la misma habitación de su hijo, durante el sitio del general Ricardo Gaitán Obeso y sus enfrentamientos con el gobierno.

Durante mucho tiempo y de forma intermitente, Florentino y la viuda mantienen encuentros sexuales, en los cuales él va adquiriendo su experiencia como amante y pone en práctica todo lo que observó mientras estaba enclaustrado por voluntad propia en el prostíbulo de Lotario Thugut.

Ausencia Santander, la amante compartida

Era una mujer divorciada y madre de tres hijos que casi llegaba a los cincuenta años cuando conoció a Florentino. Era la amante del Capitán Rosendo de la Rosa, con quien mantenía una secreta relación desde sus tiempos de casada. Desde que conoció a Florentino lo dejó  gozar de sus pasiones carnales.

Cada vez que el capitán navegaba, Florentino aprovechaba para disfrutar del cuerpo de Ausencia. En una tarde de amor desaforado, unos ladrones entraron a casa de la mujer y cargaron con todos los objetos de valor mientras los amantes se entregaban al placer. Al salir de la habitación, encontraron un escrito en la pared “eso les pasa por andar tirando”.

Leona Cassiani, la amiga fiel

El escritor describe a Leona como la verdadera mujer de Florentino y la única que no pudo llevar a la cama, aunque ambos lo desearon alguna vez. Esta mujer tiene gran significación en la vida de Florentino; es más, se pudiese decir que es la versión femenina de él. Se conocen cuando ella lo aborda de frente para pedirle trabajo y, desde entonces, se vuelve la mano derecha de Ariza, a quien ayuda a escalar posición en la Compañía Fluvial del Caribe, donde éste llega a ser presidente.

Ambos desbordan gran sensualidad; sin embargo, nunca llegan a tener sexo y, cuando Florentino se lo propone, han pasado tantos años que ella lo rechaza diciéndole que sería como acostarse con el hijo que nunca tuvo. Esta fue la mujer que logró comprender a fondo el corazón de Florentino y quien inspiró en el la intención de contarle su amor secreto por Fermina.

Sara Noriega, la poeta enloquecida

Es una escritora que conoce a Florentino cuando participa en los juegos florales, organizados por el doctor Urbino. En sus años mozos fue maestra de Urbanidad e Instrucción Cívica. Tras una amena conversación, en la que comentan los resultados de la competencia, Ariza la acompaña hasta su casa y se da comienzo a un romance que repitió una y otra vez por varios años.

Al hacer el amor tenía la extraña costumbre de succionar chupones de bebé, asegurando que sólo así llegaba a la “gloria plena”. Florentino los compraba en el mercado y se los llevaba; ella los dejaba en la cabecera de la cama para buscarlos a tientas cuando los necesitaba. Sara pasó sus últimos días encerrada en el manicomio de la Divina Pastora, declamando poemas obscenos que irritaban a los demás enfermos.

Olimpia Zuleta, la palomera 

Fue gracias a una correspondencia a través de palomas mensajeras que se concretó la relación de Florentino y Olimpia. Cuando conoció a su amante, le regaló una paloma que siempre regresaba a su casa con un mensaje de amor atado a una de sus patas. Esta mujer, de piernas largas, busto diminuto y cabello cobrizo, tenía un amor alegre “de palomera alborotada”.

Una tarde, extasiados después del amor sin amor, acostados en un camarote desmantelado dentro de la CFC, Florentino se sintió inspirado: tomó un tarro de pintura roja, lo destapó y mojando su dedo índice pintó en el pubis de la mujer una flecha y escribió “esta cuca es mía”. Esa noche, Olimpia se desnudó frente a su marido sin recordar el escrito sobre su cuerpo. El esposo, sin decir nada, fue al baño, tomó su navaja y la degolló en el acto.

Prudencia Pitre, la Viuda de dos

Esta mujer había enviudado dos veces. Conoció a Florentino luego de quedar viuda por segunda vez, en un tiempo en el que pudo haber recibido a cualquier hombre. Las noches se les pasaban a los amantes comiendo pan de monte con encurtidos y bebiendo oporto. Florentino repitió en su amor y en su cama más de una vez, incluso cuando ya los años le pesaban bastante. Llegó a conocer sus mañas de tal manera que, tiempo después, cuando él volvió a buscarla, ella escuchó rasgar su puerta y sin verlo, ya sabía que era él.

Ángeles Alfaro, la violonchelista

Un amor efímero. Apenas estuvo seis meses en la ciudad, donde enseñaba instrumentos de cuerda en la Escuela de Música. Disfrutaba tocando el violonchelo desnuda en la azotea de su casa, mientras Florentino se extasiaba con su cuerpo y las más bellas suites del mundo.

Tal como lo escribe el autor, con ella Florentino aprendió lo que ya había sufrido en varias ocasiones: “se puede estar enamorado de varias personas a la vez, y de todas con el mismo dolor, sin traicionar a ninguna”. Ángeles Alfaro sólo dejo unas señas de adiós con un pañuelo blanco que hicieron decir a Florentino, lleno de rabia y frustración: “El corazón tiene más cuartos que un hotel de putas”.

Andrea Varón, Nuestra Señora la de Todos

El apodo se lo había ganado por haber sido durante su juventud una cortesana que brindó placer a ilustres personajes de las letras y las armas. Atendió durante media hora al presidente Rafael Reyes, lo que le mereció una pensión vitalicia del Ministerio del Tesoro. Florentino la conoció cuando ya era mayor y la visitaba cuando veía la luz del baño de su casa apagadas, pues esta era la señal que le indicaba que ella estaba sola.

Con ella, Florentino violó su principio sagrado de no pagar por sexo y ella violó el suyo de no hacerlo gratis con nadie. Acordaron un precio simbólico de un peso por cada encuentro, pero él no se lo daba en la mano ni ella lo recibía, pues era depositado en una alcancía. Esta mujer le dio un toque sensual a los tratamientos que Florentino solía hacerse para el estreñimiento “tratando de inventar todavía más amor dentro del amor”.

