Resumen de El Viejo y El Mar de Ernest Hemingway

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En este artículo, podrá disfrutar de la interesante y maravillosa lectura en resumen de El Viejo y el Mar un libro de Ernest Hemingway, es una historia de un hombre anciano que tiene un amigo joven de nombre Manolín. Este viejo nació para ser pescador.

Resumen de El Viejo y El Mar

El Viejo y el Mar – Resumen de Ernest Hemingway

En la obra literaria se describe una zona costera pequeña, donde habita un viejo hombre dedicado a la pesca que desde sus inicios en este oficio, ha tenido la ilusión y anhelo de lograrlo, hasta que un buen día logra que una criatura marina muerda el cebo, que el pescador colocó para atrapar uno de ellos.

El Viejo y el Mar es un best seller de la literatura que logró obtener el premio Pulitzer en el año 1953, otorgado a dramaturgos importantes del siglo XX, como es Ernest Hemingway.

La obra comienza con la historia de un viejo pescador de origen cubano de nombre Santiago, que sale de pesca al mar en compañía de un muchacho a quien se conoce como Manolito, a quien los une un afecto de cariño, sin embargo, el muchacho lo abandonó en estas labores, debido a que se debía de ir con otros pescadores, quienes tenían más suerte a la hora de pescar, porque al parecer al viejo no lo acompañaba la buena hora para lograr su cometido, pero, él no continuaba prestando su atención y apoyo al viejo.

Un buen día, el viejo pescador, tomó la decisión de salir de pesca con la intención que espantar y acabar con la mala suerte al momento de pescar. El muchacho le había dado cebo. Luego de un buen trayecto navegando, de hecho dejó atrás la costa, cuando de repente sintió que un pez había mordido el anzuelo. Se trataba de una criatura marina, de enorme tamaño, que trataba de subsistir y batallar hasta su muerte, si era necesario.

La embarcación navego mar adentro por mucho tiempo hasta según el antojo del pez. Mientras, que la energía del viejo mermaba con los días, y pensaba que el gigantesco pez, en cualquier momento podía acabar con su vida. Sin embargo, su valor, le apoyaba para lograr sacarlo de las aguas del mar, en ese instante la fuerza su compañera sin considerar que temía por su vida en la hazaña.

Luego de una extensa y fuerte contienda, aquel fuerte y dominante pez, dejó de existir, el viejo pescador, estaba repleto de alegría, no pensaba que la criatura tuviera el gigantesco tamaño, lo ató a un lado de la embarcación, para dirigirse rumbo a la costa. Se trataba de un pez tan enorme, que era parecido cómo atar un barco aún más grande que el propio suyo”. Su esfuerzo era infructuoso si no lograba llevar la criatura a tierra firme.

Resumen de El Viejo y el Mar

Pero, sorpresivamente, y para desencanto del viejo, surgió entre las aguas, un tiburón, que vorazmente comenzó a devorar el pez atado en la embarcación, al ser visto por el pescador, le propició un fuerte golpe en la cabeza con el anzuelo.

Qué alivio, había espantando al asesino animal, sin embargo, la embarcación fue rodeada de muchos tiburones a causa de la sangre esparcida por el pez que estaba fuertemente herido.

De alguna manera, el viejo consiguió, combatirlos, pero era tarde, ya se habían devorado la mitad del pez. Al caer el ocaso, llegaron muchos otros tiburones que terminaron el animal, sólo dejaron la cabeza, la espina y parte de la cola, siendo elementos suficientes para atestiguar tan semejante aventura.

De esta manera, consiguió llegar a puerto, era entrada la noche y ninguna persona se encontraba en el lugar para que lo ayudara a desembarcar recoger los restos. Una vez que finalizó, la tarea se fue a su vivienda a descansar. Por la mañana del otro día, el muchacho estaba algo angustiado, se dirigió hasta su casa para verificar para saber cómo se encontraba, y entonces le dio la palabra que iría junto a él para las próximas pescas.

Los otros pescadores de la zona, elogiaron y reconocieron la hazaña de Santiago, al observar los restos del pez, que se trataba de un enorme pez espada.

PARTE I

Todo comienza, con la historia de un viejo que se dedicaba a la pesca sin compañía de ningún otro ser humano, mientras que su embarcación recorría las aguas saladas del Gulf Stream, estando por un espacio de ochenta y cuatros días en el mar que no conseguía atrapara un pez. Durante los primeros días lo acompañó un muchacho a quien llamaba Manolin.

Sucede, que al pasar mucho tiempo en el mar, y aún sin esperanzas de hacer una buena pesca, los padres del muchacho manifestado a su hijo que el viejo no tenía suerte, y a solicitud de los padres el jovencito tuvo que abandonar el bote del viejo, e irse en otra embarcación quienes contaban con mejor suerte y habían pescado tres enormes y hermosos peces durante la primera semana.

El hecho, acongojaba al jovencito, cuando observaba que el viejo retornaba con el bote sin nada, pero, siempre lo apoyaba a bajar los rollo de sedal, el arpón, y a enrollar el mástil. La vela estaba suficientemente reforzada con sacos de harina y derribada, que era como una bandera vencida.

El viejo tenía un aspecto delgado y desarreglado, además la piel de su cuello se le notaban marcados pliegues así como en su rostro; las blancuzcas manchas de melanoma de piel era visibles, producto del roce del sol en su cansadas manos y parte de sus mejillas. Su rostro y manos estaban envueltos de pecas, junto a profundas huellas a causa de manipular las duras cuerdas cuando amarraban los enormes peces.

Vale mencionar, que tanto las pecas como las cicatrices eran tan legendarias como el mismo tiempo del hombre navegando en el mar. Todo lo que poseía el hombre era arcaico.  Lo que resaltaba en él, eran sus expresivos y alegres ojos que tenían su color con el azul del mar.

-Santiago

-Le expresó el joven, mientras que escalaba la orilla donde estaba la embarcación varada. –Yo tendré la oportunidad de regresar con usted. Hemos conseguido algo de dinero.

El viejo, le había enseñado al joven de como pescar, y éste sentía un gran afecto por el anciano pescador.

-No, le contestó el viejo. –Tu vienes de un bote que tiene buena suerte. Continúa con ellos.

-Pero, acuérdese que una vez tenía ochenta y siete días, sin lograr conseguir pescar y después atrapamos peces enormes durante varias semanas seguidas.

-Lo recuerdo muy bien, le contestó el viejo. –Y tengo claro, que no me abandonaste porque perdiste la esperanza.

-Fue mi papá el que me obligó, aun soy muchacho y debo obedecer.

-Lo entiendo, le contestó el viejo. –Es normal

-Papá no tiene fe

-No. Pero nosotros sí, ¿cierto?

-Si respondió el jovencito. ¿Me acepta una cerveza en la Terraza? Después, llevaremos todos los implementos a su casa.

-A lo que el viejo respondió. -¿Por qué no?

Así fue, se fueron y se sentaron en la Terraza. Mientras que, varios de los experimentados y fuertes pescadores, se burlaban del viejo, sin embargo, él no conseguía enfadarse. Sin embargo, otros siendo los más viejos, lo observaban y sentían compasión y melancolía. Pero, no se lo hacían saber, refiriéndose con cortesía a las corrientes marinas y profundidades donde habían lanzado sus cuerdas, recordando las buenas épocas y sus experiencias.

Sobre todo los pescadores que en aquellos tiempos habían conseguido con fortuna, retornado y aseado sus agujas y las tenían colocadas sobre las tablas, mientras que dos hombres se estremecía a los extremos de las tablas, a la pescadería, donde aguardaba a que el camión cargado de hielo las transportará al mercado de la Habana.

Quienes habían atrapado tiburones los trasladaban a la fábrica de tiburones, al otro lado del puerto, donde les extraían sus vísceras, les cortaban las aletas y les despojaban y cortaban en trozos de carnes para salarlas.

Al tiempo que el viento soplaba hacia el Este, la emanación se expandía por todo el puerto, que provenía de la manufactura de tiburones, sin embargo, en la actualidad solo se sentía un escaso olor debido a que el viento retornaba al Norte, y después dejaba de soplar. Era un ambiente agradable en la Terraza, donde el sol abrigaba todo el ambiente.

-Santiago, expresó el joven.

-Qué, respondió el viejo.  Mientras que sostenía un vaso en su mano, recordando cosas del pasado.

-¿Puedo ir en búsqueda de sardinas para mañana?

-No, es mejor que vayas a jugar béisbol. Aun puedo, remar, y Rogelio lanzará la red.

-Me agradaría a asistir. Si no puedo pescar con usted, me gustaría ayudarla de cualquier otra manera.

