Un resumen de Jane Eyre y un análisis por capítulos

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Como Jane Eyre se titula una de las más destacadas novelas clásicas de romance y drama de todos los tiempos. Este resumen de Jane Eyre presenta la obra como una punzante crítica a la sociedad de su tiempo, defendiendo al amor y los derechos de la mujer en un mundo controlado por el hombre.

Resumen de jean eyre

Resumen de Jane Eyre

La escritora inglesa Charlotte Brontë redactó en 1847 el romance novelado de nombre Jane Eyre, el cual fue editado originalmente por Smith, Elder & Company, y que para la época de su aparición obtuvo gran popularidad estimándose actualmente como un clásico de la literatura en inglés y a su vez exaltando a la autora como una de las mas grandes novelistas románticas,

En un primer momento la novela se intituló «Jane Eyre: una autobiografía» y se editó bajo el apodo de Currer Bell. Fue exitosa de inmediato tanto para lectores como para la crítica. El autor William Makepeace Thackeray, a quien en un principio fue imputada la obra ya que la autora se mantuvo anónima algún tiempo después de su edición, fue uno de sus más fervientes defensores. La segunda publicación de su novela le fue dedicada por Charlotte en agradecimiento.

A esta obra ciertamente se le pudo haber considerado como una autobiografía, ya que la escritora tenía amores secretos con un profesor belga de nombre Constantin Heger. A este clásico literario se le estima como una de las primeras novelas feministas.

Resumen de Jane Eyre: Trama por Capítulos

El relato es contado por Jane Eyre quien al alcanzar la edad de diez años se encuentra bajo la custodia de la señora Reed, una tía política. El señor Reed, hermano de la progenitora de Jane, se hacer cargo de ella al quedar huérfana, pero al perecer él algún tiempo después, y pese a hacer prometer a su esposa que la cuidaría como si fuese su propia hija, Jane solo ha padecido de desprecios y maltratos de parte de los ocupantes en la lujosa mansión, Gateshead Hall.

Al comenzar Jane a objetar la injusticia con la que ha sido tratada, y a oponerse a ella, se le envía a una escuela para niñas, Lowood. Ésta es un instituto que se mantiene gracias a los donativos aportados para educar huérfanas. La aspiración del señor Brocklehurst, el tesorero, de transformar a las niñas en mujeres «infatigables, pacientes y sacrificadas» es excusa, para él, de las penurias que padecen en el lugar.

No obstante, la jefa de la institución, la señorita Temple, es una joven de gran talento y amabilidad, quien siente aprecio por Jane. A ella se le hace fácil hacer amistades, como Helen Burns, una niña que al poco tiempo perece de tuberculosis, dejándole una huella inolvidable de entereza y fe cristiana. Al ser contagiadas las alumnas por una epidemia de tifus se hacen mejoras a las condiciones sanitarias del lugar, en el que Jane transcurre unos ocho años, seis como escolar y dos como instructora.

Para la época en que se casa la señorita Temple, la cual era tenida por Jane como madre, tutora y amiga, Jane considera que no hay mas nada para ella en Lowood, de tal manera que publica en el diario local un aviso ofreciendo sus servicios como maestra privada. Su proposición es aceptada por la señora Fairfax de Thornfield, quien le brinda el doble del salario que Jane percibía en Lowood.

Previo a la partida de Jane, Bessie, su niñera anterior, la visita para decirle adiós contándole además que hace siete años  un tío suyo fue a buscarla a Gateshead antes de marchar a Madeira.

La señora Fairfax, quien fungía de ama de llaves de Thornfield, le proporciona una caluroso recibimiento, y le describe la situación grosso modo: ella llegó allí para ser la tutora de Adèle Varens, niña de unos ocho años, quien es protegida por el señor Rochester, dueño de la mansión y quien visita la propiedad ocasionalmente.

En el primer recorrido a la casa que hace Jane en compañía de la señora Fairfax, oye en el tercer piso una risa trágica y sobrehumana, y que según la señora Fairfax es de Grace Poole, una  empleada.

No obstante las mejores condiciones con las que ahora cuenta, en particular la libertad, aun Jane se sienta desdichada, como queriendo “algo” que ella misma no puede precisar. Se siente agobiada por la rutina de Thornfield. Cierto día, de camino al pueblo de Hay, presta su apoyo a un jinete que se ha caído de su montura, y al volver a la mansión se percata de que era su patrón, el señor Rochester.

Él se revela franco y abrupto, sin dejar de reconocer en ella su compresión y talento, y el duro empeño que le ha puesto a la niña. La señora Fairfax le confía a Jane que no fue sino hasta unos 9 años atrás que recibió en herencia las propiedades, al morir su hermano mayor con el que se había reñido. El dueño prontamente le expresa un extraño favoritismo, haciendo de ella su confidente, revelándole que Adèle es tal vez hija suya, fruto de una aventura con una traidora bailarina francesa.

RESUMEN DE JANE EYRE

Cierta noche, Jane oye como si rasguñaran fuera de su habitación y la misma tétrica risa. Al asomarse no ve  a nadie, mas se percata de que hay algo se quema en la dormitorio del señor Rochester, por lo que lo despierta y le salva su vida con ello. Él le implora no comentar lo ocurrido con nadie.

Jane vislumbra que hay un misterio en Thornfield. Sin exponer razones, el señor Rochester abandona la propiedad y retorna en compañía de amigos y una joven que se dice que le atrae, la hermosa señorita Blanche Ingram. Todo ello sirve para que Jane se percate de que se ha encariñado con él, si bien es cierto que no posee ni la belleza, ni la alcurnia o el dinero que una persona como él desearía.

A través de la permanencia de sus amigos un forastero, el señor Mason, hace presencia, no siendo su visita del gusto del señor Rochester. Al anochecer, Jane oye alaridos en el tercer piso y se hace cómplice de su patrón, quien tranquiliza a los demás, pero le solicita a ella su colaboración para que cuide del señor Mason.

Este había recibido puñaladas y mordiscos de una mujer, de acuerdo a lo que su enigmática conversación le deja intuir. Rochester le consigue a un doctor pero le hace abandonar la mansión antes de que amanezca.

Dado el amor y la consideración que Jane ha estado sintiendo por el señor Rochester le impiden preguntarle, como a ella le gustaría, para conocer qué es lo que le esconde. Él le confía cosas que solo han servido más para incrementar el misterio que para esclarecerlo. Repentinamente, el cochero de Gateshead hace presencia para notificarle a Jane de que su primo John ha fallecido y que la señora Reed, quien ha padecido una apoplejía, quiere verla.

La proximidad de la muerte no ha hecho cambios en la tía. Ha sido únicamente el arrepentimiento el que la ha empujado a llamarla. Hace tres años ella había recibido una misiva de John Eyre, tío de Jane, donde preguntaba por ella para pedir su adopción, y la señora Reed solo respondió que Jane había fallecido en Lowood, incapaz de tolerar la idea de verla mejorar.

Algo después de su retorno a Thornfield acontece un reunión casual entre el señor Rochester y ella. Él le anuncia que su hora de partir ha arribado, ya que él se encuentra a punto de casarse. Jane, que había percibido su vuelta a la mansión como el retorno al hogar que jamás tuvo, solloza y le confiesa que no quiere apartarse de él. Él le ruega que se case con él, y a pesar de que al inicio se muestra incrédula, Jane acepta.

El señor Rochester le revela que todo fue una inocente jugada con la señorita Ingram, para hacerle sentir celos y cerciorarse así de que ella estuviese tan enamorada de él como él lo estaba de ella. El plan es desposarse dentro de un mes, y el casamiento comprendía un cortejo tan excepcional como ha sido hasta ahora su noviazgo.

Jane quiere dejar clara su posición y mantener la consideración de su antiguo patrón, y rehúsa sus obsequios y halagos para probarle que ella no es una mujer como las que él habitualmente trata. En efecto, le redactó una misiva a su recién revelado tío, notificándole de su proyectado matrimonio, ya que la idea de tener una patrimonio propio y algo de autonomía en relación con el señor Rochester le anima.

Un par de noches antes de la boda, al tanto el dueño de la casa se encuentra de viaje, Jane halla al despertarse a una mujer que no conocía en su dormitorio, la cual destroza su velo de novia y, aproximándose a su cama, provoca que se desmaye de terror. Cuando le contó lo ocurrido al señor Rochester, éste procura persuadir de que era Grace Poole, pero que su imaginación convirtió su aspecto.

El día del casamiento, al preguntar el pastor a los asistentes acerca de algún inconveniente para dicho enlace, un abogado, Briggs y el señor Mason manifiestan que el señor Rochester se había casado quince años atrás con la hermana del segundo, Bertha Mason en Jamaica, y que ésta aún reside allí. Rochester conduce a todos a la mansión y permite que vean los alcoba de Grace Poole, y a quien ella cuida, una mujer trastornada que trata de atacarlos.