América Vicuña, la amante suicida

Esta chica fue la última amante de Florentino, antes de presentarse en casa de Fermina Daza cuando esta queda viuda, y recordarle su promesa de amor sin condiciones. Es una pequeña de catorce años que queda bajo la tutoría de Florentino Ariza, luego de que sus padres la envíen a la ciudad para que realice sus estudios. Al verla, despierta la lujuria en aquel hombre maduro que se llena de deseo al verla de uniforme y trenzas, tal como vestía su amada Fermina en sus tiempos de juventud.

García Márquez narra cómo Florentino seduce a la niña y la lleva “de la mano con una suave astucia de abuelo bondadoso hacia su matadero clandestino”. Muestra una cara vil y perversa del protagonista, el cual no tiene límites para satisfacer sus pasiones y robarle su virginidad.

Con respecto de América Vicuña, el autor cuenta que Florentino la amaba como lo había hecho con las tantas amantes casuales en su vida pero a ella “la amaba con más angustia que a ninguna porque tenía la certidumbre de estar muerto de viejo cuando ella terminara la escuela superior”.

El juego de Florentino con América dura un tiempo: él la busca los fines de semana y se la lleva a pasear, momentos que aprovecha para obtener placer de la pequeña. Nunca levantaron sospechas por la marcada diferencia de edad que existía entre ellos.

Pero, en medio de su inocencia, América se enamora de Florentino y este termina la relación porque le informa que se va a casar, lo que lleva a la joven a la depresión, el abandono de sus estudios y al suicidio por causa de este amor no correspondido.

Esta relación, si se quiere antinatural, muestra a un Florentino cuya noción del amor lo lleva a sacrificar todo lo que sea necesario por estar con su amada. Así pasa con América Vicuña, a quien abandona cuando descubre que Fermina quedó viuda y de cuya muerte sólo se interesa para saber sin dejó alguna pista que lo pueda involucrar en tan escandalosa relación.

No siente remordimiento por lo ocurrido con la joven; pero no por egoísmo, sino porque el amor que siente por Fermina está por sobre todo lo terrenal: Florentino es capaz de alejar de su pensamiento cualquier idea de culpa, muerte o enfermedad, tan sólo para construir un cielo solo para su amada, el cual cree puede durar para siempre

Personajes secundarios

Varios triángulos amorosos, un matrimonio sin amor y muchos amores sin nombre llenan esta historia, cuyos personajes se mezclan entre sí, asumiendo un protagonismo tal que en algunos casos opaca la presencia de los protagonistas. A continuación, presentamos algunos personajes secundarios que bien vale la pena nombrar por su relevancia dentro de la narración.

Lorenzo Daza: Padre de Fermina. Comerciante de mulas, quien es acusado por el delito de tráfico y rescatado por la influencia de su yerno. Es muy estricto con su hija; prohíbe la relación de ésta con Florentino y le impone el matrimonio con el doctor Urbino. Se ganó el desprecio de su hija por encerrar a la tía Escolástica en un convento hasta que murió.

Lotario Thugut: Telegrafista de origen alemán. Enseña a Florentino a tocar el violín. Es quien introduce al joven protagonista en las artes amatorias de prostíbulos y bares, ya que es dueño de un hotel de paso donde Florentino tenía una habitación gratuita.

León XII: Tío de Florentino, quien le da trabajo en la Compañía Fluvial del Caribe. Siempre estuvo pendiente de su sobrino por encargo del hermano. Al morir, le hereda la compañía a Florentino. Fue quien le dio el trabajo a Florentino en la CFC y lo acompañó durante su ascenso dentro de la compañía.

Bárbara Lynch: La joven mulata que es paciente del doctor Urbino y llega a trastocarlo de tal manera que el hombre pone en riesgo su matrimonio sólo por probar sus carnes y su piel. Su relación con el médico dura aproximadamente cuatro meses, cuando Juvenal Urbino decide darla por terminada para seguir con su esposa Fermina.

Jeremiah de Saint-Amour: Es compañero de ajedrez del doctor Juvenal Urbino. La novela comienza narrando su muerte a propia mano y explica que este hombre, de pasado oscuro siempre aseguró que no quería llegar a viejo y que cuando llegara el momento acabaría con su vida. Fue encontrado muerto el domingo de Pentecostés, día en que murió su amigo Juvenal.

Análisis general de «El Amor en los tiempos del cólera”

El amor en los tiempos del cólera es una novela de amor. Así de sencillo. Lo particular en ella es que este amor esperó cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días para ser vivido libremente. La historia del amor de Florentino Ariza hacia Fermina Daza pasa por tantos crisoles que, cuando ya se cuentan 80 años, se manifiesta tan puro como el primer amor de una pareja de quinceañeros.

Este libro, escrito por el premio nobel colombiano Gabriel García Márquez es en sí una compilación de experiencias amorosas vividas por sus protagonistas, una más intensas que otras, que los lleva a reunirse en el más excelso y sublime amor ya al final de sus años.

La historia se sucede en un pueblo de la costa colombiana, puede ser Cartagena o Barranquilla, pues aunque el autor da suficientes detalles sobre el ambiente y el espacio, no identifica claramente el lugar ¿El año? Principios del siglo XX, cuando según el narrador, los síntomas del enamoramiento fácilmente podrían confundirse con los síntomas del cólera.

El caudaloso río Magdalena aparece como protagonista tácito de la historia: recorre sinuoso el pueblo y está presente en los más de sesenta años de vida y amores de Florentino y Fermina, convirtiéndose en el destino final de los protagonistas. Y así como el río, la historia fluye entrelazando vidas hasta llevarlas a un apacible, y tal vez inesperado, final.

Aunque muchos creen que esta novela abunda en el extremo romanticismo, García Márquez hace gala de su pluma una vez más para mostrar lo trascendental de la vida humana, como la amistad, la familia, las diferentes etapas del amor, el matrimonio y la fidelidad, y la actitud ante la muerte, recurriendo a recursos descriptivos que enriquecen su prosa.

El amor en los tiempos del cólera tiene mucho de cercano, de común a las historias cotidianas, nuestras, que nos empeñamos en ocultar en el afán de no mostrarnos como somos realmente. La convivencia matrimonial, la realidad del amor y sus miserias, las profundas diferencias que marcan las clases sociales y la vida que se oculta tras las paredes de una ciudad y de un puerto.