-Me has invitado a una cerveza, -aclaró el viejo. –Ya te convertiste en hombre. -Qué edad tenía, cuando me fui con usted por primera vez en la embarcación?

-Cinco añitos. Por poco pierdes tu vida, cuando lleve un pez de gran tamaño que aún permanecía con vida, y que le faltó poco para destruir el bote. ¿Lo recuerdas?

-Recuerdo, de cómo saltaba y daba coletazos, y el barco se destruía, y aquel estruendo por los golpes con el garrote. Tengo en la memoria, cuando usted me lanzo a la proa, donde se encontraban los sedales mojados y enrollados. Recuerdo, como si fuera ahora, que la embarcación se zarandeaba, y el estruendo que usted hacía con los fuertes golpes, era como si estaba cortando un fuerte árbol, además del olor de sangre que estaba en el ambiente.

-Lo recuerdas de verdad, o fue que te lo conté?  -Lo recuerdo todo exactamente, desde la primea vez que fuimos al mar juntos.

Mientras el viejo, lo observaba con su afectuosa mirada reseca por los rayos del sol.

-Si fueras mi hijo, me atrevería a llevarle, exclamó. Pero, tú perteneces a tu padre y madre, y laboras para una embarcación que tiene buen destino.

-¿Puedo ir a recogerle las sardinas? Igual conozco donde conseguir cuatro carnadas.

-Tengo mis propias carnadas, que me han quedado del día de hoy. Las coloque en la caja con sal.

PARTE II

Salieron en compañía, rumbo hasta la morada del viejo e ingresaron en ella; la puerta de la casa estaba abierta. El viejo colocó el madero junto con su vela enroscada justo en la pared, y el joven colocó la caja y los otros elementos a su lado.

El mástil tenía la misma dimensión como la propia habitación del rancho, el recinto estaba construido de palma real conocida como guano, donde estaba una cama, una mesa, una silla y un espacio en el piso de tierra para preparar los alimentos con carbón.

En las paredes sombrías, construidas a base de hojas de guano resistentes y achatadas, había un cuadro con escasos colores del Sagrado Corazón de Jesús y otro de la Virgen de Cobre. Pertenecían como parte de las reliquias de quien fuera su esposa.

Igualmente, estaba colocado en la pared, una descolorida fotografía de su esposa, que la había quitado del lugar, debido a que lo hacía sentirse triste y melancólico cada vez que la veía, actualmente se ubicada en un antiguo estante en un rincón, a donde colocaba su vestimenta limpia.

-¿Qué tiene para alimentarse? –interroga el joven

-Un poco de arroz amarillo con pescado. ¿Quieres comer?

-No. Comeré al llegar a casa. ¿Le gustaría que le encienda el fogón?

-No. Yo lo haré más tarde. Es probable que coma el arroz frío.

-¿Será que puedo llevarme la red?

-Si por supuesto

No existía ninguna atarraya, el jovencito le venía a su memoria que la había vendido. Sin embargo, era cotidiano que vivieran esa ilusión. Tampoco, existía un cazo de arroz amarillo con pescado, y el muchacho estaba en conocimiento de ello.

-El ochenta y cinco es un número que trae buena suerte, -comentó el anciano. –Qué piensas si me observas regresar con un pez, que llegará a pesar más de mil libras?

-Voy a agarrar la red, e iré a pescar las sardinas. ¿Se quedará asentado en la puerta bajo el sol?

-Sí, ahí tengo la prensa de ayer, que me dedicaré a leer los resultados de los juegos de béisbol.

Acto seguido, el muchacho se hizo la pregunta, el periódico de ayer, no será igual una ilusión. Sin embargo, el viejo lo extrajo debajo de su cama. –Periódico, me lo entregó la bodega, -explicó.

-Regresare una vez que haya conseguido las sardinas. Almacenaré las suyas junto con las mías conservadas en el hielo, y mañana a primera hora las repartimos entre los dos. Una vez que yo retorne me cuenta los resultados del béisbol.

-El equipo de los Yankees de Nueva York, jamás pueden darse por vencido

-Pero, yo les temo a los Indios de Cleveland

-Obtén fe en los Yankees de Nueva York, hijo, concentrarse en el gran DiMaggio

-Les temo a los Tigres de Detroit, así como a los Indios de Cleveland

-Guarda cuidado, no les tengan temor a los Rojos de Cincinnati, así como a los White Sox de Chicago

-Usted, estudia sobre eso, y luego me lo dice cuando regrese.

-¿Piensas que conviniéramos en adquirir unos billetes de la lotería, especialmente que terminen en los números ochenta y cinco? Justo mañana se cumple el día ochenta y cinco.

-Está bien, hagámoslo, -contestó el muchacho. -¿Qué opinión me comenta de su gran récord, el ochenta y siete? –No podría ocurrir dos veces

-¿Piensas que puedes hallar un ochenta y cinco?

-Puedo intentarlo

-Un billete entero, tiene un valor de dos pesos y medio. ¿A quién se lo podemos pedir prestado?

-No es difícil, yo siempre tengo quien me preste dos pesos y medio

-Pienso, que yo igual. Sin embargo, intento de no pedir dinero prestado. Primero pides prestado, y después una dádiva

-Cobíjese bien, viejo, -le exclamó el jovencito. –Recuerde, que estamos en el mes de septiembre.

-Es el mes donde llegan los enormes peces, -exclamó el viejo. –En el mes de mayo, cualquier persona es pescador.

-Voy por las sardinas,-comentó el muchacho.

Una vez que el muchacho regresa, el viejo se encontraba profundamente dormido en la silla. Mientras que el sol, aparecía en el horizonte, el joven tomo la cobija que estaba en la cama del viejo, y se la colocó sobre los hombros.

Al ver sus hombres, quedó sorprendido, aún estaban fuertes, aunque con sus marcas de la edad, en el cuello igual se veían con suficientes arrugas, a pesar en la posición de tener el cuello hacia abajo junto a su cabeza.

Su camisa se notaba, que había sufrido muchas veces zurcidos, con un gran parecido a la vela, los recocidos, los desteñidos a causa del sol, que eran muchos colores. La cabeza y el rostro del viejo con sus grandes señales de la edad, además de sus ojos cerrados, mientras que el periódico rodaba entre sus agotadas rodillas, y el peso de sus brazos lo sostenía entre el sillón, al tanto que la brisa y el ocaso se apoderaban del cuerpo del viejo al estar hipnotizado por el agotamiento.

-Despabílese, viejo, -le dijo el joven, y colocó su mano sobre una de las rodillas del hombre. Entonces, el viejo abre los ojos y por instante sintió que retornaba de un lugar lejano. Después sonrió cálidamente.

-¿Qué traes ahí. -¿interrogó?
-La comida, contestó el muchacho. –Vamos a comer.

-No tengo ganas de comer.

-Vamos, acérquese a comer. No puede ir a pesar si no ha comido.

-Entonces, se hará, -respondió el viejo, se levantó y tomó el periódico, lo doblo. Después arregló la cobija.

-No se aparte la cobija, -le dijo el muchacho, durante mi existencia, usted no ira al mar a pescar sin comer.

-Que vivas por mucho tiempo, y cuídate, -le contestó el viejo. -¿Qué comeremos?

-Frijoles negros con arroz blanco, plátanos fritos y asado. El jovencito, había traído los alimentos de La Terraza, también traía un juego de cubiertos, envueltos en una servilleta de delicado papel.

-Quién te proporciono esto?

-Martín, el dueño

-Tengo que agradecerle

-Ya lo he hecho, -contestó el muchacho. –No tiene usted porqué darle las gracias.

-Le daré un trozo de pescado, -respondió el viejo, -¿Has hecho esto por nosotros dos, otras veces?

-Seguro que sí

-De ser así, tendré que obsequiarle más que un trozo. Es muy bueno con nosotros.

-También mandó dos cervezas

-Me agrada más la cerveza en lata

-Lo tengo entendido, estas son de botella. Cerveza Hatuey, yo regreso las botellas.

-Muy gentil de tu parte, le respondió el viejo.

-Comenzamos a comer? –Es lo que te propongo, -le respondió el muchacho. No voy a abrir la tasca hasta que usted no esté preparado.

-Estoy listo, -respondió el viejo. –Estaba dedicándome en lavarme. “¿En qué lugar se asea, se preguntó para así el muchacho. El manantial del pueblo, se encontraba aproximadamente a 2 cuadras, bajando el camino. “lo mejor era que le hubiese traído agua, -pensó el jovencito, al igual que jabón y una toalla. ¿Por qué no lo hice?, debo encontrarle otra camisa, y una buena chaqueta para que se abrigue del invierno, zapatos y una buena cobija”.