Briggs le notifica a Jane que la carta a su tío, recibida al tanto que Mason se encontraba con él en Madeira, ha ocasionado que se arriesgaron a rescatarla de este modo. Al atardecer el señor Rochester le relata a Jane que su casamiento fue arreglado por su progenitor y su hermano mayor, aun conociendo de la fragilidad mental que existía en la familia de los Mason, ya que la joven era una adinerada heredera.

A los cuatro años de accidentado matrimonio, con su esposa ya vuelta loca, y con su padre y su hermano ya fallecidos, él resuelve retornar a Inglaterra, confinar a la mujer en Thornfield, y llevar su vida como si nada hubiera acontecido, ya que nadie a excepción de Grace Poole y el doctor Carter, saben de ese matrimonio.

Pero aun sintiéndose sin ataduras no le fue posible conseguir el amor sino hasta conocer a Jane. Y le jura llevársela a Europa y consagrarse a ella como a una esposa por lo que le queda de vida. El relato de Rochester conmueve a Jane, a quien se le dificulta tomar una decisión, ya que se sabe amada por él, y ella de su parte le adora, por lo que se haya temerosa de que la angustia lo lleve a hacer algo aterrador.

Pero su disposición es firme; se guiará por los mandatos de la ley de Dios y no por aquellos de su corazón, reflexionando que las normas no fueron hechas solo para cuando sea fácil su cumplimiento. Al anochecer, al tanto el señor Rochester espera su reconsideración y se adhiera a la vida que él le brinda, Jane se evade en silencio de la casa, y aborda un coche con el poco dinero con que cuenta, para huir a una ciudad desconocida.

El coche la lleva hasta un apartado Whitecross, en el cual Jane se halla sin dinero, alimento ni cobijo por tres días, a través de los cuales se ve forzada a pedir comida a desconocidos, y a dormitar en los pantanos. Al día cuatro se atreve a aproximarse a una casa en la cual, tras despedirse de la sirvienta, se desmaya en la entrada. Es encontrada por el hijo del  dueño, quien recientemente había fallecido. St. John Rivers resuelve que él y sus hermanas la atenderán hasta recuperar su salud.

Al recuperarse Jane es preguntada por el hermano a quien le relata su historia real, diciendo llamarse con otro nombre y sin aludir al nombre de nadie más. El joven, que es un religioso, se ofrece para buscarle empleo, pero se muestra alejado  y arrogante. Las muchachas en contraste la reciben como a una hermana: ellas igualmente son institutrices y solo están en la casa por el tiempo que dure el duelo por su progenitor.

Cierta noche, una carta es recibida donde les informaron del deceso de un tío al que jamás conocieron, y quien le ha legado  toda su patrimonio a otro familiar, no a ellos, como esperaban que ocurriese. El señor Rivers logra conseguirle a Jane trabajo como maestra de una pequeña escuela que la señorita Oliver, hija del hombre más adinerado del pueblo, aspira abrir para las hijas de los campesinos.

Si bien Jane no esta plenamente satisfecha con su nueva ocupación, ya que no está habituada a ajetrearse con campesinos, reconoce de corazón el apoyo del señor Rivers, a quien compadece al percatarse de que él está encariñado de la señorita Oliver, pero que es parte de sus obligaciones contener sus deseos carnales, y el objetivo de transformarse en misionero le niega esta posibilidad de dicha terrenal.

Cierto día, al contemplar una pintura de la señorita Oliver pintado por Jane, el señor Rivers detalla en la cubierta la firma de Jane, quien, para probar su lápiz escribió en el papel su nombre verdadero. Esto conduce a una revelación asombrosa. El abogado Briggs le ha escrito para preguntarle por una Jane Eyre, su pariente, a la cual su tío le ha legado toda su fortuna, ya que nadie sabe su paradero desde que se marchara de Thornfield.

St. John, Mary y Diana vienen a ser primos de Jane por parte de padre, y su alegría por conseguir una familia finalmente, y el agradecimiento que les tiene por la ayuda que le han dado, le lleva a compartir su herencia de veinte mil libras entre los cuatro.

Pese a que Jane sigue afligida por el señor Rochester, de quien nadie sabe algo, vive una existencia serena y satisfactoria con sus primos en Moor House, hasta que St. John la pide en matrimonio para que le acompañe a Oriente a su encomienda.

Al tanto que Jane simpatiza con dicha idea, ya que la distanciaría de Inglaterra y sus aflicciones, y le posibilitará realizar la obra de Dios, un casamiento por vocación, como le plantea su primo, y no por amor, la inquieta y lo rehúsa en varias oportunidades, hasta que él emplea sus cualidades de predicador hasta casi persuadir, cuando ella oye la voz del señor Rochester quien la llama, y huye a su habitación.

Al próximo día, Jane sale hacia Thornfield y consigue a la mansión en ruinas. Le notifica que en otoño la mujer enclaustrada comienza un incendio durante el cual se arroja desde el tejado de la casa, y en el que el señor Rochester resultó ciego además de perder una mano. Jane se da prisa para encontrarse con él, y el reencuentro es emotivo, ya que él no cree que haya retornado, y le relata cómo la llamó aquella noche que ella lo oyó, y cómo el mismo la oyó decir que vendría.

Jane ha escrito esto una década después de su casamiento con el señor Rochester; su adorado ha recuperado en algo la vista para poder contemplar a su primer hijo, y el amor entre ellos ha sido dichoso y fructífero. Sus primas se han casado y su primo se encuentra moribundo en Oriente, pero considera ella que se halla satisfecho, ya que está a punto de ingresar al reino de Dios por el cual se ha afanado tanto.

Análisis de Jane Eyre

En este análisis de la obra literaria Jane Eyre se hace un resumen del simbolismo, imágenes y alegorí­as presentes en el transcurso del escrito.

El Cuarto Rojo

Igualmente conocida con el alias de «la habitación más espantosa de toda la historia»: evidencia de que la Sra. Reed obtiene la medalla a la más perversa tía de todos los tiempos.

Llamando al Dr. Freud

El cuarto rojo fue anteriormente la alcoba del tío de Jane, el tío Reed, y era asimismo la habitación en donde él falleció. Confinada Jane al cuarto rojo, llega a creer que el fantasma de su tío emergía de su sepulcro, lo cual ocasiona que ella experimenta un instante de trauma extremo que se transforma en histeria.

«Intenté calmarme, aparté el cabello de mi rostro, levanté la mirada y traté de vislumbrar a través de las tinieblas de la alcoba. En aquel momento, una insólita claridad se vio reflejada en la pared. ¿Era, llegué a preguntarme, un rayo de luz de luna que se atraviesa entre las cortinas de las ventanas? Empero la luz de la luna no se desplaza, y aquella luz se movía de lugar».

«Por un instante se reflejó en el techo para luego oscilar sobre mi cabeza. Ahora, luego de pasado algún tiempo, deduzco que tal luz vendría de alguna lámpara que, para guiarse en la oscuridad, llevara alguien que atravesaba el campo, pero entonces, persuadida mi mente a todos lo terrible, en angustia todos mis nervios, llegué a pensar que dicha claridad era quizá el inicio de una presencia del otro mundo».

«El corazón me palpitaba de prisa, las sienes me quemaban, mis oídos oyeron un raro sonido, como el acelerado aletear de unas alas invisibles, y percibí que algo horrendo y desconocido se me acercaba. Me sentí ahogada, oprimida; no podía aguantar más… Fui a la puerta y la golpeé con desespero».

Un resumen rápido: la tía de Jane, una dama de avanzada edad que se asume debería ser toda una madre adoptiva para ella (aunque parece más una madrastra perversa), confina a Jane en una alcoba que está completamente decorada en rojo. Y Jane se aterra al pensar que el fantasma de un hombre anciano y pariente de ella puede estar irrumpiendo en su cuarto.

Evaluemos: figura materna y paterna, espacio limitado. No requerimos de ir más lejos para realizar algo de psicoanálisis tradicional por aquí, ¿verdad? Iniciemos con un psicoanálisis muy similar al estilo de Freud. Observa: ese espacio restringido de color rojo puede compararse en cierta medida al espacio intrauterino.

La tía Reed, nuestra imagen materna, está sencillamente obligando a Jane a retornar al «útero». Y para agravar mas el panorama, ese útero, o, cuarto rojo, se ve luego asediado por una figura paterna.

¿Suena alocado? Lo es. Jane no está sencillamente renaciendo (lo cual es lo que suele ocurrir, simbólicamente, cuando se confina a alguien a un espacio encerrado) sino que está siendo engendrada de nuevo. Esto es procreación en reversa: en vez de la figura paterna ingresando a dicho espacio o útero seguido por la materna para liberar a un ser fuera del lugar cerrado, nos encontramos con la figura materna llevando a ese ser de vuelta al encierro, seguido por el ingreso de la figura paterna.