El amor en los tiempos del cólera es, como y sabemos, una historia de amor. De un amor casi imposible que vive en el corazón de Florentino Ariza por más de cincuenta años y que lo ayuda a enfrentar los obstáculos que le presenta una ciudad extremadamente apegada a las tradiciones, clasista y, al mismo tiempo en constante cambio.

Es el tiempo de las epidemias como el cólera, que arrasa con poblados enteros. La historia cuenta la vida de Florentino Ariza y Fermina Daza, los protagonistas, quienes viven cada quien en su mundo, ajeno el uno del otro. El relato de los hechos incluye en sí un resumen de los acontecimientos históricos vividos en el Caribe desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX.

En esta novela, el amor es considerado como el sentimiento más puro que un ser pueda llegar a sentir. No es el medio, sino el principio y el fin de las cosas. Este amor encuentra un referente en el río Magdalena, lugar de los barcos de la Compañía Fluvial del Caribe.

Este río, que puede tomarse como un personaje principal en la historia, es la metáfora del amor, que lleva y trae a personas, mensajes, bienes preciados, pero también malas noticias y hasta enfermedades. El amor, al igual que las aguas del Magdalena “no habla, pero hace hablar, no interviene, pero hace que se hagan cosas”.

Este amor puro, que se hace presente por todas partes, así como el genio que aparece y desaparece a voluntad; va cobrando distintos significados de acuerdo con el momento, la situación o el acontecimiento que viven los personajes. Porque la novela habla de amor, es verdad, pero también habla de personas de carne y hueso, con virtudes y defectos y que, por lo tanto, no son perfectos como el amor.

Es por ello que García Márquez hurga en la profundidad de los sentimientos humanos, tanto buenos como malos, y realiza con ello “un relato surrealista de nuestra propia naturaleza”. Narra con un lenguaje simple las ocurrencias del amor y los sentimientos, haciendo ver simple algo, que en realidad es muy complejo.

El amor dentro de la novela

Quien crea sencillo analizar El amor en los tiempos del cólera está lejos de comprender la dinámica real de la persona humana y sus complejidades. La historia que aquí se relata es la de un amor contrariado, que pese al paso de los años y a las circunstancias, se mantiene intacto toda una vida. Es la historia de Florentino Ariza.

Está también el otro amor, el de Fermina Daza, que nació de la curiosidad juvenil. Conociéndola un poco, Florentino nunca hubiese sido el tipo de hombre que ella hubiese escogido para amar; pero su presencia y su insistencia causaron tal curiosidad que la llevaron a aventurarse en una intrincada historia. Si, no se dio cuenta que esta era una celada del amor.

Así, de un momento a otro, Fermina se encontró en medio de un amor febril que la llevó a pensar en Florentino como jamás lo hubiera imaginado, presintiendo su presencia, ansiando verlo a cada momento, despertando ansiosa a media noche con la sensación de que el podía verla a través de la oscuridad.

 

Una vez dicho el si por medio de cartas, ninguno de los dos tenía vida para pensar en algo distinto que en su amor. Esperar una carta era motivo de tal ansiedad y angustia que Tránsito Ariza llegó a ver signos del cólera en su hijo enamorado. Sin embargo, a lo largo de toda su historia, Florentino y Fermina nunca estuvieron a solas y mucho menos habían hablado frente a frente de sus sentimientos, hasta la muerte del doctor Urbino.

Es por ello que podemos decir que el noviazgo de Florentino y Fermina no fue común, tal como lo conocemos nosotros, puesto que no estaba fundamentado en las relaciones personales. Cuando se da la oportunidad del encuentro cercano, tras el regreso de Fermina de su largo viaje del olvido, la joven se desencanta de tal manera de su enamorado que el amor que creyó sentir por él se desvanece como si nada. Pero Florentino si la amaba.

Con el transcurrir de los años, Florentino ve pasar amores ocasionales, supera escollos hasta llegar a ser presidente de la Compañía Fluvial del Caribe y vive una vida de amores solitarios. Pero nada de eso aplaca en él su determinación encarnizada de hacer que Fermina Daza sea suya, y él de ella, contra todo y por encima de todo y todos.

El amor entre Florentino Ariza y Fermina Daza

Uno de los aspectos de la vida que se maneja ampliamente en El amor en los tiempos del cólera es el de la fidelidad, que en esta novela se toma como sinónimo de lealtad: si se establecen reglas claras desde el principio, lo único que la lealtad no puede aceptar es que estas reglas sean violentadas.

Durante el largo tiempo de su espera, Florentino Ariza sustituyó el vacío por la ausencia de Fermina con pasiones terrenales, y amores furtivos de cama. En algún momento de su existencia, nuestro protagonista llegó a preguntarse cuál sería el amor verdadero, “el de la cama turbulenta o el de las tardes apacibles de los domingos”. Así fue como encontró la respuesta que se le acomodó mejor: “amor del alma de la cintura para arriba y amor del cuerpo de la cintura para abajo”.

Entre sus tantas experiencias de cama y sus idas y vueltas, Florentino aprende de mala manera y con mucho sufrimiento lo que vive una y otra vez. “se puede estar enamorado de varias personas a la vez, y de todas con el mismo dolor, sin traicionar a ninguna”.

Es entonces cuando vemos que lo que Florentino concibe como fidelidad es contradictorio a lo que creemos que significa esa palabra. Lo que debemos comprender es que en él la lealtad está basada en el ideal de amor que ha sido tan fuerte La concepción de la fidemo para esperar cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días por Fermina. Ese amor, esa fidelidad, esa lealtad, están por encima de cualquier concepción humana.

Si tomamos literalmente el concepto de fidelidad como la voluntad de creer en algo y de llevar y mantener esa creencia en la práctica cotidiana, es fácil diferenciar la fidelidad de la infidelidad. Pero este concepto, tanto en la novela como en la vida misma, va más allá del incumplimiento de un precepto moral.

Siendo así las cosas, puede considerarse entonces que es fiel la amante de Jeremiah de Saint-Amour, quien lo ayuda a soportar su agonía cuando sabe de la cercanía de la muerte, con el mismo amor y la misma entrega que le brinda en sus horas de dicha.