-El asado está exquisito, -le exclamó el viejo.

-Platícame del béisbol, le sugirió el muchacho.

-En la Liga Americana, como te había comentado, los Yankees, le respondió el viejo muy alegre.

-Hoy perdieron, le contestó el muchacho.

-Eso no tiene ninguna relevancia. El gran DiMaggio, regresa a hacer lo que era en sus tiempos. –Cuentan con otros hombres en el equipo. –Por supuesto. Con el apoyo de él, todo será distinto. En la otra liga, entre Brooklyn y el Filadelfia, prefiero quedarme con Brooklyn.

Pero al mismo tiempo pienso, en Dick Sisler, y en aquellas líneas lanzadas en el viejo parque. Jamás otros como ellos.

No he visto a otros nunca lanzar la pelota a tanta distancia. ¿Recuerdas cuando visitaban La Terraza?, yo deseaba invitarlo a pescar, pero era muy tímido para planteárselo. Fue cuando te lo pedí a ti, que se lo expusieron, y tu igual eres muy vergonzoso.

-Lo comprendo, fue una falta, pudo haber asistido con nosotros, esa experiencia nos hubiera quedado para siempre. –Me hubiese agradado llevar a pescar al gran DiMaggio, -comentó el viejo. –Hablan que su padre también era pescador. Probablemente, hubiese sido tan pobre como nosotros y nos entendiera.

-El padre de gran Sisler, no fue pobre, y perteneció como jugador de las Grandes Ligas, aproximadamente cuando tenía mi edad. –Sabes, cuando yo tenía tu edad, me encontraba trabajando como marinero en un velero de renombre, que viajaba al África, y tuve la oportunidad de observar leones durante el ocaso en las playas.

-Lo tengo entendido, usted me lo ha comentado. -¿Conversamos de África o de béisbol?

-Lo mejor es que hablemos de béisbol, -respondió el muchacho. –Hábleme sobre el gran John J. McGraw. –En algunas oportunidades, en aquellos tiempos, acostumbraba visitar La Terraza. Pero era grosero y hablador, y su carácter se tornaba problemático, si había ingerido bebidas alcohólicas.

La pelota era lo que le envolvía la memoria, al igual que los caballos. Siempre llevaba una larga lista de caballos en el bolsillo, y constantemente decía por teléfonos, nombre de algunos caballos.

-Era un excelente director, -comentó el muchacho. –Mi padre piensa, que era uno de los mejores. -¿Quién es realmente el más grande director, entre: Luque o Mike González?

-Pienso, que son parecidos. –El mejor pescador es usted. –Hasta ahora no conozco, ningunos otros mejores.

-No es así, que va, -contestó el muchacho. –Existen otros y muy buenos pescadores y ciertos reconocidos como grandes pescadores. –Pero como usted, hasta ahora ninguna. –Gracias por tu reconocimiento, me haces sentir alegre. Que no, se nos vaya a venir un pez tan gigante, que nos haga resultar mal. –No existe, ese pez, si usted es un hombre fuerte como lo comenta. –Es probable que no está tan duro, como pienso, -contestó el viejo. –Pero, se de muchas astucias, y tengo suficiente energía.

PARTE III

La puerta de la vivienda, donde vivía el jovencito, no se encontraba trancada con llave, que abrió cuidadosamente e ingreso sin zapatos. El muchacho descansaba profundamente dormido sobre una cama, que estaba en uno de las primeras habitaciones, mientras que el viejo lo observaba con la luz tenue de la luna.

Le toco sutilmente un pie y le oprimió hasta que el muchacho despertó y quedó viéndolo. El viejo le hizo un gesto con la cabeza y el muchacho, agarró el pantalón que estaba colocado en la silla al lado de la cama, se sentó y se vistió enseguida.

Mientras tanto, el viejo salió afuera de la casa, y el muchacho caminaba siguiendo sus pasos. Aún estaba algo somnoliento, el viejo le colocó el brazo sobre el hombre y le exclamó: -Discúlpame

-No importa, -expresó el muchacho. .-Es como debe actuar un hombre

Entonces, salieron caminando hasta llegar al rancho del viejo, por todo el trayecto del camino, ya todo estaba oscuro, se encontraban hombres descalzos, llevando consigo los mástiles de sus embarcaciones.

Una vez que llegan a la vivienda del viejo, el muchacho tomó de la cesta los rollos del sedal, el arpón y el bichero, y el viejo cargaba el mástil con la vela envuelta sobre el hombro.

-¿Le provoca tomar café? –le pregunto el joven. –Colocamos los elementos en la embarcación, y después saboreamos un poco. Así fue, bebieron café servido en las latas de leche condensada que lo preparaban en un puesto que comenzaba a servir a los pescadores muy temprano por la mañana. -¿Cómo durmió y pasó la noche? –Interrogó el joven. En ese instante estaba desplazándose, sin embargo no podía apartarse del sueño.

-Qué bueno Manolín, -exclamó el viejo, -Hoy me siento seguro

-Igual que yo, -contestó el joven, -Más tarde voy a ir a buscar sus sardinas y las mías y sus carnadas frescas. El dueño trae consigo los instrumentos. No desea que nadie lo ayude con eso.

-Somos muy distintos, -contestó el viejo. Yo dejaba que tu llevaras lo que pudieras cuando sólo tenías cinco años de edad. –Lo sé. –contestó el muchacho. –Regresó de inmediato. Tomo otro café. En este negocio gozamos de fiado. Se fue descalzo, por todas las rocas de coral hasta el refrigerador donde se almacenaban las carnadas.

El viejo se fue bebiendo poco a poco su café. Sabía que era sólo lo que tomaría durante todo el día. Desde hace mucho tiempo le preocupaba comer, pero nunca tenia almuerzo. Sólo guardaba una botella de agua en la proa de la embarcación, y con eso se conformaba para alimentarse durante todo el día.

El muchacho, estaba retornando con las sardinas y la dos carnadas que traía cubiertas en un viejo periódico, así fueron caminando por toda la calle hasta llegar a la embarcación, sentían en sus dedos las piedras y arenas, levantaron el bote y lo arrojaron dentro del agua.

-Le deseo bueno suerte, viejo

-Te deseo buena suerte, -le contestó el viejo. Acomodó las amarras de los remos, y avanzando hacia adelantó contra los remos, comenzó a remar, dejó el puerto durante la oscuridad. Entonces, existían otras embarcaciones de otras playas, que surgían a la mar, y el viejo, sentía cuando las palas de los remos se sumergían en las aguas, sin embargo, no podía visualizarlos porque la luna estaba oculta detrás de las enormes montañas.

En algunas ocasiones, se escuchaba susurro de conversiones de alguna embarcación. Pero, la gran parte de los botes, se encontraban en absoluto silencio, lo único que se podía oír era el sonido de los remos.

Se dispersaron, luego de que abandonaron la boca del puerto, mientras que cada uno tomaba el rumbo del océano, donde tenían la esperanza de hallar peces. El viejo, conocía que se apartaría a cierta distancia de la costa, dejando atrás el característico olor a tierra, ingreso remando en el fantástico olor del océano.

Observó la luminosidad de las algas en el aguas, al compás, mientras remaba sobre la zona del océano, a quienes los pescadores la bautizaron como “el gran hoyo”, debido a que se generaba una repentina profundidad, justo en ese lugar se concentraban toda la gran maravilla de peces, producto del remolino que hacía la corriente de agua contra las briosas aguas del océano.

En este lugar, se acumulaban camarones y peces de carnada, y algunas ocasiones grandes porciones de calamares en los orificios más profundos, y durante la noche se colocaban en la superficie, donde todos los peces curiosos se cebaban junto a ellos.

Durante la oscuridad, el viejo podía presentir que llegaba el aura de la mañana, y al son de remar, escuchaba el sonido de los peces voladores que emergen del agua y el rumor de sus alas entre el aire de la penumbra.

Me fascinaban, los peces voladores, quienes eran sus más fieles amigos en el océano. Al mismo tiempo, sentía clemencia por las aves, específicamente por las más pequeñas, suaves y grises golondrinas de mar, que siempre revoloteaban, en búsqueda de algo que no hallaban, por lo que cavilo: “Las aves tienen una vida más fuerte que nosotros, excepto las de rapiña y las gigantes y enérgicas.