Entonces, ¿cuál es su significado? Un cúmulo de cosas. Puede comprenderse como que la tía Reed pretende erradicar a Jane completamente. Puede representar el hecho de que la madre y el padre de Jane desempeñan un rol secundario en esta narración y que las tías y tíos devienen en figuras parentales. O puede que esta nuevo significado sea evidencia de que Jane está verdaderamente sola en el mundo.

Pero no hemos de pararnos  aquí. Ciertas interpretaciones que no son tan afines al estilo de Freud: el cuarto rojo es semejante a ese otro lugar notoriamente rojo: el infierno. Jane es verdaderamente muy cautelosa en lo concerniente al pecado luego de este percance, ¿verdad?

Por otro lado, puedes asociar la experiencia del cuarto rojo como elemento del inenarrable trauma del sufrimiento. Has de recordar que Jane llega a perder la consciencia al no puede lidiar con la presencia en su cuarto y jamás puede en verdad decir cuál es el problema (aparte de que posiblemente sea un fantasma). En cada oportunidad futura en la que Jane sufre es como si retornara al cuarto rojo.

Avena Asquerosa

Es cierto, que la comida menos apetecible en Jane Eyre es igualmente uno de sus símbolos de más poder. Existen dos instantes de gran relevancia vinculados con la (realmente asquerosa) avena en la existencia de Jane. El primero tiene lugar en Lowood, al llegar Jane le es servida a ella y a las otras chiquillas avena quemada como desayuno.

Es tan repugnante que nadie se puede alimentar de ella y la señorita Temple acaba por darle a las niñas una comida adicional a través del día para sustituir a la que perdieron, lo cual enfada al Sr. Brocklehurst. El segundo momento acontece en el tiempo que vive Jane de vagabunda errante, al serle dado por una mujer y una niña pequeña que cuidaban de un cerdo, un cuenco con avena fría y endurecida que el cerdo no deseaba comer. Y los cerdos se alimentan de lo que sea.

Entonces, ¿Cuál es su simbología? Esencialmente un grado de humildad y subordinación que jamás nadie lograría de modo natural. El Señor Brocklehurst considera que si a las niñas se les da avena, ellas deben o bien 1) comérsela y dar gracias de todas maneras y «disciplinar la carne» o bien 2) aguantar hambre y emplear esa oportunidad para «disciplinar la carne».

No obstante, se puede asegurar que él jamás ha perdido una comida en su vida, y que cualesquiera de estas alternativas es un atroz sacrificio y no una genuina ocasión de crecimiento espiritual. Al ser obligada Jane a comer la avena helada y dar gracias por ello más adelante en la novela, nos percatamos de que la han situado en ese mismo indigno nivel que solo alguien como el Señor Brocklehurst (¡o la sra. Reed!) desearía que ocupase.

Fuego

Los incendios de mayor importancia en la trama de Jane Eyre son los dos hechos de incendio deliberados de Bertha: el primer fuego tiene lugar al final del Tomo 1 (Capítulo 15), al prender fuego Bertha a la lencería de Rochester, y el segundo al final de Tomo 3 (Capítulo 10), al Jane descubrir que fue Bertha quien incendió Thornfield iniciando el fuego en lo que cierta vez fue la alcoba de Jane.

De cualquier manera, destacaremos algunos detalles del primer caso: Bertha inicia un fuego en la ropa de cama de Rochester. Se sabe que uno de los inconvenientes primordiales en el matrimonio de Bertha y Rochester es que, pese a ser bella y atractiva (Rochester nos precisa que era «del tipo de Blanche Ingram»), contaba con un tremendo deseo sexual. Ella «no era casta» y «arrastró» a Rochester a «tribulaciones terribles y humillantes».

Para logra una traducción de ello sin reparar en el recatado lenguaje del siglo diecinueve: ella le fue infiel en varias ocasiones y todos sabían de ello. El apetito sexual que Rochester sentía por Bertha en un inicio, la consideración sexual que ella recibía de un cúmulo de hombres que la apreciaban, y sus devaneos amorosos: todo esto produce el incendio de su cama. Por otro lado, Jane llega a extinguir las llamas literales únicamente para encender otras del tipo metafórico.

Algún tiempo después, Bertha traslada sus inclinaciones pirotécnicas a la alcoba de Jane, al parecer pretendiendo objetar de manera directa la propia inclinación sexual de Jane hacia Rochester. Pero igualmente está trasladando a Jane su naturaleza eminentemente sexual. No podemos olvidar que Jane se llama a si misma «fuego» al conversar con St. John Rivers.

El incendio ocasionado de Bertha igualmente representa emplear el poder de la sexualidad para arruinar el hogar de Rochester. El incendio de Thornfield es un genuino paralelo del mundo verdadero con su incendio metafórico: el hecho de que Jane deja a Rochester después de que él la desea con intensidad hace que él trate de cometer bigamia.

Hielo

De cualquier manera, Jane no solo muestra particular interés en las figuras de aves en paisajes del ártico al leer «La Historia de los Pájaros Ingleses» de Bewick cuando era niña, sino que en su adultez ella igualmente dibuja un paisaje de fantasía colmado de hielo y nieve que al parecer posee una significación especial para ella.

Al decidir que tiene que abandonar a Rochester, ella reflexiona que «ha de ser hielo y roca para él» en ve de hacerle saber  que ella igualmente siente cariño por él. Obviamente, el personaje más apático no es Jane misma sino St. John Rivers, quien es un «hielo de discreción» y señala que «no hay fervor que lo contagie». (Más adelante, Jane le indica a Rochester que St. John es «tan gélido como un témpano de hielo.»)

El embelesamiento por el hielo de Jane al parecer es resultado de su naturaleza enérgica: ella misma aparenta ser fría, pero es en verdad inconcebiblemente encendida y apasionada y se enfada mucho por la injusticia. Como consecuencia, se fascina por todas las cosas heladas ya que ella no puede ser así.

Su solitario intento de conducta de hielo, fue el rechazo a Rochester, que tuvo como resultado el conocer a St. John, quien le demuestra lo poco envidiable que verdaderamente es mostrar un comportamiento apático con el mundo. En efecto, la carencia de pasión de St. John parece ser casi indecente.

El Castaño Destrozado

El día siguiente al que Rochester le plantea matrimonio a Jane debajo del gran castaño de Indias sembrado donde termina el huerto, le cae un relámpago al anochecer, y le parte en dos: «al anochecer había caído un rayo en el castaño del jardín y lo había casi destruido» El suceso de que algo íntegro sea partido en dos de modo violento precisamente después de que dos personas posadas a su lado hayan resuelto juntar sus vidas, no se puede tomar como señal de buen presagio.

La verdadera inquietud es si el árbol simboliza a Jane y Rochester o únicamente a Rochester. Si el árbol representa a ambos, su enlace, entonces la parte que se divide de la otra es Jane, quien es apartada de Rochester por su particular deseo de impedir la tentación.

Pero mucho más adelante en la novela, Rochester llega a compararse a sí mismo con el árbol partido en dos y a Jane con una novedosa planta: -Me siento como el vetusto castaño del huerto sobre el que se precipitó aquel rayo, murmuró Rochester. ¿Con qué derecho se siente esta ruina a que un capullo en flor el perfume con su frescura?

La idea es no hacerte elegir entre estas dos versiones del símbolo sino proponer que ambas coexistan: el árbol simboliza a Rochester, pero igualmente a Rochester y a Jane juntos ya que Rochester no puede ser él mismo en su ausencia, y debido a que él jamás se recobrará completamente del trauma de su alejamiento (así como el árbol jamás será el mismo tras la caída del rayo).

La Loca del Desván

No se puede emprender una discusión sobre el simbolismo en Jane Eyre sin encontrarse con la loca del desván. Dicha frase «la loca del desván» es el invento de dos afamadas comentaristas literarias feministas: Sandra Gilbert y Susan Gubar, quienes redactaron un libro con ese título en 1979.

La frase, obviamente, hace referencia particularmente a Bertha Mason, la «en ocasiones esposa» de Rochester, ahora una rea alocada confinada en el desván de su casa teniendo a Grace Poole como su cuidadora. Gilbert y Gubar crearon una hipótesis crítica sobre la figura de esta «loca del desván»: ella simboliza toda la ira y dolor revueltos vividos por la autora del texto (para este caso, Charlotte Brontë).

Puede que a Bertha se le confine, se le tenga oculta y se le tilde de demente, pero no hay quien puede negar su energía o poder: ella es sexualmente vigorosa, maliciosamente talentosa y completamente desalmada. No hay quien la puede matar, tampoco, ya que ella al parecer es invencible (en esta novela, obviamente, ella escoge suicidarse).