Fiel es también Leona Cassiani, con su lealtad y gratitud a toda prueba para con Florentino. Después de tantos secretos guardados, después de tantas vivencias juntos, después de todo lo que había soportado por él, le habría ganado la experiencia y se le adelantó tanto en la vida que los veinte años de edad que él le llevaba habían quedado en nada: había envejecido para él. Tanto fue su amor por Florentino que en lugar de engañarlo, prefirió amarlo en silencio.

Por otro lado está la infidelidad del doctor Urbino, que fracturó su matrimonio casi perfecto con Fermina y que sólo el tiempo y el amor pudieron reparar a medias, porque las heridas permanecieron. Más que una infidelidad fue una deslealtad, porque atentó contra un compromiso que ellos habían adquirido para toda la vida. Esta acción llevó a la desconfianza, a los celos, a las mentiras y a la culpa.

Juvenal no sabía cuál sería la reacción de su esposa ante su infidelidad, pues la sabía orgullosa y de carácter fuerte. Ella, como era costumbre, antepuso la rabia al miedo, de los cuales el más horrible era quedarse sola, sin su esposo. Sin darse cuenta, todo lo que  tenía acumulado por los años brotó por causa de los celos y había envejecido en un instante. Ella en el fondo hubiera preferido que él negara su infidelidad a toda costa.

Luego de dos años, cuando Fermina perdona a Juvenal y este va a buscarla, ella siente alivio por regresar a su casa. Pero no será tan fácil como él pensaba, porque ella estaba feliz, pero también había resuelto cobrarle en silencio del sufrimiento y la amargura que habían acabado con su vida.

El otro amor, el del doctor Urbino y Fermina

El doctor Juvenal Urbino de la Calle era el soltero más codiciado de su entorno, hasta que cayó rendido ante los encantos de Fermina. Disfrutaba cada vez que decía que su amor era producto de una equivocación clínica. Acostumbraba a decir que cuando conoció a su futura esposa no experimentó emoción alguna.

Ella era más directa: el joven médico le pareció un pedante ególatra, incapaz de querer a alguien que no fuera él mismo.Aun así, se casaron, tuvieron hijos, fueron felices y, por encima de cualquier desavenencia matrimonial, hubiera preferido a su esposo una y otra vez de entre todos los hombres del mundo.

Fermina aceptó casarse con Juvenal cuando tuvo conciencia de que estaba sola en el mundo  y, aunque no lo reconociera, la entristecía la idea de que Florentino Ariza era el único recuerdo que tenía de su vida. Cuando se vio obligada a decidir si casarse o no con Juvenal, cayó en una crisis mayor al descubrir que no tenía razones valederas para preferirlo después de haber rechazado a Florentino.

Realmente, al médico lo quería tan poco como al enamorado taciturno, pero al primero lo conocía menos, y sus cartas eran frías, no contenían el calor ni la pasión del otro, ni le había dado tantas pruebas fehacientes de su determinado amor. Pero es que las intenciones del doctor Urbino no fueron presentadas en términos del amor. De hecho, resulta curioso que un ferviente católico se limite a ofrecer bienes terrenales como seguridad, orden y cierta felicidad que, sumándolas todas podrían acercarse al amor.

Fermina tomó la crucial decisión movida por un temor que dejaba a un lado la virilidad y belleza de su pretendiente, ni su riqueza, ni su gloria temprana, ni cualquier otro mérito reconocible: la cubría la sombra del miedo de los años que se van y la oportunidad que se escapa, puesto que estaba en las cercanías de sus veintiún años y esta era la edad que se había puesto como tope para rendirse ante el destino.

Necesitó de solo un minuto para tomar la decisión tal como estaba contemplado en las leyes de Dios y de los hombres: hasta que la muerte los separe. Allí se borraron todas sus dudas y sin remordimiento alguno hizo lo que consideró más decente: borró también el recuerdo de Florentino Ariza, sin que ello le costara por lo menos una lágrima.

Juvenal, por su lado, siempre estuvo consciente de no estar enamorado de Fermina: Se sintió atraído por su altivez, su seriedad, su fuerza de carácter, y en el fondo, para satisfacer un poco su ego. Pero cuando ella lo besó por primera vez, cayó en cuenta de que era posible “inventar un buen amor”. No hablaron nunca sobre el tema, pero a fin de cuentas, ninguno se equivocó.

La pareja formada por Fermina y Juvenal era admirable: se manejaban ante el mundo de manera tan fluida que parecían estar por encima de la realidad y sus contratiempos. Sin embargo, a lo largo de su vida matrimonial, atravesaron algunas crisis y, aunque suene paradójico, no hubo momento en el que parecieron más felices ante la gente que durante sus años de infelicidad.

Además, Fermina siempre sintió que vivía una vida prestada por el esposo, pues había entrado a un mundo de felicidad construido por él y sólo para él. Ella estaba segura de que él la amaba más que a nada ni nadie en el mundo, pero solo para él, a su exclusivo servicio. Con los años de convivencia, ambos aprendieron, aunque de diferente forma, que para ellos no era posible vivir de otro modo, ni amarse de otra forma; concluyeron que no hay nada más difícil en este mundo que el amor.

Amor de una vida, de toda la vida

Desde que aceptaron su realidad matrimonial, Fermina Daza y Juvenal Urbino no podían vivir el uno sin el otro, o sin pensar el uno en el otro, y este hecho les era cada vez más lejano en la medida que se adentraban en la vejez. Ninguno de los dos podía asegurar si la servidumbre recíproca que mantenían estaba fundada en el amor o en la comodidad. Pero prefirieron obviar preguntárselo porque prefirieron ignorar la respuesta.

Los años les mostraron, y no de manera fácil, que su matrimonio hubiese sido distinto sin hubiesen sabido a tiempo que “es más fácil sortear las grandes catástrofes matrimoniales que las miserias minúsculas de cada día”. También aprendieron que la sabiduría llega cuando ya no es necesaria. Tal como lo dice al autor: “Esas miserias en el fondo eran un juego de ambos, mítico y perverso, pero por lo mismo reconfortante: uno de los tantos placeres peligrosos del amor domesticado”.