¿Por qué será que nacieron aves tan delicadas como son las golondrinas de mar, cuando el agua del océano tiene capacidad de barbarie? La mar es dulce y bella. Sin embargo, puede ser feroz, y se enfurece repentinamente, y esas aves que vuelan picando y cazando, con sus suaves cantos, son intensamente suaves para la mar”

Por siempre expresaba la mar. Es la forma como la denominan en español, cuando la aprecian. En algunas ocasiones, quienes la quieren platican mal de ella, sin embargo, lo hacen de una manera como si se tratará de una mujer.

Ciertos pescadores, más jóvenes, quienes usaban boyas y flotadores para sus sedales, y poseían embarcaciones de motor, que adquirían cuando los hígados de tiburón costaban buen precio; usaban el aparato masculino, le denominaban el mar.

Conversaban del mar como un combatiente o un territorio, o un contrincante. Sin embargo, el viejo, lo mantenía por siempre dentro del aspecto femenino, y como un elemento que otorgaba o negaba inmensos favores; y si realizaban actividades malévolas y espantosas era porque no se podía evitar. La luna, creía, que le perturbaba igual como le ocurría a una mujer.

Avanzaba recto y firme, no sentía molestia ni que hacía esfuerzo, debido a que conseguía establecerse en su límite de velocidad, además la superficie del océano era plana, excepto en algunos momentos donde aparecían fuertes remolinos de la corriente.

Permitía que la corriente, lo ayudará en gran parte de su trabajo, y al comenzar el amanecer, observó que se encontraba mucho más distante de lo esperaba a esa hora.

Pasaron algunos días, una semana –pensó, -he laborado en las profundidades y no he conseguido nada. El día de hoy trabajaré en la zona donde están el cúmulo de bonitos y albacoras, quizás consiga un pez grande junto a ellos”

Mucho antes del amanecer, había sacado sus carnadas y estaba avanzando según lo llevaba la corriente. Un cebo, alcanzaba una profundidad de cuarenta brazas. El segundo, a setenta y cinco, y el tercero y el cuarto, bajaban hasta llegar el agua cristalina de color azul con un cien por ciento de veinticinco brazas.

Cada cebo, colgaba cabeza hacia abajo, con el anzuelo dentro del pescado que atinaba como carnada, que estaba bien amarrado, la otra arte que salía del anzuelo, la curva y el garfio, estaba envuelta en sardinas hermosas y frescas.

Cada sardina estaba ensartada por los ojos, de manera que parecían una guirnalda en aquel acero brillante. El anzuelo, no tenía una sola parte para que un pez gigante le apeteciera o lo atrajera un olor agradable.

El jovencito, le había entregado dos bonitos pequeños y frescos, que se asomaban de los sedales más profundos como ocurre con las plomadas, mientras que en los otros poseían una sobresaliente cojinúa y un cibele, utilizados previamente, pero, estaban en buenas condiciones, a las que las hermosas sardinas fueron atraídas por el olor.

Cada sedal, tenían el grueso de un lápiz grande, que se envolvía en una varilla verdosa, de manera que ante cualquier picada al cebo la varilla se sumergía, cada sedal contenía dos rollos de cuarenta brazas, que podían ser enlazados a los rollos de repuesto, de manera que, de ser posible un pez podía llevarse más de trescientas brazas.

El viejo, observó cómo bajaban tres varillas encima la borda del bote, y avanzó poco a poco para mantener los sedales extendidos así como su adecuada profundidad. Ya había amanecido, y el sol en cualquier instante se hacía fuerte.

El sol apareció suavemente, el mar y el viejo pudo observar otras embarcaciones, cercano en el agua, y bien colocado en la costa, que se desplazaba mediante la corriente. El sol se hizo más candente y el resplandor se miraba encima del agua; después que se distanciara más hacia el firmamento, estando mar adentro lo hizo resaltar contra los ojos del viejo, a un extremo de perjudicar, y continuó remando sin mirarlo mucho.

Mientras tanto, miraba el agua y aguantaba los sedales que se sumergían en la oscuridad de la noche. Los conservaba más rígidos que otra cosa, buscando que cada parte de la tiniebla de la corriente, estuviera un cebo aguardando, justo donde él deseaba que estuviera, para cualquier pez que pasara por el lugar.

Mientras que, otros le permitían correr al compás de la corriente, en algunas ocasiones se encontraban a sesenta brazas, cuando los pescadores pensaban que se encontraban a cien brazas.

“Pero, -el viejo llegar a pesar, -yo los mantengo con puntualidad. Lo que ocurre, es que he perdido la suerte. Sin embargo, ¿Quién sabe?, será hoy, cada amanecer es un nuevo día. Más vale tener suerte. Es preferible, ser preciso. Después, cuando llegue la suerte, estaré preparado”

El sol se encontraba en ese momento, a dos horas de altura, y no le perjudicaba mucho los ojos cuando miraba al horizonte. En ese momento, sólo se podían visualizar tres embarcaciones, y parecían que estaban muy distantes y muy bajo de la orilla. “En toda mi existencia el sol naciente ha perjudicado mis ojos”, -cavilo. Pero, aún están fuertes. Al caer la tarde, puedo observar de frente sin encandilarse. Y por la tarde tiene es aún más poderoso. Pero, por la mañana es molestoso”

En ese momento, justo, llegó una de las aves marinas conocidas como fragatas con sus extensas alas de color negro, que estaba dando vueltas por todo el firmamento, y encima de él. Propició una veloz picada, inclinándose hacia abajo, con sus fuertes alas estiradas hacia atrás, y después continúo volando de nuevo.

-Será que agarro algo, -exclamó en voz alta el viejo. –No, lo que hace es mirar. Avanzó remando suavemente y con precisión hacia donde se encontraba el ave en movimientos circulares. No se dio prisa, y conservó los sedales en forma vertical.

Sin embargo, había obligado la marcha hacia la corriente, de manera que aún se encontraba pescando con cuidado, sin embargo, más distante de lo que hubiera podido haber pescado, no se dejaba orientar por el ave.

Entonces, el ave, ascendió con el viento y comenzó en movimientos con sus alas que no movía. Después, pico repentinamente, y el viejo observó una gran cantidad de peces voladores que emergen del agua y navegan con desespero sobre la superficie marina.

-Dorados, -exclamó en voz alta el viejo. –Dorados gigantes.

Subió los remos, y extrajo un pequeño sedal que estaba debajo de la proa. Contaba con un alambre y un anzuelo de regular tamaño, y lo cebó con unas de las frescas sardinas. Lo lanzó sobre la borda y lo ató a una argolla de la popa.

Después, cebó el otro sedal y lo colocó recogido a la sombra de la proa. Comenzó a remar y a observar el ave de color negro y de largas alas, que rondaba muy bajo sobre el agua. Al tanto que él observaba, que el ave pico otra vez inclinando de nuevo sus alas para bucear, y después emergió removiendo con algo de fuerza y a la vez con sutileza, persiguiendo a los peces voladores.

El viejo, podía observar levemente la curvatura que formaba el dorado en el agua, mientras que perseguía a los peces que huían. Los peces dorados, avanzaban bajo las corrientes de los peces, y corrían con rapidez hacia el lugar donde estaban los peces voladores. “Es una gran cantidad de peces dorados, -pensó.

“Se encuentran dispersos por todas partes: los peces voladores tienen pocas posibilidades de huir. El ave no tiene probabilidad. Los peces voladores, son muy gigantes para ella, y se trasladan con mucha rapidez”

El viejo, miró de cómo los peces voladores, invaden cada vez, y los inservibles movimientos del ave. “Esa gran cantidad de peces, se me ha escapado. –pensó. –Se están apartando con gran velocidad, y han alcanzado demasiada distancia. Es probable, que agarre alguno que se haya desviado, y quizás mi pez gigante se encuentre en sus cercanías. Mi pez enorme tiene que estar en algún lugar”.

Las nubes en el firmamento, se alzaban en el momento encima de la tierra simulando las montañas, mientras que la costa era una extensa línea de color verde con cimas de colores azules y grises que estaban detrás de ella.

El agua, tenía un color azul profundo, que se observaba oscuro. Al mirar hacia abajo, observó el color rojo del plancton en el agua oscura, aparte de un resplandor raro que emanaba el sol. Verifico sus sedales, y observó que estaban bajando de forma recta, y se perdían de vista, lo que hizo que se sintiera alegre observando mucho plancton, lo que quería decir que existían muchos peces.

La rara luz que el sol plasmaba sobre el agua, era porque el sol estaba en su nivel más alto, lo que traducía que haría buen tiempo, así como las forma de las nubes encima de la tierra. Sin embargo, el ave, se encontraba lejos de ser visualizada, y la superficie del agua no se mostraba solo algunas manchas de color amarillo renegrido por el sol, y la frágil y redonda vejiga de una medusa que estaba flotando a poca distancia de la embarcación.