Dibujar Retratos

Jane pinta cuatro retratos trascendentales en el curso de la novela: uno de ella misma, otro de cómo ella figura a Blanche Ingram, uno de Rochester y otro de Rosamond Oliver. Los dos iniciales los dibuja simultáneamente para poder confrontarlos y acordarse de cuán vacía y dramática es. El de Rochester lo pinta casi inconscientemente al tanto va de vuelta a Gateshead para cuidar a la moribunda Sra. Reed.

Ella traza el retrato de Rosamond Oliver para provocar que St. John admita que guarda sentimientos por esa mujer. La capacidad de Jane de captar la semejanza de ella misma y de quienes están a su alrededor nos hace acordar de su talento para la reseña narrativa y los análisis agudos de la gente que conoce.

Puede que en la trama de la novela, Jane esté elaborando retratos verdaderos, pero en el escrito de la novela, ella igualmente crea estos cuadros, pero de manera mas activa. La destreza artística de Jane nos rememora de su habilidad para contar historias y de los metódicos detalles en éstas … quizás un talento que en ocasiones resulta un tanto sagaz y un poco difuso.

Resumen de Jane Eyre: Escenario

La ambientación de esta pieza literaria transcurre en la Inglaterra rural del siglo diecinueve y en lugares que fueron concebidos casi en su totalidad por la autora pero que guardaban particular similitud con sitios similares de la época.

Dónde se Desenvuelve la Historia

Gran parte de los nombres de los sitios y escenarios en Jane Eyre son completamente inventados: son nombres de viviendas (Gateshead Hall, en el cual residen los Reed; Thornfield Hall y Ferndean Manor, donde se ubican las casas del Sr. Rochester; y Moor House, en la cual habitan los hermanos Rivera), de escuelas (Instituto Lowood) o de modestos pueblos imaginarios (Millcote, Morton) que tiene mucho parecido a numerosos lugares en la sección norte central de Inglaterra del siglo diecinueve.

Más aún, jamás llegamos a tener detalle alguno de dónde precisamente nos hallamos que no sea «la sección norte central de Inglaterra». Es relativamente el similar ingles de crear algo que sucede en el «medio oeste»: es un término general para una región con una cierta distinción, pero no es un sitio particular como Kansas. Jane jamás va siquiera a Londres, que al menos sería una localidad inglesa verdadera.

De modo más específico, todos los escenarios de Jane ofrecen un conjunto de espacios internos y externos por los cuales ella circula: Gateshead y el paseo al aire libre, Lowood y sus bosques y ciénagas, Thornfield y su huerto y bosques, y los páramos que discurren desde Thornfield hasta Morton.

De tal manera que Jane siempre puede desplazarse sin inconvenientes entre el mundo natural y los espacios de hechura humana, un ejemplo más de sus insólitas y mágicas destrezas para atravesar fronteras.

¿Qué Significa un Nombre? Mucho.

Cada una de las viviendas o sitios imaginarios pero particulares en los cuales Jane vive simbolizan una cierta fase de su vida. Su niñez la transcurre en Gateshead y acaba (mayormente) al alcanzar su nacimiento ético con el percance en el cuarto rojo. Detallamos el nombre: Gateshead. Este sitio es su «ingreso» (o gateway, en inglés) al resto del mundo y la «cabecera» o el «origen» (head, en inglés) de todos sus inconvenientes.

Posteriormente ella principia su educación en el Instituto Lowood hasta que quiere emerger al mundo en búsqueda de fortuna. Lowood es «low wood» en inglés, o «bosque bajo» ya que allí es donde se levanta el lugar: en un valle bajo próximo a un bosque, pero igualmente porque es una etapa de «baja» en su vida.

Mas adelante arriba un amor de juventud en Thornfield (thorn quiere decir «espinas» y field «campo»), donde ella consigue misterios y tentaciones: un «campo de espinas» con un gusto casi simbólico o bíblico.

Luego Jane subsiste a un destierro provisional de Moor House y el modesto pueblo de Morton, en el cual consigue amistades y parientes en sitios poco probables y se colma de energía. No es casualidad que pueda reposar para su última aventura «afuera en el páramo», a plena naturaleza, lo cual igualmente detenta algo de religioso: esta fase en la vida de Jane puede estimarse como su «caminata por el desierto».

Por último, Jane vive un amor maduro en Ferndean cuando retorna a Rochester. Jane no puede sencillamente volver a su inocente amor de joven tras las vivencias que ha tenido; Thornfield ha de ser incinerado de una vez por todas y una novedosa «boscosa ladera» o un jardín del edén emerge.

Resumen de Jane Eyre: El Papel del Período

Igualmente es relevante percatarnos del efecto de algunas convicciones y tradiciones del siglo diecinueve en la obra. En una novela de una etapa posterior, el inconveniente central de bigamia ni siquiera persistirá ya que Rochester podría haberse divorciado de Bertha y proseguir con su vida.

La vinculación de Gran Bretaña con sus colonias, particularmente la India y las Antillas, y el impacto de la ley imperial en la cultura inglesa asimismo se evidencian, así como las ideas del siglo diecinueve sobre la enfermedad (la «tesis miasmática», la cual supone que la enfermedad es ocasionada por nieblas y lloviznas en vez de gérmenes).

Otra preconcepción del siglo diecinueve tiene que ver con el carácter («frenología», una pseudociencia de acuerdo a la cual se podía saber el tipo de temperamento de una persona según  la forma de su rostro y cráneo, y la cual era muy popular en dicho tiempo).

Resumen de Jane Eyre: Personajes

A continuación se presenta todo la plantilla de personajes relevantes y presentes en este resumen de Jane Eyre, para los cuales se hace una reseña acorde a la importancia del rol desempeñado en la obra.

Jane Eyre

Si Jane hubiera hecho de las suyas, posiblemente nos hubiese dicho que no tiene personaje alguno del que hablar; puede que esté feliz de ser sencillamente la «sencilla cuáquera institutriz» del Sr. Rochester, una huérfana que devino en profesora cuya ropaje era de color gris o negro, y quien jamás en realidad pierde la costumbre de llamar a Rochester su «señor».

Jane permanece demasiado tiempo como la fea del baile procurando que nadie se de cuenta de su existencia, en ocasiones literalmente, como cuando se oculta en las sombras al final del pasillo al tanto que Blanche Ingram y una agrupación de señoritas bien acicaladas pasa velozmente por ahí.

Ella inclusive procura ocultarse en la historia que narra; nos percatamos de que ella está encariñada con Rochester desde antes de que ella en verdad nos lo diga. Pero de algún modo somos de la idea de que, poniendo de lado su suspicacia y su sumisión, Jane es verdaderamente uno de los personajes de mayor fuerza e intensidad en la novela.

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Todo se inicia con el trauma infantil de Jané en el «cuarto rojo,» una alcoba extraña en Gateshead, en la cual su tío Reed pereció nueve años atrás. Al enfrentarse Jane a su perverso primo John Reed, su tía la confina a solas en el cuarto rojo como pena: únicamente están Jane, numerosos muebles de terciopelo rojo, unas pocas cosas blancas y un silencio estremecedor.

Tras lo cual algo comienza a acontecer. Quizás sea el fantasma mostrándose, quizás no, pero Jane enloquece completamente. Pero meditemos en el impacto que esta vivencia tiene en el temperamento de Jane y de lo que significa vivir la experiencia en primer lugar. (Procura olvidar por un instante que ella en ese tiempo cuenta con apenas diez años, que aparenta ser un poco mayor para sentir temor de fantasmas o muebles vetustos que atemorizan) De la siguiente manera es como Jane reseña sus sentimientos cuando la confinan al cuarto rojo:

«En aquella indeleble tarde el abatimiento dominaba en mi alma, un anarquía mental en mi mente y una rebeldía agresiva en mi corazón. Mis ideas y mis sentimientos se confrontaban alrededor de una pregunta que no alcanzaba a responder: «¿Por qué he de padecer esto? ¿Por qué me tratan así?» No lo entendí de manera clara hasta transcurridos muchos años».

Lo que se puede inferir de esto es que Jane razona mucho «con la cabeza», siempre examinando todo lo que le ocurre y siempre procurando descubrir por qué acontece de ese modo. Se resiste a ser enclaustrada por conducirse como lo hace en defensa propia, debido a que eso no es correcto. Para ella el real inconveniente no es la pena en sí: es solo el hecho de ser condenada sin motivo aparente.

En esta versión, el cuarto rojo es apenas un espectador inofensivo: el trauma de Jane es una «batalla mental» que tienen que vivir todos los niños en algún momento para comprender que en el mundo hay una injusticia que no se puede desaprobar, y que ellos mismos podrían vivirla.

Golpear tu Escritorio con una Regla Siempre les Llama la Atención

Jane experimentará numerosas relaciones amorosas distintas con los años, pero la mayor parte de ellas presentan la misma dinámica: la vinculación profesor-estudiante. El boleto que Jane necesita para marcharse de Gateshead es admitir hacerse una estudiante del Instituto Lowood, y al final obtiene la aprobación de la gente de su entorno por primera vez en su vida al trabajar duro y transformándose en una excelente estudiante.