Prueba de ello se evidencia cuando, en los primeros treinta años de vida marital, estuvieron a punto de separarse porque un día no Juvenal no encontró jabón en el baño. Esta la incidencia dio pasó a la evocación de las diferencias y conflictos no resueltos, por más minúsculos que fueren. Ante la realidad de encontrarse cara a cara con tantas rencillas guardadas, ambos se sorprendieron al comprobar que en tantos años de matrimonio no habían hecho más que “pastorear rencores”.

Al recordar este episodio, ya en su tiempo de vejez, ninguno de los dos podía entender cómo aquel altercado tan aparentemente simple se haya convertido en el más grave de su vida matrimonial y fue el único que les llevó a pensar en acabar con todo y empezar una nueva vida, lejos el uno del otro.

A medida que se adentraba en la vejez, Fermina y Juvenal fueron aferrándose cada vez más el uno al otro; al punto de que a los treinta años de casados se sentían como una sola persona dividida en dos; rayaban en la incomodidad de adivinar los pensamientos constantemente, incluso hasta sin proponérselo. Esta fue la época en la que se amaron mejor, sin prisa y sin excesos, quizás porque ambos tenían mayor consciencia de todas las victorias alcanzadas contra la adversidad.

Cuando Florentino regresa a la vida de Fermina, horas después de morir su esposo Juvenal, ella se mostró desagradablemente sorprendida por la dramática declaración hecha por aquel hombre, que le refería un amor que para ella no había existido jamás, y menos a esa edad en la que ninguno de los dos tenía que esperar más de la vida.

Ante la actitud asumida por su amada, Florentino decide emplear una estrategia distinta de seducción, donde no hubiese referencia del pasado, ni cercano ni remoto; tal como lo concibió, sería borrón y cuenta nueva. Así planificó todo, hasta el último detalle, como si de una guerra se tratase. Todo debía ser nuevo, distinto, capaz de despertar en ella una curiosidad nueva, con intrigas y esperanzas, que le mostraran otras cosas a una mujer que ya había vivido plenamente una vida completa.

Debía mostrarle una ilusión ilógica y hasta irracional, que le diera el coraje que necesitaba para tirar por la borda los tantos prejuicios de una clase que no le pertenecía, pero que él sabía le pertenecía porque lo había ganado por imposición. Tenía que enseñarle a descubrir un nuevo amor, que era concebido como un estado de gracia, que no era un medio para conseguir algo, sino el origen y el fin de todo.

Sólo un año necesito Fermina para asumir su viudez. El recuerdo de su marido, purificado por el tiempo y el dolor de la pérdida, dejó de ser una carga en su vida cotidiana para transformarse en una presencia constante, que la vigilaba y la guiaba pero que ya no le estorbaba.

Tardó varios años en comprender lo valiosa que fue la presencia de Florentino Ariza para recobrar la paz de su alma. Las meditaciones escritas que él le obsequió, aplicadas a su propia experiencia, fueron las que le permitieron entender, y aceptar, su propia vida, y esperar dignamente lo que el destino le tenía deparado.

Cuando Fermina acepta verlo personalmente, ambos se vieron como eran en realidad: “dos ancianos acechados por la muerte, sin nada en común, aparte del recuerdo de un pasado efímero que ya no era de ellos sino de dos jóvenes desaparecidos”. Ella esperaba que él se desencantan y aceptara por fin la irrealidad de su sueño. Estuvo a punto de pedirle que no regresará jamás, pero desistió de la idea al pensar que una pelea de novios era ridícula a la edad de ambos, y no pasó más de una crisis de risa ante su ocurrencia.

Fermina pensaba que los modos utilizados por Florentino para procurar un acercamiento eran cosas de niños. Le recriminó en varias oportunidades su afán de recordar el pasado y su empeño de no dejarse envejecer naturalmente. No podía comprender cómo un hombre capaz de escribir las reflexiones que tanto le habían ayudado a sobrellevar su viudez, se negara como un niño a aplicar tales consejos a su propia vida. Llegó el punto en que Florentino aceptó de tal modo su realidad y su vejez, que fue Fermina quien tuvo de darle nuevos ánimos para enfrentar el futuro.

Florentino le hace una especial invitación a Fermina: le pide que recorran, en un viaje de descanso, el Río Magdalena, y ella acepta. Es la hora en la que Fermina se enfrenta a sus prejuicios y se pregunta con dignidad, con altivez y con unos incontenibles deseos de vivir, qué debía hacer con el amor que se le quedó sin dueño. Fue entonces cuando reconoció que Florentino siempre estuvo al alcance de su mano, aunque ella no lo hubiese notado antes.

De ahora en más, sólo quería sentir la dicha de estar juntos por el resto de sus vidas, sin importar el tiempo que fuere. Parecía como si, habiéndose saltado el duro calvario de la vida marital, llegaron directos al disfrute y el gozo del amor. Esto los hizo plenamente felices.

Pasaban sus días en silencio, como dos viejos esposos que se han sobrepuesto a las trampas de la pasión, a las burlas de las desilusiones y los espejismos del desengaño: estaban más allá del amor. Ambos habían vivido lo suficiente como para comprender que “el amor era el amor en cualquier tiempo y en cualquier parte, pero tanto más denso cuanto más cerca de la muerte”.

La  espera de Florentino Ariza

Aquel día cuando Florentino vio a Fermina Daza embarazada y mostrándose con total dominio de sí misma, como una mujer de mundo; decidió ferozmente ganar nombre y fortuna para hacerse merecedor de ella. En ningún momento vio como obstáculo el hecho de que ella estuviera casada, pues en ese momento también decidió, como si de él dependiera, que el doctor Urbino tenía que morir: “No sabía ni cuándo ni cómo, pero se lo planteó como un acontecimiento ineluctable, que estaba resuelto a esperar sin prisa ni arrebatos, así fuera hasta el fin de los siglos”.

No obstante, el tiempo le mostró de una manera tal vez cruel que él y aquel hombre a quien consideraba su enemigo, compartían un mismo destino y una misma pasión. En algún momento de su vida, tras su larga espera, sintió pena porque aquel hombre admirable debía morir para que él pudiese ser feliz.