Sobrenadaba armoniosamente como un globo con sus extensos venenosos filamentos color púrpura.

-Agua mala, expresó el hombre, -Pura. Se observaba moverse frágilmente contra sus remos, bajo la mirada al agua, y observó pequeños peces que poseían el mismo tono de los largos filamentos, y que flotaban entre ellos, y bajo la escasa sombra que hacia el globo con su desplazamiento al surgir,

Estaban protegidas de su letal veneno. Sin embargo, el hombre, no, y cuando ciertos filamentos se entrelazaron con la cuerda, y estaban en el lugar, pegajosos, al tanto que el viejo trabajaba por alzar un pez, padecía de contusiones y raspones tanto en los brazos como en sus manos, parecidos a los sufridos por la hiedra venenosa.

Sin embargo, las contaminaciones producidas por el agua mala, actuaban con velocidad y como fuertes azotes.

Las burbujas de hermosos colores como el arco iris, era llamativas. Lo más cierto, es que era lo más ilusorio que tenía el mar, y el viejo disfrutaba observando de cómo se las engullían las tortugas marinas. Estas criaturas marinas, las observaban, se le arrimaba por la parte delantera, después cerraban los ojos, resguardadas por su carapacho, y se las tragaban con todo y filamentos.

El viejo le agradaba, observar las tortugas comiendo y disfrutaba caminar encima de ellas por toda la playa, luego de una tormenta, les fascinaba cómo sonaban cuando les colocaba sus pies llenos de callos y éstas explotaban.

PARTE IV

Su memoria no invoca, de cuánto tiempo tiene hablando solo en voz alta, porque no tenía con quien platicar. En épocas pasadas, cuando se encontraba solitario, solía cantar, muchas veces lo hacía por la noche, cuando hacía su vigilia al timón de las chalupas y de los tortugueros, también entonaban sus canciones.

Quizás, había comenzado a conversar en voz alta, cuando el muchacho se había marchado. Pero, no recordaba bien. Cuando pescaba en compañía del muchacho, por lo regular siempre conversaban de lo estrictamente necesario.

Platicaban por la noche, o cuando hacia mal tiempo. Se calificaba como una honra no conversar sin necesidad en el mar, y el viejo siempre lo había mantenido de esta manera, era muy respetuoso. Sin embargo, últimamente, comentaba sobre sus pensamientos en voz alta, debido a que no contaba con más nadie para hablar.

-Si los otros me escucharan conversando en voz alta, pensarían que estoy demente –comentó. –Pero, la verdad no estoy loco, por lo que no me importa. Los millonarios cuentan con artefactos como la radio, que les informan sobre sus barcos y los mantienen informados sobre los acontecimientos del béisbol.

“No es el momento de pensar en el béisbol, -pensó. –Es el instante para pensar en una sola cosa. Para la que he venido al mundo. Pude que exista un pez gigante alrededor. Tan sólo he atrapado un bonito que se encontraba extraviado mientras comía. Pero, se encuentran laborando con rapidez y muy lejos.

Lo que se encuentra en la superficie se traslada velozmente y va con dirección al nordeste. ¿Será por la hora? ¿O se tratará de una señal del tiempo, que desconozco?

En este momento, no podía visualizar el verde de la costa; únicamente los picos de las verdes montañas que lucían blancas como si estaban bañadas de nieve, mientras que las nubes lucían como enormes montañas de nieve sobre las mismas.

El agua del mar estaba bastante oscura, mientras que el brillo de la luz la hacía lucir con resplandores de variados colores en el agua. Los abundantes lunares del plancton eran eliminados por la luz del sol, entonces, el viejo únicamente observaba los llamativos y profundos prismas en el agua con su tono espectacular azul, que tenía una gran profundidad, y donde los extensos sedales bajaban de forma vertical.

Los pescadores, le tenían el nombre de bonito a todos los peces de esa misma especie marina, y únicamente los diferenciaban por sus verdaderos nombres, sólo cuando procedían a intercambiarlos por carnadas.

Los bonitos, de nuevo se colocaban en la parte de abajo. Mientras que el sol, comenzaba a hacer su furor, entonces el viejo, lo sentía con fuerza en la parte trasera de su cuello, mientras que el sudor le chorreaba por la espalda cuando remaba.

“Puede que me deje sin rumbo, -pensó, -descansar y hacer un lazo en el dedo gordo del pie, que me haga despertar si pican. Pero, justo, hoy se cumplen ochenta y cinco días, y debo de aprovechar al máximo el tiempo”

Justo, cuando cuidaba los sedales, observó una de las varillas que se sumergía enérgicamente.

-Sí, exclamo, -sí, y subió los remos sin golpear la embarcación. Agarro el sedal y lo ató delicadamente entre el dedo índice y el dedo pulgar de su mano derecha. No le molesto, tensión, ni peso, y soporto algo. Después lo volvió a sentir. En esta ocasión, fue un jalón para tantear, no fue ni suave ni fuerte; entonces, el viejo se dio cuenta, de lo que realmente se trataba.

A una distancia de cien brazas hacia abajo, una aguja se estaba engullendo las sardinas que envolvían la punto y el cabo del anzuelo, justo en el punto del anzuelo, elaborado a mano, sobresaltaba de la cabeza un bonito de tamaño pequeño.

El viejo aguanto, con delicadeza el sedal, y con la mano izquierda le dio rienda suelta del palito color verde. Entonces, a partir de ese momento podía dejarlo rodar entre sus dedos sin que el pez sintiera algún jalón.

A cierta distancia de la costa, durante este mes, debe ser gigante, -pensó el viejo. –Trágalas, pez. Trágalas. Por favor, trágalas. Están muy frescas, y tú, a seiscientos pies en el agua helada y en plena oscuridad. Vuelve con otra vuelta en la oscuridad, y regresa a tragártelas”.

Sentía un suave y delicado jalón, y después, un tirón tan fuerte, cuando la cabeza de una sardina, que sería muy dificultoso quitar el anzuelo, después, nada, todo estaba bien.

-Vamos, -ven, expresó el viejo en voz alta. –Vuelve a dar otra vuelta. Otra vuelta, ven a olfatearlas. ¿Cierto que son exquisitas? Cómelas ahora, y lograrás un bonito. Duro, helado y exquisito. No seas penoso, pez, engúllelas.

Espero que con el sedal colocado entre el dedo índice y el dedo pulgar, observando, y cuidando los otros al mismo tiempo, el pez puede ser que gire de arriba hacia abajo. Después, sintió el mismo y delicado jalón.

-Lo atrapará, exclamó el viejo en voz alta. –Dios permite que lo atrape. No lo agarro, sin embargo, el viejo no volvió a sentir más nada. -No puede ser que se haya ido. –exclamó. -¡No puede ser que se haya ido, maldito!, está girando una vuelta. Es probable que sido enredado varias veces, y que recuerde algo.

Después, llegó a sentir un delicado roce con el sedal y otra vez fue feliz.

-Es sólo una simple vuelta, -comentó. –Lo agarrara. Se sentía alegre, cuando lo jalaba delicadamente, y después mantuvo la sensación de algo fuerte y de mucho peso. Se trataba del peso del pez, y permitió que el sedal ruede hacia abajo, se llevó los dos primeros rollos de provisión.

De acuerdo, bajaba rodando con delicadeza entre los dedos del viejo, y aun él podía sentir el enorme peso, sin embargo, la presión de su dedo índice y de su pulgar eran poco perceptibles.

-¿Qué pez! –comentó. Lo tiene atravesado en la boca, y se apartando con él.

“Después, girara y se lo comerá”, pensó. No hizo este comentario, porque conocía que cuando se dice una cosa buena y positiva, existe una gran probabilidad de que ocurra. Conocía que éste era un pez gigante, y se lo imagino apartándose en la oscuridad, con el bonito que llevaba entre su boca. En ese instante, sintió que no se movía, sin embargo, el peso aún permanecía.

Después el peso se fue incrementando, y el viejo de dio mas sedal. Aumentó la presión entre los dedos índice y pulgar por un instante, y el peso se incrementó, mientras que el sedal bajaba verticalmente.

-Lo ha agarrado, comentó. –Lo dejaré para que se lo trague con gusto.

Permitió que el sedal se resbalara entre sus dedos, al tanto que bajaba la mano izquierda y ataba la parte suelta de los dos rollos de provisión. Está preparado. Contaba con tres rollos de cuarenta brazas de seda en provisión, aparte del que estaba en uso.