Sus métodos de estudio le posibilitan convertirse en maestra e institutriz. Lo que significa, procurar una profesión y ganarse la vida (lo cual en la época victoriana es sumamente difícil para una mujer, particularmente joven, soltera y sin amigos de influencia).

El hecho de que la relación profesor-estudiante es vital para el triunfo de Jane significa que a ella frecuentemente le cuesta dejarla de lado. En efecto, la forma en la que se vincula con la mayor parte de las personas en su vida, de Helen Burns a Diana y St. John Rivers y al mismísimo Sr. Rochester, es a modo de su tutora o su discípula (o en ocasiones ambas).

Esto comienza con Helen; ella es de edad semejante a Jane y es su primera amiga sincera, pero ella igualmente conoce mucho más que Jane, tanto de labores escolares como de moral cristiana. Ella no es la equivalente a Jane; ella es la maestra de Jane, o al menos alguien que es admirada por Jane como si fuese un ídolo y de quien se educa.

La prima de Jane, Diana Rivers habrá de ser un tipo semejante de amiga; Jane nos lo manifiesta de modo directo al encontrarse con Diana y Mary: «Si en el trío que conformamos había alguien que supera a las demás, era Diana». Según Jane, esto es debido a que el tenerla como maestra le agradaba y le sentaba bien y que de tenerla como estudiante le gustaba y le sentaba igual de bien («Me gusta aprender con ella, y a ella le daba mucho placer enseñarte»).

En lo referente a sus amigas, entonces, Jane siempre retorna a la dinámica aprendida cuando niña, cuando era la alumna leal y las mujeres piadosas a su derredor eran profesoras.

¿Loco por la Profesora? Para Nada.

Una historia relativamente distinta es la conformada por los hombres en la vida de Jane. Ella no los admira de modo natural como profesores amigables, quizás sencillamente debido a que en todas sus vivencias formativas en Lowood, los personajes de autoridad eran mujeres talentosas y cariñosas u hombres egoístas y farsantes.

Lo anterior hace que sea dificultoso para Jane vincularse con hombres como Rochester o St. John, ya que ella no cuenta con un patrón emocional predefinido para tratar con sujetos que no están intentando cortarle el cabello a las chiquillas huérfanas para que sean vistas como más humildes (o algún otro insólito motivo como ese).

Al discutir Jane y Rochester sobre su relación, por ejemplo, Jane no permite que Rochester aclare que es mayor y por lo tanto más sabio; ella le habrá de llamar «señor» y recibe sus órdenes para complacerlo ya que él es su patrón… pero ella comprende que él no siempre lleva la razón y no vacila en reprenderlo por eso.

Por último se encuentra St. John Rivers. Al inicio, Jane puede enfrentar a St. John, mirarle a los ojos y expresar exactamente lo que para ella es necesario o no en su vida. Empero una vez que permite que St. John le enseñe el idioma indostaní, pareciese que ella está cada vez más bajo su dominio:

«Se reveló ante mi como un maestro muy paciente, muy comprensivo y muy exigente al mismo tiempo. Aguardaba mucho de mí, y al ver que colmaba sus expectativas, expresaba su aprobación a su manera. Paulatinamente fue asumiendo cierta autoridad sobre mí, y su influjo y atención me aparentaron ser más coercitivos que su indiferencia».

«Ya no me arriesgaba a hablar ni a reír con todas mis fuerzas al estar él presente, ya que un espíritu de clarividencia me avisaba que eso no era de su gusto. Yo entendía muy bien que a John sólo le agradaban los modales solemnes y las profesiones serias y que era inútil actuar de otra manera en su presencia».

«Terminé encontrándome bajo el impacto de una gélida sugestión. Si él llegaba a decirme: «vete», me retiraba; si «ven», me acercaba; si «haz esto», lo realizaba. Pero no era de mi agrado tal sumisión y hubiera optado por que, como anteriormente, mi primo no se dedicara a mí…»

Devenir en estudiante de St. John y acatar sus órdenes de la misma manera como se acata a un profesor dificulta que Jane conserve su propio temperamento y naturaleza. Ella ciertamente jamás llega a liberarse del influjo de St. John por si misma, y ella solo podrá retornar a Rochester cuando St. John se va de visita a Cambridge por algunas semanas y ella deja de percibirse como su alumna.

¡Pero Yo soy un Ser Superior!

En la primera década de la vida de Jane, a ella la amedrentan, la fastidian, la hacen sentir menos e inclusive le pegan. Pero mas adelante acontece algo verdaderamente interesante: sin mentor alguno o profesor (exceptuando a Bessie, la niñera, quien en ocasiones es algo amable con ella), ella se rebela en contra de la opresión.

Esta es apenas la primera de muchas ocasiones en que Jane muestra una sensibilidad ética que parece emerger de… la nada. Sin instrucción alguna, sin nadie más que apruebe sus ideas, Jane entiende lo que está bien y lo que está mal, y se enfurece cuando la gente que es injusta no es escarmentada.

Al tanto está en Lowood, y encontrarse Jane con Helen Burns aprende sobre un tipo de reacción distinta al dolor y la injusticia: en el Nuevo Testamento se señala «ama a tus enemigos» y «pon la otra mejilla». Para Helen, lo correcto es no perseverar en tus propios derechos sino en ser siempre modesta, perdonar y emular a Jesús. A Jane le asombra esta actitud, pero no la puede acoger:

– No, Helen; yo considero que no debo dar un buen trato a los que se dedican a maltratarme y debo saber protegerse de aquellos que me castigan sin motivo alguno. Eso es tan lógico como amar a las que me muestran cariño o admitir los castigos que me he ganado. De tal manera que Jane, al menos al inicio, es una de las que no olvidan nada. Ella debe asumir su propia defensa y guiarse por una interpretación rigurosa de las leyes morales.

Si Helen Burns simboliza el amor y la absolución del Nuevo Testamento en estos tiempos, la versión de niña de Jane Eyre simboliza el código de justicia de venganza del Antiguo Testamento: del tipo «ojo por ojo». Posiblemente se pueda adivinar lo que esto representa para el argumento: Jane va a tener que comprender cuándo sostener un principio, cuándo absolver y cómo saber distinguir entre ambas situaciones.

El gran dilema ético de la adultez de Jane es su reacción a la tentativa de Rochester de convertirla en su amante. Su resolución de alejarse del hombre que ama, que le brinda cariño, dinero y una vida cómoda, es evidencia una vez más del gran principio de moral que detenta. En efecto, en este punto, el hecho de obstinarse en este principio es para muchos un tanto enojoso. ¿No podía facilitarle la vida a Rochester? Él ciertamente se haya en problemas y la adora de verdad.

Quizás esa es la razón por la que tiene que conocer a St. John Rivers y comprender el motivo por el que el trabajo arduo y la moral son una buena idea, mas aun eso no necesariamente te conserva abrigado en las noches, si sabes de lo que hablamos. La resolución de Jane de volver con Rochester y expresarle que lo ha perdonado sucede cuando oye, de modo sorprendente, su voz que proviene de la nada y no cuando llega a saber de que él ha enviudado.

Quizás sus principios sí sufren cambios hacia el fin de la novela. Quizás sí aprendió algo de Helen Burns, al fin y al cabo.

¡Es un Ave! ¡Es un Avión! Es… ¿Un Duendecillo?

Bueno, hemos llegado hasta aquí: Jane igualmente es un poco rara. Un poco enigmática. Un poco… de otro planeta. No vamos a llegar tan lejos como para declarar que ella es verdaderamente un hada o un duendecillo, pero hay numerosas ocasiones en las cuales ella se muestra algo insólita: cuando de chiquilla se ve al espejo, por ejemplo, ella no se reconoce a sí misma.

Más adelante, al conocer a Rochester, ella espanta a su caballo. Cambia su estado de ánimo en un santiamén y ella usualmente está bromeando con Rochester o desmintiendo dulcemente. No es de sorprender que Rochester crea que ella es una clase de hada malintencionada (pero relativamente encantadora):

– Cuando la conseguí anoche en el sendero se me presentó uno de esos seres fantásticos que se muestran en los cuentos y temí que me hubiera hechizado al caballo. Aún no estoy seguro que no fue así…

– Si fuera osado, la tocaría, para constatar de que si es de carne y hueso, o bien un espejismo, que se esfumará a mi contacto, como un fuego fatuo en la ciénaga…

– Te burlas de mí, hadita mía. Me haces sentir como si no hubiesen transcurrido estos doce meses.