Años más tarde, pudo comprobar que la muerte era su aliada y había intercedido a su favor al arrancar al doctor Urbino de la vida de su amada. Esto le infundió el coraje necesario para ratificarle a Fermina Daza, el mismo día que quedó viuda, su juramento de fidelidad y amor eternos.

Florentino Ariza y su temor a la vejez

Tantas veces se había mirado Florentino en el espejo de la vejez, que nunca le tuvo miedo a la muerte, sino a la edad perversa en la que tuviera que ser llevado del brazo por alguna mujer. Pensaba que ese día tendría que renunciar a la esperanza de una vida junto a Fermina.

Tenía mucha razón al pensar que la mujer que más amaba sobre la faz de la tierra y a la que había esperado con el paso de los siglos sin un suspiro de desaliento; apenas tuviera tiempo para tomarlo del brazo y llevarlo hasta la otra acera de la muerte. Aun así, durante toda su vida se enfrentó encarnizadamente a las emboscadas de la vejez, aunque sabía que su suerte era parecer un viejo desde que estaba niño.

Él siempre estuvo muy consciente de su vejez y la de su amada, por lo que resulta natural el pánico que sintió cuando vio a Fermina tropezar, pues no podía aceptar que la muerte pudiera ganarle por fin su feroz batalla de amor. Cuando cayó por las escaleras, Florentino no muere por un milagro divino. Pero mientras caía, tuvo la certeza de que no moriría, porque resultaba ilógico que dos hombres que habían amado tanto y durante tantos años a la misma mujer, muriesen de la misma manera y con apenas un año de diferencia. Y tuvo razón.

Sin embargo, ese hecho le brindó la certeza, cada vez más lucida, de lo fugaz que puede ser el tiempo y sus momentos. Durante su inmovilidad obligada sintió tantos deseos de ver a Fermina que por vez primera comenzó a pensar, de forma más racional, sobre la realidad y, peor aún, sobre la inminencia de la muerte.

Las diferentes contextualizaciones de la muerte

Definitivamente la muerte, o la certeza de su existencia, puede considerarse un personaje más de esta historia. La muerte, por el miedo a envejecer abre el relato; es la muerte la que hace que por primera vez Juvenal Urbino le confiese su amor a Fermina Daza; y es la amenaza de la muerte una excusa utilizada por Florentino para vivir feliz junto a su amada. A continuación algunos esbozos hechos por García Márquez sobre la muerte y su significación.

Muerte de Jeremiah de Saint-Amour

Jeremiah, un prófugo expatriado amigo del doctor Urbino, tenía la determinación irrevocable de quitarse la vida a los sesenta años. Así lo cuenta García Márquez al inicio de la novela. Además, asegura que el hombre había decidido su destino final en una playa solitaria de Haití, donde descansaba desnudo luego de hacer el amor con su amante.

El plazo que se había fijado para suicidarse era el día antes de Pentecostés. Su amante conocía todos los detalles de cómo habría de ser el momento de su muerte, pues hablaban de ello con frecuencia. Ambos padecían la agonía del destino conocido y de los días po venir que ninguno de los dos podían, ni querían, detener.

“Jeremiah de Saint-Amour amaba la vida con una pasión sin sentido, y a medida que la fecha se acercaba había ido sucumbiendo a la desesperación, como si su muerte no fuera una resolución propia sino un destino inexorable”. Pero estaba decidido a morir, porque no se permitiría llegar a la vejez.

La muerte del doctor Urbino

Aunque trataba de mantenerlo en secreto, Juvenal Urbino siempre echó mano de paliativos para mitigar, y por qué no retrasar, los traumas de la vejez. Era dueño de una actitud fatalista, pues abiertamente opinada que “cada quién es dueño de su propia muerte, y lo único que se puede hacer, llegada la hora, es ayudarlo a morir sin miedo ni dolor”. Pero en el fondo si sentía gran temor a la muerte.

Al asistir como testigo obligado a la muerte de su amigo Jeremiah, se dio cuenta de que había algo que le resultaba desconocido pese a su conocimiento como médico y a su fe de creyente católico. Sintió como si después de tantos años de estar familiarizado con la muerte, después de combatirla y convivir con ella de forma constante, esa hubiera sido la primera vez que se atrevió a mirarla de frente y sentir que ella también lo miraba.

No era el miedo a la muerte, que lo acompañaba desde hacía muchos años atrás, sino el hecho de sentir su presencia física y de que haya dejado de ser parte de su imaginación para convertirse en una certeza. Al igual que Florentino y Jeremiah, él también le temía a la vejez, y de no ser un cristiano fiel a sus principios y fe, quizás hubiera apoyado la posición de su amigo, quien aseguraba que “la vejez es un estado indecente que debía impedirse a tiempo”. Lo que más le inquietaba al doctor Urbino era la vida solitaria de su esposa sin él.

En el mismo momento que Urbino decide atrapar al loro y subir a la escalera, asume su muerte. Así como de memorable fue su vida, así fue su muerte. En medio de su angustia por dejar a Fermina, alcanzó a decirle “sólo Dios sabe cuánto te quise”.

Simbolismos, alegorías e imágenes

Como todas las obras escritas por Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos del cólera está llena de simbolismos, alegorías e imágenes que son propios del autor y que llena de vida la trama y cada una de sus descripciones. Aquí comentamos algunos elementos de interés.

Los animales

Están muy presentes en la historia; lo podemos notar desde el principio, con el perro de Jeremiah de Saint-Amour, el cual muere al lado de su amo cuando éste decide acabar con su vida inhalando un sahumerio de cianuro de oro. El antillano suicida había soltado a su perro, compañero de toda la vida, pero el animal decide quedarse y acompañar a su amo hacia su destino final.

Es importante destacar el amor desmesurado que siente Fermina por los animales, que pone de manifiesto desde pequeña, cuando vivía con su padre y que mantiene hasta sus días de matrimonio.

Se vale mencionar el zoológico que Fermina tenía en su hogar de casada y que fue masacrado por un mastín alemán cegado por la rabia. Esto conllevó a que el doctor Urbino, quien detestaba los animales, prohibiera la presencia de éstos en su casa. Pero su esposa siempre usaba subterfugios para salirse con la suya.