-Traga un poco más, -exclamó. Come. “Trágatelo, de manera que la punta del anzuelo llegue hasta tu corazón y mueras. –pensó. –Sube y permite que te clave el arpón. Bien. ¿Estás preparado? ¿Tienes mucho tiempo a la mesa? -¡Ahora!! –Exclamó, -comentó en voz alta, y jalo fuertemente con las dos manos, obtuvo un metro de sedal, después tiró nuevamente, moviendo cada uno de sus brazos y girando sobre sí mismo.

No ocurrió nada importante. El pez continuaba, sencillamente, apartándose con suavidad, y el viejo no tenía fuerza para alzarlo ni un poquito. Su sedal, era duro, como una cuerda nueva, especial para peces enormes y pesados, y lo amarro sobre su espalda, hasta conseguirlo y soltar gotas de sudor.

Después, comenzó un sonido pausado en el agua. El viejo continuaba sosteniéndolo, de manera alineada contra el barco y ladeándose hacia atrás. La embarcación comenzó a trasladarse suavemente con destino al noroeste.

El gigante pez, continuaba con sus movimientos sin parar, y se trasladaban con lentitud en las calmadas aguas. Mientras que, los otros cebos aún estaban dentro del agua, pero no se podía hacer nada.

-Qué bueno fuera que estuviera acá el muchacho, -comentó en voz alta. Voy al arrastre de un pez enorme, y yo mismo soy el ancla del remolque. Puedo atar el sedal. Aunque, puede ser que lo rompa. Debo soportarlo todo lo que pueda, y darle sedal cuando sea necesario.

Le doy gracias a Dios, que se dirige hacia adelante, y no hacia abajo. No tengo ni idea, de que haría si va hacia abajo. Lo más seguro es que haga algo. Puedo, lograr hacer infinitas cosas. Amarro el sedal en contra de su espalda, y vio su apacibilidad en el agua, la embarcación continuaba sin parar con dirección al noroeste.

“Esto acabará con él, -pensó el viejo. –Algún momento tengo que parar”

Sin embargo, luego de cuatro horas, el pez continuaba tirando, arrastrando la embarcación a remolque, mientras que el viejo estaba firmemente aguantando, con el sedal cruzado en la espalda.

-Eran justo las doce del día cuando lo atrape. –comentó. –Y aun no lo he visualizado ni una sola vez.

Se había colocado, enérgicamente el sombrero sobre su cabeza, antes de enganchar el pez, por lo que el sombrero le achicaba la frente. Tenía sed. Se hinco, y con sumo cuidado de no estremecer el sedal, cuando pudo extendió el brazo, por debajo de la proa, y tomó la botella con agua.

La abrió y tomó un agua, después descanso contra la proa. Se recostó sentado en la vela y el palo que antes había extraído, e intento de no pensar. Se dedicó a soportar.

Entonces, miró hacia atrás, y observó que no se visualizaba tierra. “Eso no es lo que importa,-pensó. –Me orientare por la luminosidad de La Habana. Aún quedan dos horas de la luz del sol, y quizás llegue antes de la puesta del sol. De lo contrario, será a la luz de la luna. Si no ocurre eso, entonces puede que suba a la luz del sol.

No siento calambres y estoy enérgico y fuerte. Él, que quien mantiene el anzuelo en la boca. Pero para jalar de esta manera, debe ser un pez de envergadura. Debe tener la boca cerrada contra el alambra. Me encantaría observarlo. Me encantaría observarlo, así fuera una sola vez, para conocer con quien tengo que encontrarme”.

El enorme pez, no viró su trayecto, ni su dirección en lo que fue toda la noche, es decir, por lo menos hasta donde el viejo podía entender, sólo era orientada por las estrellas. Luego de la salida del sol, comenzó un fuerte frío, y el sudor se secado sobre su espalda, en sus brazos y en sus piernas.

Durante el día, había tomado el saco que tapaba la caja que contenía las carnadas y lo había colocado para que se secará con el calor del sol. Luego, de la salida del sol, lo envolvió en su cuello hasta que cubriera su espalda. Lo dejo escurrir con cuidado por debajo del sedal, para que le envolviera los hombros.

El saco suavizaba el sedal, y el viejo encontró la forma de arrodillarse hacia adelante contra la proa, en una posición que era cómoda para él. La posición, realmente era un poco tolerable, pero la acepto como placentera.

“De veras, no puedo hacer nada con él, y él tampoco puede hacer nada conmigo, -pensó. –Por lo menos, mientras que permanezca el juego”

Entonces, se normaliza, orino encima de la borda, observo las estrellas y confirmó el destino. El sedal, se mostraba como una lista brillante en el agua, que se expandía, derecha, entre sus hombros. Entonces, se dirigía con más lentitud, y el esplendor de La Habana, ya no era tan enérgica. Lo que le señalaba que la corriente, era probable que lo estuviera llevando hacia el este. “Si pierdo el esplendor de La Habana, quizás estamos con dirección más hacia el este”, pensó, entonces, si el trayecto del pez se conservará inalterable, observaría el resplandor durante más horas.

“Me interrogó, quién habrá salido vencedor hoy en las Grandes Ligas, -pensó. Sería fascinante, si tuviera un radio portátil para darse cuenta”. Después, recapacitó: “Cavila, sobre esto, cavila en lo que haces. No hagas nunca estupideces”. Lo que pronunció en voz alta.

-Sería maravilloso, que estuviera aquí el muchacho, para que me apoyara y conociera todo esto.

“Ninguna persona debiera estar sólo durante su vejez, -pensó. Sin embargo, es ineludible. Tengo que recordar de comer el bonito, para que no se vaya a dañar, para que me ayude a tener fuerzas. Recuerda: así no tenga ganas, tendrás que comer por las mañanas. Recuérdalo, se comentó a sí mismo.

Durante toda la noche, la embarcación fue visitada por muchos delfines. Los sentía frecuentando y roncando. Se podía distinguir el sonido de la respiración del macho y el suspiro de la hembra.

-Son especies marinas buenas gentes, -comentó. Se divierten y retozan y hacen el amor. Son nuestros hermanos, al igual que los peces voladores.

A partir de ese momento, empezó a sentir dolor por el enorme pez que llevaba enganchado, “Es fantástico y raro, que edad tendrá, pensó. Nunca antes, había atrapado un pez tan gran y fuerte, ni que se comportara tan diferente. Será que es muy sensato para llegar a la superficie.

Saltando y arrojándose como un loco, pudiera terminar conmigo. Es probable que haya sido colgado, por varias veces, y que conozca cual es la forma de batallar. No puede conocer, que no existe más de un hombre en su contra, y que este hombre es un anciano.

Pero, ¡que pez tan gigante!, tendría una buena paga en el mercado, si su carne es maravillosa. Agarró la carnada como un macho, y lo lanzó como un macho, y no hay temor de su forma de batallar. Me interrogo, si tendrá algo planeado, o si estará, igual que yo, en el desespero”.

Se le vino a la memoria, de una vez cuando quedó enganchado en una de las dos agujas que estaban parejas. El macho, siempre permitía que la hembra se alimenta primero, y el pez colgado, la hembra, mostró una batalla feroz, angustiada y repleta de susto, que dejó de extenuada.

En todo ese tiempo, el macho estuvo junto a ella, atravesando el sedal y virando con ella sobre la superficie. Había estado muy cerca, que el viejo sentía miedo que cortará el sedal con su fuerte cola, que tenía tanto filo como si fuera una guadaña y tenía la misma figura y tamaño.

Una vez que el viejo lo había enganchado con el gancho, le había pegado sosteniendo su mandíbula como si fuera una espada y de brusco borde, y dando golpes en la cabeza hasta lograr que su tono, se había colocado como si fuera la parte trasera de los espejos; y después, con el apoyo del muchacho, la había elevado a bordo. El macho se mantenía al lado de la embarcación. Luego, al tanto que el viejo elevaba los sedales y alistaba el arpón, el macho propició un salto en el aire en la embarcación buscando donde se encontraba la hembra.

Después, de estar inmerso en la profundidad con sus fuertes alas de color azul y rojizas, que se trataba de sus aletas pectorales, que extendía generosamente, mientras que lucía todas sus franjas del mismo tono. “Era espectacular y bello”, recordaba el viejo. Permanecía en compañía de la hembra.

“Es lo más doloroso que nunca había observado en ellos, -pensó. –El muchacho, igualmente sintió melancolía, y le imploramos perdón a la hembra, y le cortamos el vientre, rápidamente”

PARTE V

Mucho antes de que amaneciera, agarró uno de los sedales que tenía guardado en la parte de atrás. En eso, siente que el palito se partía en pedazos, y que el sedal comenzaba a correr precipitadamente sobre la regala de la embarcación.