¿Por qué es que usualmente se asemeja a Jane, particularmente Rochester, con estos seres sobrenaturales? Bueno, puede ser que en verdad no sea un hada, pero meditemos en lo que de ella se muestra inusual o forzado o distinto a cualquiera:

  • Ella, en conclusión, es una forastera. Ella puede hacer amistades, pero al parecer a nadie le cae bien.
  • Ella es una persona singular, casi única.
  • Ella rehúsa aceptar que Rochester es mejor que ella solo por ser un hombre de más edad y experiencia. Ese es, definitivamente, un grado inusual de valentía para una heroína de la era victoriana.
  • Ella va con la corriente. No cuenta en realidad con una vivienda o una familia verdaderamente propia, así que al parecer fue puesta en el mundo sin conexión alguna con otro lugar enigmático.

Lo más destacable es que ella es la primera mujer en responderle con un «no» a Rochester. Y no hablamos de un simple «no, Sr. Rochester, no deseo que me compre trajes elegantes. Gracias». Nos referimos al gran NO. Ese término que en nuestra lección de educación sexual se nos enseña que siempre es una alternativa.

Rochester pudo haber hecho suya a Bertha, a Céline y a Giacinta y a Clara, pero no va a poseer a Jane hasta que ella se encuentre completamente preparada y estime que está moralmente bien. Todos estas clases inusuales de intransigencia, fortaleza y probidad hacen de Jane un ser del espacio en el mundo de la novela, así que no hemos de extrañarnos que Rochester usualmente la califique como un hada, un duendecillo o un espíritu de otro planeta.

Resumen de Jane Eyre: El Señor Edward Rochester

El Sr. Rochester es de aspecto serio, con cejas tupidas, de facciones rudas, grosero, descortés, libidinoso, tiene el doble de edad de Jane, siempre está a punto de agredir a alguien, le gusta mandar a la gente, conserva a su esposa confinada en el ático y molesta a Jane al menos una vez hasta hacerla llorar. Y aquí está la parte carente de sentido: por todo eso es que él es lo máximo.

A lo mejor es sumamente feo. Y todo un patán. Lo que queremos significar es que es una figura que parece auténtica y no un caballero joven bien parecido, presumido y creído quien pronuncia naturalmente todas las cosas apropiadas y no cuenta con una personalidad propia. Esta novela no es acerca de una conducta correcta: es acerca de la pasión.

La Bella y la Bestia

Rochester es algo así como el cuento de «La bella y la bestia». Él posee inclusive una clase de melena despeinada que le hace ver un poco como la bestia, y al terminar la novela, al recluirse a Ferndean y pasársela compadeciéndose de si mismo, se le reseña como una bestia o ave salvaje encadenada, al que es arriesgado aproximarse en su deprimente desdicha.

Obviamente, si Rochester es la Bestia, Jane habrá de hacer algo para domesticarlo. En vez de someterlo de una buena vez, ella pone en práctica pequeñas maneras de manipularlo: enojar al excitarse sexualmente para que él comience a vociferar palabrotas en vez de pegarle, como cuando se enfrentaron por vez inicial:

«Delante de extraños yo me mostraba, como anteriormente, atenta e imperturbable, y apenas en nuestras reuniones a solas me permitía contradecirle y ofenderle. Todas las tardes, a las siete en punto, me mandaba a buscar y, al presentarme yo, las delicadas frases de «amor mío», «querida» y otras semejantes no eran expresadas por sus labios. Las mas gratas que me brindaba eran «muñeca insolente», «espíritu perverso», «hechicera», «veleta», etc».

«En vez de mimos, me hacía muecas; en vez de darme la mano, me pellizcaba; en vez de darme besos, me daba fuertes jalones de orejas. Pero yo era proclive a estas muestras de cariño a otras más íntimas.[…] Rochester aseguraba que yo le quemaba la sangre y me hacia amenazas de fieras retaliaciones en lo futuro».

«Empero me burlaba de sus amenazas, ya que creía actuar de manera correcta y estimaba que después obraría de la misma manera, ya que si lo ejecutado hasta ahora no era apropiado después, algo distinto se conseguiría. Mi faena, no obstante, no era de fácil realización. En numerosas ocasiones hubiese optado por complacer a Rochester en vez de torturarle».

Existe más riesgo en estas curiosas citas por la tarde que en cualquier otra ocasión. En algunas partes, el lector se puede sentir algo nervioso de que Rochester sea muy salvaje o muy incapaz de dominar sus deseos. Confesamos sentir algo de temor por lo que le puede ocurrir a Jane en algunos de esos instantes donde él la retiene con fuerza de manera desbocada.

Esto es muy semejante a la forma en la que Jane ha tenido que idear maneras para tomarle el pelo a Rochester y entretenerlo día a día para que no deje de interesarse en ella o por lo contrario pierda el control y la obligue o inclusive la viole. Las dos se muestran como probabilidades en distintas ocasiones en la novela, pese a que Rochester añade luego que él jamás hubiese perjudicado a Jane.

No intentamos afirmar que esta es una relación sana… pero al parecer a Jane y a Rochester les agrada. Usualmente juegan con la dinámica del poder: a Jane le encanta llamar a Rochester su «amo» y «servirle», pero igualmente se evidencia que ella es más poderosa que él, tanto emocional como éticamente, y que él la necesita con desespero.

A Rochester le agrada estar excusándose: no es una persona perversa por naturaleza. Él sencillamente se encontraba en una desagradable situación en lo relacionado con Bertha. ¿Acaso tenía otra opción distinta a confinar en el desván y hacerse camino por Europa?

¿Y qué se espera que haga ahora que no puede divorciarse? ¿Sencillamente encargarse de su esposa por lo que le queda de vida, sabiéndose poseedor de todo su dinero y que la envió al otro lado del Atlántico bastante alejada de amigos y familia que pudiesen darle ayuda? Por lo demás, no le quedaba otra alternativa más sensata que la bigamia, ¿verdad?

Jane es diferente a todas las demás mujeres que le antecedieron en la vida de Rochester ya que ella no va a permitir que él se haga de la suyas con esa clase de lógica falsa. Las explicaciones prolongadas y exquisitas de Rochester de por qué esta coyuntura en particular requiere de un tipo novedoso y distinto de moral no persuaden de ninguna manera a Jane:

[Sr. Rochester:] – Ya que mi felicidad esta negada, he de tener derecho a disfrutar de todos los placeres que pueda conseguir en la vida; y así lo haré, al precio que sea.

[Jane:] – Y se convertirá en un hombre más depravado, señor.

[Sr. Rochester:] – Puede que si, o quizás no, ya que, ¿y si consigo en tales placeres algo acogedor y dulce, tan agradable y dulce como la miel silvestre que la abeja almacena entre los arbustos?

[Jane:] – ¡Qué triste debe de ser eso!

[Sr. Rochester:] -¿Acaso usted sabe algo? […] -¿Quién habla de equivocarse ahora? ¿Quién puede aseverar si la idea que viene a la mente es un error o al contrario una inspiración? ¡En este momento siento una idea que me provoca! Y le afirmó que no es nada perversa. Al menos, se muestra ataviada con los ropajes luminosos de un ángel. ¿Cómo no aceptar a un visitante que se adentra en el alma tan resplandeciente de luz?

Rochester realiza dos suposiciones sobre la ética aquí que son distintas a las de Jane: 1) que algo ha de estar bien y ser bueno sencillamente porque es agradable, y 2) que los valores morales no son definitivos ni invariables sino que son dependientes de la situación de cada persona.

Jane desconoce lo que está pensando él a esta altura, pero nosotros sí sabemos: que no podía considera mal para él envolverse de forma romántica con ella ya que él no cuenta con romance alguno en su vida y detentar una relación con Jane sería muy conveniente. Puede que Jane no se encuentre persuadida, pero quizás el lector sí lo esté, aunque sea un poco.

Siempre nos encontramos prestos a tolerar algunas de las fallas más resaltantes de Rochester para complacer la pasión que él y Jane experimentan. Esa es una de las cosas insólitas de la novela Jane Eyre con un cariz moralista: pese a que Jane usualmente traza la raya en la arena y sustenta sus principios, inclusive el lector éticamente riguroso de la época victoriana podría comenzar a ver las razones por las que las afirmaciones de Rochester sobre la relatividad moral tienen algo de sentido.

Al fin y al cabo, él sí fue engañado por su padre y su hermano cuando era muy joven y lo mintieron para que se casara con Bertha.

Cegado por el Amor (y una Casa en Llamas)

No nos asombra que Rochester se haya lastimado por el fuego que arruina Thornfield Hall, pero tal vez sea algo curioso que una de sus heridas sea ceguera. Con un ojo desprendido y el otro bajo inflamación, Rochester es más horrible que nunca, y ahora además no puede ver.

Nos agradaría poder compartirles que él puede ver: él «ve la falla en su conducta», y eso relativamente es verdad. Al menos, Rochester afirma que lo entiende:

«Procedí de mala forma al intentar empañar la castidad de mi inocente flor, y el Todopoderoso me lo imposibilitó. […] Empero la justicia divina continuó su curso y me fue necesario atravesar el valle sobre el que arroja su sombra la muerte. La pena ha sido justa y ha avergonzado mi orgullo para siempre».