Las aves

Algunos lectores manifiestan que, luego de leer El amor en los tiempos del cólera su percepción sobre las aves a cambiado un poco. En esta novela, las aves aparecen cuando la muerte acecha; tal como ocurre con el loro parlanchín que escapa de casa de los Urbino Daza y que, al tratar de ser atrapado por el doctor, éste resbala por las escaleras y muere al caer, mientras el loro canta feliz para tribulación de los presentes.

También aparecen los cuervos olorosos que tenía Fermina en casa de su padre, las cuales son presentadas por el autor como unas criaturas “malolientes y mórbidas” que causan que el doctor Urbino se tropiece y quede impedido para atender una llamada urgente que conlleva a la muerte del paciente.

Otro elemento lleno de morbidez asociado con las aves es el que refiere a las comparaciones que hace García Márquez a las habilidades de “caza” que emplea Florentino para atrapar a sus amantes. Es descrito por el autor como un “halconero de pajaritas asustadas”.

Y los temores por las aves que despierta en algunos esta novela se sustentan aún más con la aventura de Florentino con una palomera, que se sucede luego que ésta le regala al hombre una paloma que es utilizada por los amantes para enviarse notas de amor. Esta relación furtiva terminó en la muerte de la joven mujer.

El cólera

Forma parte del título y, además, aparece a lo largo de toda la novela, de principio a fin. Aparece en los tiempos del padre del doctor Urbino, quien muere tratando de conseguir la cura para esta enfermedad. Luego se le responsabiliza por el éxodo de muchas personas, entre ellas Fermina y su familia, que llegaron a la ciudad huyendo de la pandemia que azotó su pueblo.

 

El cólera es una causa de muerte y un temor presente en la novela; es en sí un motor sobre el que gira la historia. Además, el cólera se ve asociado al amor, no sólo en el título de la obra, sino porque cuando Florentino se enamora y comienza a sufrir por Fermina, su madre cree que tiene la enfermedad, pero luego concluye que los “síntomas del amor son los mismos del cólera”.

De igual forma, la epidemia es usada como excusa por Florentino para mantenerse en el buque con Fermina mientras viven su amor, por lo que le colocan a la nave la bandera que anuncia la peste y navegan río abajo paseando a los amantes. Entonces si, en esta novela el cólera está muy relacionado con el amor.

Escenario donde se desenvuelve la historia

Aunque abundan las descripciones de los paisajes y el entorno, García Márquez no se preocupa en ubicar geográficamente la ciudad donde se desenvuelve la historia que narra. Pero si se esmera por dar elementos para que el lector vaya construyendo el paisaje que, desde el principio sabemos que está en las costas colombianas.

Podemos deducir que la historia de amor ocurre a principios del siglo XX, en una ciudad ubicada en las costas del Caribe, que puede ser Cartagena o Barranquilla. Las descripciones del autor nos muestran una ciudad colorida y compleja. Es el mismo entorno el que arroja las pistas sobre los intereses, el estatus social y demás características de los personajes; así como también se encarga de destacar la particular importancia geográfica de la ciudad.

El autor nunca menciona a la ciudad misteriosa donde se desarrolla su historia, sólo hace referencias elípticas de la mima como cuando la llama “la ciudad de los virreyes”. Pero llama la atención que si llama por su nombre a las ciudades vecinas del noreste de Colombia, como es el caso de San Juan de la Ciénaga.

Los espacios urbanos

Además de la descripción de los barrios residenciales, el autor menciona en la novela muchos espacios urbanos, como el Portal de los Escribanos, que es un mercado de muy baja reputación; el café donde se reúne Juvenal con sus amigos a jugar ajedrez, el hotel de mala muerte de Lotario Thugut; los muelles de la Compañía Fluvial del Caribe y algunos cementerios.

Describe los espacios que habitan cada personaje, pero por alguna razón dos hombres de relevancia social y económica como Florentino Ariza y el doctor Urbino, muy pocas veces coinciden en un lugar, salvo en las ocasiones que el primero ha fomentado tan solo por ver a Fermina.

Se hace evidente el amor que siente Juvenal Urbino por su ciudad, que lo demuestra en su empeño incesante por mejorarla. Florentino muestra otra cara de la misma ciudad, la que recorre cada vez que va a la “caza” o al encuentro de alguna de sus amantes. Dos visiones de una misma ciudad, cada una con victorias y miserias distintas.

Espacios transitorios

También tienen importancia dentro de la novela, puesto que gran parte de la acción ocurre en estos sitios de paso para los transeúntes. El paseo de Fermina e Hildebranda en el landó del doctor Urbino es determinante para que la protagonista tome la decisión de casarse con aquel hombre. Y fue en un crucero por el Atlántico en la que, una vez casados, Juvenal y Fermina hacen el amor y comienzan a conocerse.

Era en un coche donde paseaba Florentino para identificar a sus futuras amantes. Y también fue en un buque donde Florentino perdió su virginidad. Es en un navío similar, donde Florentino jura nunca más dejar a Fermina. En fin, estos espacios transitorios revisten importancia en diferentes momentos de la vida de nuestros protagonistas.

Contexto histórico

Aunque en la novela no se indica el nombre de la ciudad ni se refieren con exactitud el tiempo exacto en el que se suceden los hechos en la vida de los protagonistas, si hay suficientes elementos que permiten ubicarla en un contexto geográfico e histórico preciso. Referencias como la historia del ataque al Galeón San José, que naufragó en el mar colombiano con todos sus tesoros, permiten hacer algunas inferencias.

El escritor cuenta que el padrino de la boda de Fermina Daza y el doctor Urbino fue Rafael Núñez, quien fuera tres veces presidente de Colombia en diferentes períodos. El viaje de luna de miel con destino a Paris pasa por el puerto de La Guaira, en Venezuela; y se mencionan, además, lugares y acontecimientos presentados por los recién casados durante su estadía en Europa, tal como el estreno de la ópera Los cuentos de Hoffmann.

Otro punto a tomar en cuenta es que las primeras experiencias amorosas de Florentino ocurren en el marco del sitio de Cartagena, liderado por el general rebelde Ricardo Gaitán Obeso, hecho registrado en 1885. Previo a la muerte del doctor Urbino, se comenta la visita del Presidente colombiano don Marco Fidel Suárez, quien ostentó el poder entre los años 1918 y 1921. El día en que muere Urbino se habla sobre el inicio de la primera presidencia asumida por el partido liberal, que pudiese estar referida al periodo presidencial de Enrique Olaya Herrera entre 1930 y 1934.