Llegada la oscuridad, extrajo un cuchillo de la envoltura, y con toda su fuerza se arrojó el pez sobre el hombro izquierdo, se ladeó un poco hacia atrás, y con la misma cortó el sedal apoyándolo en la madera de la regala.

Después, trozó el otro sedal que estaba más cercano, y en la oscuridad sostuvo los extremos suelos de los rollos que tenía como reserva.

Entonces, trabajo hábilmente con una sola mano, y coloco encima de su pie los rollos para aguantarlos, al tanto que amarraba los nudos. En ese momento, contaba con seis rollos de reserva. Tenía dos en cada carnada, que había trozado, y los dos cebos que tomado el pez. Todos estaban unidos.

“Tan pronto, como aclare el día, -pensó, me haré hasta el cebo que tiene cuarenta brazas e igual lo trozare, y lo envolveré los rollos de reserva. He perdido doscientas brazas del mejor cordel catalán, los anzuelos y alambres. Pueden ser reemplazados. Sin embargo, este pez, ¿Quién lo sustituirá?

Si sujeto otros peces, pudiera ser que se suelte. Ahora me pregunto, cuales peces serían los que terminan de picar. Sería una aguja, un emperador, o un tiburón. No logre coger el peso. Me deshice de él muy rápido”. Con voz alta comentó: -Me agradaría que el muchacho estuviera acá conmigo.

“Pero, el muchacho no está aquí contigo, -pensó. “No tienes con quien más contar, sino consigo mismo, y sería bueno que llegaras hasta el último sedal, no importa que esté oscuro, y conectar los dos rollos de reserva”

Entonces, fue lo que realizó. Estuvo difícil la tarea porque todo estaba oscuro, y cuando el pez dio el fuerte jalón, lo arrojo de repente, y fue herido en uno de sus ojos. La sangre, chorreo por toda su mejilla. Pero, se secó sin poder llegar hasta su barbilla, entonces, el viejo retorno a la proa, y se recostó contra la madera.

Acomodó el saco y colocó con sumo cuidado el sedal, de manera que pasara por otra parte de sus hombros, mientras que lo aguantaba, examinó con delicadeza el arrastre del pez, y después introdujo la mano dentro del agua para medir la velocidad que llevaba la embarcación.

“Me pregunto, qué sería lo que generó ese nuevo envión, -pensó. El alambre, sería que rodó sobre la curva de su lomo. Con certeza, su lomo no puede sufrir más dolencia que el mío. Pero, no puede continuar por siempre jalando de este bote, así sea muy enorme. Todo lo que entorpezca esta eliminado, y poseo una buena reserva de sedal: no debo pedir más nada”. -Pez, pronunció cariñosamente, en voz alta, -continuaré hasta fallecer.

“Y él, igual continuará, conmigo, creo”, pensó el hombre, y se dispuso a esperar que se hiciera de día. Está, por amanecer, el clima estaba frío, y se colocó sobre la madera tratando de tener calor. “Voy a soportar, como lo hace él”, pensó. Y, con la claridad, el sedal se extendió a la distancia y por debajo del agua. La embarcación se estremecía sin parar, y una vez que se levanta, el primer rayo de la luz del sol le dio encima del hombro derecho del viejo.

-Se ha enrumbado hacia el norte, -comentó el viejo.

“La corriente, es probable que nos haya derivado hacia el este, -pensó. Ocurriera, que girara con la corriente. Lo que señalaba que se estaba agotando”

Cuando el sol apareció con más fuerza, el viejo observó que el pez no estaba cansado. Había una buena señala, el sesgo del dedal, enseñaba que navegaba a escasa profundidad. Eso, era lo que quería decir, era necesario, que saltara a la superficie. Pero, es probable que lo haga.

-Dios permita que suba, -comentó el viejo. Poseo abundante sedal para conducirlo.

“Puede ser, que si subo un poco la tensión, sienta dolor, y brote a la superficie, -pensó. Como es de día, lo mejor es salir para que llene de aire los sacos por todo su espinazo, y que después no pueda bajar para fallecer en las profundidades”.

Intento de incrementar la tensión, sin embargo, el sedal se había extendido, con todo lo que daba desde que colgó el pez, una vez que se ladeo hacia atrás, sintió la fuerte tensión de la cuerda, y entonces sabe que no puede continuar incrementándose. “Debo de tener con no estremecerse, -pensó.

Cada vez que lo sacudo, se expande la herida que genera el anzuelo, y si llega a saltar, puede ser que se suelte. De todas maneras, estoy mejor con la luz del sol, y así no lo veo de frente”.

Encontró muchas algas amarillas enrolladas en el sedal, pero el hombre, conocía que con eso, se incrementa la firmeza del bote, cosa que hizo alegrar al viejo. Se trataba de las algas amarillas del Golfo,  -la planta acuática, -las que habían generado mucha luminiscencia durante la noche.

-Pez, comentó, yo te tengo estima, te admiro y te respeto mucho. Sin embargo, terminaré con tu existencia, antes de que el día culmine….

“Que suceda”, pensó. Una pequeña ave llegó volando a la embarcación, venía del norte. Era un pajarito conocido como curruca, que volaba bajito encima del agua. El viejo, reconoció que estaba muy agotado. La pequeña ave, voló y se posó hasta la popa del bote, ahí salió volando y se colocó sobre la cabeza del viejo, luego en el sedal.

El viejo intentaba buscarle conversación al pajarito, sólo la pequeña ave, se detenía a observar.

En eso, sintió que el pez se movió repentinamente, el viejo fue arrojado hacia la proa, que casi se va por la borda, de ser que se agarró con fuerza del sedal. Se tocó su mano derecha y observo que de su mano brotaba sangre.

-Estoy herido, comentó en voz alta, y jalo del sedal para girar el pez.

-Estas sintiendo, lo mismo, pez, comentó. Dio una mirada por todo el alrededor, buscando el pajarito, porque lo quería de compañía, el ave había volado.

-Qué bueno fuera, que estuviera aquí el muchacho, y hubiera algo de sal, comentó en voz alta.

Se acurruco con delicadeza, para introducir la mano herida dentro del agua del mar, para lavar la sangre, la mantuvo por unos minutos, mientras observaba correr la sangre entre las heladas aguas.

-En este momento, el bote se traslada poco a poco, -comentó. El hombre hubiera preferido mantener un poco más la mano dentro del agua, pero, tenía temor a otra repentina sacuda del pez, se levantó y posó su mano al calor del sol.

Colocó su rodilla, sobre el bonito y corto trozos de carne desde la cola hasta la cabeza. Eran lonjas que cortó de la parte del vientre, una vez que cortó suficiente las extendió sobre la madera de la popa. -Creo que no puedo comerme uno entero, – comentó.

Tomó un trozo, lo masticó pausadamente, hasta comérselo. No tenía mal sabor.

PARTE VI

Se quedó mirando la lejanía del océano, y ya sabe de qué está ingratamente en soledad. Sin embargo, se entretenía mirando el arco iris que se formaba en las profundas y oscuras aguas, mientras que el sedal iba hacia adelante, junto a una rara oleaje tranquilo.

Mientras que, las nubes se juntaban rápidamente, y al observar el horizonte ve una cantidad de patos salvajes que se lanzaban desde lo alto del firmamento hacia el agua. Entonces, se le viene a la memoria que muchos hombre, les daba temor encontrarse donde no vieran tierra.

Es tiempo de ciclones, y cuando no existen ciclones, en su temporada es el mejor tiempo del año. “Si existe ciclón, quiere decir que se pueden observar señales de que vas a estar por varios días en el mar. Mientras que estas en tierra, no se pueden reconocer”.

Si el muchacho estuviera conmigo, podría ayudarme.

Entonces, observó que el sedal se levantaba poco a poco y seguidamente, la superficie del mar se curvo delante de la embarcación y el pez salió. El resplandecía y la cabeza y lomo tenían un tono color oscuro, y con efecto del sol las franjas se mostraban anchas y con un suave tono azul y rojo.

El viejo intentaba sostener con las dos manos el sedal, jalando lo máximo que podía y que sin que se despedazara. Entendía, que no podía durar mucho tiempo, el pez podría arrastrarlo con todo el sedal y destruirlo.

“Es un enorme pez y tengo que ganármelo, -pensó

El hombre, antes había observado otros peces de gran tamaño, quizás sobrepasaban las mil libras, pero, alguna vez en su vida, había pescado uno de ese tamaño, pero, en esos tiempos no estaba sólo.