«Yo, que me ufanaba de mi fortaleza, debo someterme a ser guiado por otro, como el más frágil de los niños. Al final, Jane, y solo al final, empiezo a sentir remordimiento y pesar y anhelo encontrarme con mi Creador. Hasta suplico en algunas oportunidades: oraciones muy cortas, sí, pero sinceras…»

Lo que Rochester al parecer entiende es que su tentativa de bigamia habría afectado negativamente a Jane («he ofendido a mi inocente flor»). No considera que le ha afectado a él de modo negativo en el sentido moral, pero al menos es un inicio.

Por último, ¿cuál es el significado de que Rochester recupere la visión dos años después de haberse desposado con Jane? Quizás cualquier tipo de erudición que recibió al tanto estaba luchando con ese mal rompimiento se desvanece igualmente y se siente de nuevo con derecho al regocijo y a la felicidad. Quizás sencillamente significa que requerimos tener milagros al final de un romance para percibir verdaderamente que tenemos ese clásico final feliz.

Bertha Mason

Bertha Mason: ¿es ella la cónyuge maltratada o sencillamente «la loca del desván»? La herencia de la familia de Bertha es complicada y la coloca en una posición comprometida. Ella es medio criolla y medio inglesa, se crió en Jamaica entre la mitad noble británica de su familia, y ya desde entonces no es parte ni de uno ni de otro mundo.

Ella igualmente padece de locura congénita. Rochester asegura que ella, además de ser promiscua era afecta a la bebida, y sus excesos provocaron su locura cuando era joven, pero él no es precisamente un testigo objetivo. Es evidente que ella y Rochester en realidad jamás se llevaron bien y que nunca se llegaron a conocer previo a su casamiento. De tal manera que los dos fueron embaucados por sus familias.

Demasiado jóvenes y tontos, y ninguno de los dos verdaderamente pensó en tomarse las cosas calmadamente y meditar antes de ofrecer sus votos matrimoniales. Como producto de ello, Bertha vive la mayor parte de su vida adulta confinada en un cuarto: una temporada en una alcoba en Jamaica y una década en el desván en Thornfield. No obstante, la reacción piromaniaca y asesina de Bertha ese ciertamente algo extrema.

El acto de arrastrarse a gatas produciendo ruidos de animales y sonriendo de modo espantoso igualmente sugiere que el hilo de su cordura se había roto desde hacía rato. No obstante, ella aun se da cuenta de algunas cosas: se percata de que Rochester y Jane van a desposarse, e igualmente se muestra a Jane desbaratando su velo de novia, quizás intentando disuadir con cortesía o al menos darle una indicio de que su casamiento con Rochester no iba a funcionar.

Resumen de Jane Eyre: St. John Rivers

Él tampoco es un verídico santo, es sencillamente un primer nombre curioso, a pesar de que él sí considera que es uno de los escogidos. Quizás St. John no sea formalmente canonizado todavía, pero él está muy persuadido de que está próximo a serlo. Al fin y al cabo, él hizo un seria penitencia de la carne para resignarse de todos sus deseos y transformarse en un misionero en la India.

Esto, al parecer, tiene mucho sentido. Él sencillamente no está complacido de vivir una existencia calmada, corriente, doméstica. Él detenta ese anhelo de ciertas personas para buscar y salir airosos de retos y situaciones insufribles.

Pero existe algo que él no ha podido dejar de desear: la señorita Rosamond Oliver, la hermosa adinerada del vecindario. Ella lo adora, él la venera, el padre de ella lo admite, debe funcionar. Y St. John simplemente se vuelve nada cada vez que la ve. Pero considera que ella no sería una buena pareja para un misionero y por eso no quiere evidenciar sus sentimientos hacia ella. Su renuncia al proyecto de misionero en la India es sencillamente inviable.

Fuera de esta única pasión, St. John es «pétreo y frío», él está «congelado», él es «gélido como un témpano de hielo». Quizás sea bien parecido, rubio y de ojos azules, pero él hasta puede ser «ya no de carne sino de mármol», como una variedad de efigie griega de Apolo. Al proponerle matrimonio a Jane, a quien estima una buena esposa para un religioso, ella se queda en shock con la noción de que él es capaz de desposarse con alguien que no ama.

La Señora Reed

La tía política de Jane es una mujer egocentrista e indiferente que envanece a sus tres pedantes hijos: John, Eliza y Georgiana, y aborrece a su sobrina. La aversión de la señora Reed hacia Jane solo se acrecienta al realmente defenderse Jane y rechazar la atrocidad y opresión de su tía.

En lo referente al argumento de la novela, la Sra. Reed ejerce dos funciones relevantes. Primero, ella es la rival de la niñez de Jane, y al experimentar las peleas con ella se cultiva en Jane el rencor por la injusticia. Más adelante en la novela, al encontrarse moribunda, la Sra. Reed se transforma en la oportunidad de Jane para evidenciar que ha aprendido una lección sobre el perdón cristiano merced a su amistad con Helen Burns.

Helen Burns

Helen es la mejor y compasiva amiga de Jane en el Instituto Lowood. Helen es sumamente talentosa, tranquila y cariñosa, pero su particularidad primordial es su apasionada fe religiosa. De ser Jane Eyre una alegoría, Helen sería esencialmente la versión ambulante de las instrucciones del Nuevo Testamento para «mostrar la otra mejilla», «dar bendiciones a quien te maldice» y «amar a tus adversarios».

El Señor Brocklehurst

El hipócrita más grande de todos, el Sr. Brocklehurst, es el intendente de un internado para chiquillas huérfanas, el Instituto Lowood, la cual fue creado por uno de sus parientes. El Sr. Brocklehurst logra placer en su vida atemorizando a las niñas pequeñas, conservándolas casi muertas de hambre y con frío y amenazándolas con ir a parar al infierno por sus pecados, todo eso fingiéndose como un santo al hacerlo y pensando que Dios le la su consentimiento.

Resumen de Jane Eyre: La Señorita Temple

La señorita Temple, la maestra a cargo de el Instituto Lowood, es la única persona con poder para proteger a las colegialas de las atrocidades del Sr. Brocklehurst. La señorita Temple obtiene la lealtad eterna de Jane cuando se encarga de  investigar si en verdad Jane es una mentirosa, tal como lo señalan el Sr. y la Sra. Reed, o no lo es.

John Reed

John Reed, el primo de Jane, es un holgazán bueno para nada. De pequeño es un bravucón que se la pasa mandando a Jane, recordándole su pobreza y trata de impedir que pueda disfrutar de cualquier cosa, pese a ser cuatro años mayor que ella, por lo que debería tener un poco mas de madurez. ¿Qué clase de muchacho de catorce años necesita estar mandando a su prima de diez años para regocijarse de ello?

Eliza Reed

De pequeña, la prima de Jane, Eliza, es sencillamente otro integrante repugnante de la familia Reed; de adulta se transforma en una persona muy severa, correcta y cohibida al contemplar cómo los chicos van en manada detrás de su hermana Georgiana.

Después de todo, ella ha de convertirse en una robot, con cada lapso de quince minutos de cada día de su existencia planificados y organizados y sin ninguna clase de amigos o romances o relaciones afectuosas. Al morir su madre, ella se traslada a Francia y se convierte en monja.

Georgiana Reed

Georgiana Reed, su madre era la Sra. Reed y sus hermanos Eliza y John, y su prima de Jane Eyre, es completamente distinta a su hermana. Georgiana, una rubia gordita y bonita, cuenta con numerosos admiradores y romances y se hubiera evadido para desposarse con un lord si su hermana no la hubiera evidenciado con su madre.

Bessie

Bessie es la institutriz de la infancia de Jane. No es una persona perfecta ya que cuenta con mal genio y su conducta con Jane es muy inconsistente (en ocasiones le trae obsequios, otras veces le propina una bofetada sin motivo alguno, en otras oportunidades se desentiende totalmente de ella por un instante), pero ella es lo más parecido que Jane tiene como una madre o una amiga cuando reside en Gateshead.

Blanche Ingram

A Blanche Ingram no se le considera, si somos sinceros, una chica encantadora. Su padre fue uno de los vecinos remotos de Rochester, Blanche se prenda en él por su dinero y porque considera que un esposo poco atrayente sería fácil de controlar. Ella es una pretenciosas bella y egoísta con un verdadero problema de actitud.

Resumen de Jane Eyre: Adèle

Adèle es una alumna de Jane en Thornfield, una pequeña chiquilla nacida en Francia de unos diez años de edad e hija del Sr. Rochester con Céline Varens (quien ejercía la danza en la ópera y fue amante de Rochester). Ella es terriblemente precoz.