Breve reseña biográfica de Gabriel García Márquez

Hablar de la vida del “Gabo” sin extenderse resulta una tarea sumamente difícil. Su amplia trayectoria periodística, sumada a su prolífica producción literaria, lo han colocado entre los escritores latinoamericanos más importantes de nuestro tiempo.

Nació Gabriel García Márquez el 06 de marzo de 1927 en Aracataca, Colombia. Hijo de Gabriel García y Luisa Márquez; su la historia de su familia le sirvió de inspiración durante la escritura de muchas de sus obras. Cursó estudios de Derecho en la Universidad Nacional de Colombia; pero no los concluyó, pues decidió dedicarse al periodismo y a la literatura. Así, García Márquez se destacó como escritor, periodista, editor y guionista.

 

En el año 1955 publicó su primera novela, titulada La hojarasca. En 1961 se radicó en México, país que sería su hogar hasta el día de su muerte, y allí, en ese mismo año, publicó El coronel no tiene quien le escriba. Al año siguiente le tocó el turno a Los funerales de Mamá Grande. Sus obras fueron posicionándolo dentro del mundo literario latinoamericano.

Pero el reconocimiento mundial de García Márquez llegó con la publicación de la novela Cien Años de Soledad, en junio de 1967, que en su primera semana vendió ocho mil ejemplares y medio millón de copias en apenas tres años. La obra fue traducida a más de veinticinco idiomas y ganó cuatro premios internacionales. En 1982 recibió el Premio Nobel de la Literatura “por sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real son combinados en un tranquilo mundo de imaginación rica, reflejando la vida y los conflictos de un continente”.

García Márquez sigue con su producción literaria, publicando importantes obras como El otoño del patriarca, en 1975; Crónica de una muerte anunciada, en 1981; El amor en los tiempos del cólera, en 1985; y Noticia de un secuestro, en 1996.

Sus memorias fueron publicadas en el año 2002 bajo el título Vivir para contarla. Dentro de su trabajo podemos mencionar que escribió diez novelas, tres reportajes novelados y cuatro cuentos. Han sido publicadas al menos 16 trabajos que recopilan la labor periodística de Gabo, quien además escribió guiones para teatro y cine.

García Márquez forma parte importante del boom latinoamericano de la literatura. Sus escritos han sido objeto de estudios de diversa índole; en los que destacan los relacionados con su estilo narrativo y el realismo mágico. En sus últimos años, este notable escritor sufrió por un cáncer linfático que le ocasionó la muerte el 17 de abril de 2014, en Ciudad de Méxicos.

El amor en los tiempos del cólera: Frases

Sin duda alguna, la novela El amor en los tiempos del cólera presenta una narrativa sencilla en la que los sentimientos son inspirados por diversas causas, desde una apasionada carta de amor, pasando por una serenata de un violín solitario, hasta esperar más de cincuenta años, para ratificar una promesa de amor eterno. Aquí te presentamos algunas frases de esta hermosa historia de amor:

  • “Y la miró por última vez para siempre jamás con los ojos más luminosos, más tristes y más agradecidos que ella no le vio nunca en medio siglo de vida en común, y alcanzó a decirle con el último aliento: —Sólo Dios sabe cuánto te quise”.
  • Infieles, pero no desleales.
  • Le había enseñado que nada de lo que se haga en la cama es inmoral, si contribuye a perpetuar el amor.
  • El amor se hace más grande y noble en la calamidad.
  • La sabiduría nos llega cuando ya no nos sirve de nada.
  • El hecho de que alguien no te ame como tú quieras, no significa que no te ame con todo su ser”
  • Amor del alma de la cintura para arriba y amor del cuerpo de la cintura para abajo.
  • No sintió la conmoción del amor sino el abismo del desencanto.
  • Nada se parece tanto a una persona como la forma de su muerte.
  • Es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites.
  • Los hijos no se quieren por ser hijos sino por la amistad de la crianza.
  • La muerte no era sólo una probabilidad permanente, como lo había sentido siempre, sino una realidad inmediata.
  • Ya me sobrará tiempo para descansar cuando me muera, pero esta eventualidad no está todavía en mis proyectos.
  • Se puede estar enamorado de varias personas a la vez, y de todas con el mismo dolor, sin traicionar a ninguna.
  • Le enseñó lo único que tenía que aprender para el amor: que a la vida no la enseña nadie.
  • La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.

  • Esa mirada casual fue el origen de un cataclismo de amor que medio siglo después aún no había terminado.
  • Pero sabía, más por escarmiento que por experiencia, que una felicidad tan fácil no podría durar mucho tiempo.
  • El problema del matrimonio es que se acaba todas las noches después de hacer el amor, y hay que volver a reconstruirlo todas las mañanas antes del desayuno.
  • Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez.
  • Tenía que enseñarle a pensar en el amor como un estado de gracia que no era un medio para nada, sino un origen y un fin en sí mismo.
  • Ella interponía siempre una barrera de rabia para que no se le notara el miedo. Y en ese caso, el más terrible de todos, que era el miedo de quedarse sin él.
  • ¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? -Le preguntó. Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses, y once días con sus noches: -Toda la vida -dijo.

Al igual que en sus otras obras, en El amor en los tiempos del cólera Gabriel García Márquez no nos da respuestas fáciles o respuestas claras sobre el tema central que, en este caso, es el amor. Sin dejar de ser una narración exquisita, el autor muestra hace gala de la ambigüedad para en lugar de aclarar las cosas, enredarlas.

Así, El amor en los tiempos del cólera es muestra de las muchas caras del amor: desde el triángulo amoroso que viven los protagonistas, pasando por el amor joven, fiel e infiel, puro y a veces miserable, sexual y casto; hasta llegar al amor en los años de la vejez, el más intenso y si se quiere el más doloroso por la angustia del cercano final. Si te ha gustado este libro y deseas leer otros similares, haz click en los siguientes enlaces:

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