Ante todo, Adèle es una ocasión para Jane de demostrar sus aptitudes para la enseñanza y su compasión. Al conocerla Jane por primera vez, Adèle únicamente había estado en Inglaterra por escasos meses y jamás le habían solicitado que estudiara o que buscase un trabajo.

Diana y Mary Rivers

Las hermanas de St. John y primas de Jane, Diana y Mary Rivers, son jóvenes de gran amabilidad, piadosas y bien educadas que inmediatamente sienten simpatía por Jane. Mary no posee una gran personalidad, pero Diana es una líder y maestra natural. Diana instruye el idioma alemán a Jane y Mary, y su continua insistencia sobre el lugar de Jane en su hogar aproxima a Jane y St. John.

Rosamond Oliver

Rosamond Oliver es la dama joven y bella de la cual St. John se halla no tan discretamente enamorado, pero él estima que una boda con ella es inviable ya que porque ella no sería una esposa apropiada para un misionero.

Recepción de la Obra y Adaptaciones

El texto es innovador en la manera que piensa y actúa la protagonista, Jane Eyre, y en su modo de contemplar al mundo. Es tenida por cuantiosos años como una de las novelas pioneras del feminismo y en su tiempo fue muy controversial, a causas de ésta postura. Ha detentado diversas adaptaciones al cine.

Una de las más recientes data de 1996, en cuyo reparto se puede conseguir a la galardonada Anna Paquin (siendo una joven Jane Eyre) o a Charlotte Gainsbourg, a los cuales se sumaron Geraldine Chaplin y William Hurt. Aun así ésta no es la adaptación más célebre de la novela al cine, puesto que Orson Welles y Joan Fontaine fueron protagonistas en un filme de suma recordación en el cine clásico, interpretando a Rochester y Eyre, respectivamente.

Para 2007, la BBC produjo una laureada serie acerca de la novela. En los años 2010 y 2011 se llevó al teatro en Dublín de parte de Michael Colgan, siendo su protagonista la cantante Andrea Corr. En el año 2011 hizo su debut una versión que dirigió  Cary Fukunaga y protagonizó Mia Wasikowska en el rol que da nombre a la obra, actriz a la cual se recuerda por su labor protagónica en Alicia en el País de las Maravillas, de Tim Burton.

Adaptaciones Cinematográficas

Año – Cine/TV – Director – Protagonistas 19181918: Filme mudo – Edward José – Con Alice Brady y Elliott Dexter.
1921: Filme mudo – Hugo Ballin – Estelarizada por la esposa del director, Mabel Ballin.
1934: Filme – Christy Cabanne. Adaptación inicial oficial. – Con Virginia Bruce y Colin Clive.
1944: Film – Robert Stevenson – La versión clásica que mas se recuerda, con Joan Fontaine y Orson Welles.
1970: Filme – Delbert Mann. Esta es, indudablemente, la adaptación más vista y de mayor popularidad – Con Susannah York y George C. Scott.
1973: Miniserie de la BBC (5 episodios) – Joan Craft – Estelarizada por Sorcha Cusack y Michael Jayston.
1983: Miniserie de la BBC (10 episodios) – Julian Amyes – Con Zelah Clarke y Timothy Dalton.
1996: Filme – Franco Zeffirelli – Estelarizan Anna Paquin, Charlotte Gainsbourg y William Hurt.
1997: Filme – Robert Young – Con Samantha Morton y con Ciaran Hinds.
2006: Miniserie de la BBC (4 episodios) – Susanna White – Protagonistas Ruth Wilson y Toby Stephens.
2011: Filme – Cary Fukunaga – Con Mia Wasikowska y Michael Fassbender.

Biografía de Charlotte Brontë

El nacimiento de Charlotte Brontë aconteció un 21 de abril de 1816 en Thornton, Yorkshire (Gran Bretaña), siendo su progenitor Patrick Brontë, un religioso oriundo de Irlanda igualmente escritor, talentoso, riguroso, maníaco, de recio carácter, conservador y sumamente enamorado de su mujer, María Branwell y sus hijos.

Cinco fueron los hermanos, además de Charlotte: Emily Brontë, Anne Brontë, María, Elizabeth y Branwell. En 1820, a su progenitor se le designó rector del hoy afamado Haworth, poblado de los páramos de Yorkshire, al cual la familia se mudó a vivir.

La madre de Charlotte falleció el 23 de septiembre de 1821 y, en agosto de 1824, Charlotte y Emily fueron remitidas en compañía de sus hermanas mayores, María y Elizabeth, al colegio de Clergy Daughters, en Cowan Bridge (Lancashire), en el cual se enfermaron de tuberculosis. De esta escuela se inspiró Charlotte Brönte para reseñar la siniestra Lowood que se retrata en su novela Jane Eyre.

María y Elizabeth retornaron enfermas a Haworth y perecieron de tuberculosis en 1825. Por esta razón y por las execrable situación del colegio, la familia retiró a Charlotte y a Emily del instituto. A partir de entonces su tía Elizabeth Branwell, se hizo responsable de su cuidado.

Animadas por la lectura de la revista  Blackwood que era recibida por su padre, a partir de 1827 las hermanas y el hermano comenzaron a idear la magnífica confederación de Glass Town, un mundo ficticio para el que constantemente urdían historias de los reinos ilusorios de Angria, de Charlotte y Branwell, y Gondal, posesión de Emily y Anne. De los relatos de Angria se preservan numerosos cuadernos, más de Gondal ninguno.

En 1832 partió a Roe Head, al cual arribó a ejercer la docencia e hizo buenas amistades, entre las cuales están Ellen Nussey y Mary Taylor. Igualmente realizó trabajos temporales como tutora para las familias Sidgewick y White; era de la intención de fundar más adelante un colegio privado de señoritas con su hermana Emily, pero el plan no se llegó a ejecutar. En ese tiempo rechazó la oferta matrimonial del clérigo Henry Nussey, hermano de su amiga Ellen.

En 1842 Charlotte y Emily se incorporaron en el privado Pensionnat Heger de Bruselas con el objetivo de mejorar su dominio del francés; allí se encariño de Constantin Heger, el dueño de la escuela, un hombre desposado y con hijos, a quien les escribió algunas misivas de las cuales algunas se han conservado. Empero nada pudo concretarse puesto que, al fallecer su tía, se vieron forzadas a retornar.

Emily permaneció como administradora de la casa y Anne consiguió un trabajo como institutriz con una familia en las cercanías de York, en la que igualmente ingresó a trabajar su hermano como maestro particular de música. Las vivencias que Charlotte experimentó en Bruselas le fueron útiles a su retorno para reflejar la soledad, la añoranza y el alejamiento de Lucy Snow en su novela Villete (1853).

Su hermano Branwell, el predilecto del padre, muy capacitado para el dibujo y la pintura (pintó, por ejemplo, a sus hermanas), fue despedido por acusaciones de encariñado de la mujer de su jefe y comenzó a depender cada vez más del láudano y a la bebida, acabando alcoholizado y tuberculoso.

Para mayo de 1846 editaron las tres hermanas una serie conjunta de Poemas bajo los apodos de Currer, Ellis y Acton Bell, pero solo pudieron vender dos ejemplares. Pese a todo resolvieron proseguir la escritura y ensayaron la publicación de novelas. La primera que se editó fue Jane Eyre (1847), de Charlotte, igualmente con el sobrenombre de Currer Bell, y fue exitosa de inmediato.

Agnes Grey, de Anne, y Cumbres Borrascosas, de Emily, surgieron algún tiempo después en el mismo año. Al retornar a Haworth tras haberse ido cierto tiempo a ver a sus editores, consiguieron a un agonizante Branwell. Su hermana Emily falleció de tuberculosis en 1848. Anne pereció del mismo padecimiento en 1849, un año tras la publicación de su segunda novela, La inquilina de Wildfell Hall, y al tanto que Charlotte redacta Shirley (1849), asimismo bajo el pseudónimo de Currer Bell.

Una enorme depresión accedió a Charlotte. No obstante, bajo el auspicio de su editor George Smith, comenzó a conocer el Londres literario de su tiempo e hizo amistad con sus semejantes, en particular con su futura biógrafa Elizabeth Gaskell.

En 1853 editó su tercera novela, Villette, y se desposó en 1854 con Arthur Bell Nicholls, el cuarto hombre que le ofreció matrimonio y quien fue asistente de su padre. El 31 de marzo de 1855, bajo embarazo llegó a enfermarse para morir de tuberculosis como sus hermanas. Está sepultada en el cementerio de la iglesia de San Miguel y Todos Los Ángeles, de Haworth.

Su cónyuge ordenó destruir el medio millar de misivas que remitió desde su infancia a su amiga Ellen Nussey, pero esta había mentido ya que las había guardado para publicarlas al fallecer éste. Todo esta colección de correos fue esencial para la biografía que tiempo más adelante publicó Elizabeth Gaskell. También te pueden interesar estos artículos:

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