En su soledad, y en alta mar, aguantaba el gigante pez, que nunca antes había visto, mientras que su mano izquierda aún se encontraba tiesa. “Pero, será que se suelte”, pensó. Tres cosas, se pueden calificar como hermanas: el pez y mis dos manos. El pez, no cesaba de moverse”

“Que sería lo que brinco en la superficie”, pensó el viejo. Salto para indicarme su gran tamaño. Quisiera decirle que tipo de hombre soy. Qué bueno, que piense que soy más fuerte, y hombre de lo que realmente soy. Me gustaría ser el pez, con todas sus partes, con mi voluntad y mi inteligencia”.

Se recostó, cómodamente sobre la madera. Mientras que el pez continuaba nadando sin parar, y la embarcación se estremecía con suavidad encima del agua turbia. El oleaje comenzaba a alzarse, que la traía la brisa del este.

-Te tengo nefastas noticias para ti, pez, -comentó, que estremeció el sedal sobre los sacos que tapaban sus hombros. A pesar, que estaba cómodo, sentía cierta molestia.

-No tiendo ser un hombre creyente en la religión, comentó. Sin embargo, me encomendara rezando diez padrenuestros y diez avemarías para intentar pescar este enorme pez, además que le prometió una procesión a la Virgen del Cobre, en el caso que lo pesque. Te lo prometo Virgencita.

Empezó a pronunciar todas sus plegarias, sin parar. Muchas de las veces producto del agotamiento, no recordaba muchas oraciones.

Una vez pronunciadas las oraciones, y un poco mejor de sus malestares, se recostó contra la madera de la proa, y los dedos de su mano izquierda se activaron como arte de magia.

El sol, comenzaba a hacer de las suyas, esta inclemente, y con algo de brisa. Sería bueno, que coloque el cebo al sedal de la popa. En caso que el pez, quiera quedarse esta noche, comerá de nuevo, y no hay suficiente agua en la botella.

Me gustaría que viniera esta noche, un pez volador, sin embargo, no cuento con suficiente luz para hacer que venga. Un pez volador, sería maravilloso para comerlo sin cocinar, y además no lo limpiaría.

-Le comenté al muchacho que yo era un hombre extraño, es el momento para demostrarlo.

El bote navegaba con suavidad, al ritmo del oleaje, y la irritación del sedal sobre la espalda era suave y soportable. Siendo, una tarde, el sedal comenzó de nuevo a levantarse. Sin embargo, el pez continúo navegando a un nivel más alto.

El viejo se sentía extenuado, y sabía que llegaba la noche, y no quiso pensar en eso. Entonces, desvió su pensamiento a las Grandes Ligas. Tenía claro, que los Yankees de Nueva York estaban compartiendo un juego contra los Tigres de Detroit.

“Es el segundo día, que no tengo información sobre los juegos de béisbol. Sin embargo, debo guardar confianza, siendo digno del gran DiMaggio.

El sol comenzaba de nuevo a aparecer con su resplandor. Para tener mayor confianza, recordó que en una oportunidad, estando en la cantina de Casablanca, había competido contra el gran negro de Cienfuegos, que se trataba del hombre con fuerza de todos los muelles.

PARTE VII

Justo antes de que llegue la noche, cuando atravesaban por una gran isla de alga que se levantaba, bajaba y se estremecía con el oleaje, bajo una alfombra de color amarillo, un pez dorado se agarró en su pequeño sedal.

El viejo lo observó, en el momento que saltó en el aire, era oro puro ante el resplandor del sol. El viejo, salió como pudo de la popa, se agacho y agarro el sedal con la mano y el brazo derecho, le dio un tirón al dorado. Una vez que el pez, llega a la popa, aún con fuerza de saltar.

El viejo desprendió el pez, colocó de nuevo el cebo al sedal con otra sardina y lo lanzó al agua. Luego, regresó a la proa. Pensó, lo mejor que era atar los remos, para remolcarlos al mismo tiempo.

“Lo mejor es que el pez se quede calmado, no molestarlo, ante la luz del sol, la puesta del sol es algo dificultoso para todos los peces”

Es una noche del mes de septiembre, las noches llegan más rápido, luego de la puesta del sol. Se colocó sobre la madera raída de la proa y descanso. Aparecían las primeras estrellas en el firmamento.

Entonces, llegó a pesar que el pez, era su amigo, nunca antes había visto un pez como este, ni tampoco había oído hablar de esta especie. Pero, lamentablemente tengo que matarlo.

Después, le dio dolor pensar que el gran pez se lo debería de comer, y su acción de matarlo, pero, no se aguantó por un momento.

“Por los momentos me dedicaré a descansar, y observaré si seguirá firme y sin modificaciones de regresar a la popa, y realizar el trabajo”. Descansó por varias horas.

A la luz de las estrellas que lucía el firmamento durante esa noche, se comió la mitad de los filetes de dorado, y uno de los peces voladores que estaba limpio. Comentó, que maravilloso es el pez dorado. Es importante llevar en una embarcación sal y limones.

PARTE VIII

La luna se había alzado, sin embargo, él continuaba durmiendo, mientras que el pez estaba lanzando del bote, al tanto que éste se encontraba entre un túnel de nubes.

Un fuerte movimiento del puño derecho que le golpeo su cara, así como la quemazón del sedal que sentía en su mano derecha.

Es entonces, cuando el pez penetro en la superficie, propiciando un fuerte rasgón en el océano, y se arrojó con fuerza. Enseguida, saltaba de un lugar a otro, muchas veces, mientras que la embarcación se trasladaba rápidamente, al tanto que el sedal continuaba rodando.

“Si el muchacho estuviera aquí conmigo, sería él quien humedecer los rollos del sedal. Si el muchacho estuviera aquí. Si el muchacho estuviera aquí conmigo”

El viejo aguantaba, solitario, el pez con su mano izquierda y con la fuerza de sus hombros, y se ladeó, para agarrar agua y lavarse la cara, para eliminar la carne que le había dejado el dorado. Sentía miedo, que le diera nauseas, y vomitara, lo que le haría perder sus fuerzas.

El viejo, no podía observar por el sesgo del sedal, mientras que el pez estaba dando vueltas. Se sentía un poco débil por la presión del sedal, y empezó a jalar con suavidad con la mano derecha.

Mientras tanto, el pez continuaba moviéndose con lentitud, y el viejo está bañado de sudor y sentía fatiga en todo su cuerpo. Por espacio de una hora, el viejo había estado visualizando algunos puntos negros en su vista, mientras que el sudor le salaba sus ojos, y la herida que tenía hace rato en su frente. No sentía temor por aquellos puntos negros. Para él, eran normales por la fuerza que hacía al tensar el sedal. Sin embargo, en ciertas ocasiones, sentía algo de mareo que lo hacía sentir angustia.

Mientras todo esto acontece, el pez continuaba tirando el alambre, y comenzó a moverse otra vez, por lo que el viejo estaba ganando algo de sedal. Pero, volvió a sentir un vahído. Se humedece la cabeza y el cuello con agua de mar.

Sentía que era atrayente reposar en la proa, mientras que el pez hacia un circulo sin atrapar el sedal.

PARTE IX

En este momento, el océano se encontraba convulsionado. Hacia una brisa que significaba que era buen tiempo, mientras que era necesaria para que el viejo regresará a tierra.

La tercera vez, fue que pudo ver el pez, cuando lo vio por primera vez era una sombra, que pasó suficiente tiempo en cruzar por debajo de la embarcación, al tanto el viejo estaba incrédulo ante el tamaño de la especie marina.

Era de un enorme tamaño, que al dar una vuelta, por la superficie eran aproximadamente treinta yardas, el viejo miró su cola fuera del agua, es muy grande, con un tono azul rojizo, que se observaba en las aguas azules oscuras.

Así, fue sucediendo, se hundió nuevamente, y el pez navegaba bajo la superficie, entonces el viejo, pudo mirar aquella gigantesca masa, con franjas color púrpura. Tenía una alerta doral achatada, con sus gigantescas aletas pectorales extendidas. Entonces, es cuando el viejo mira claramente el ojo de pez.

En el próximo giro, se vio el lomo del pez cuando saltó del agua, se encontraba a gran distancia del bote. En la siguiente vuelta, aún lejos, y sobresaliendo del agua. El viejo, preparó el arpón, junto a su rollo de cabo que tenía atado a la proa.

En ese momento, el pez estaba cerca, era hermoso y calmado, sólo miraba, y no movía su extensa cola. El viejo, aprovechó para tirar todo lo que podía y acercarse más. Por un momento, el pez giró algo sobre su costado. Después se apartó y continuaba con sus movimientos. El viejo, estaba alegre, exclamaba: -lo toque, esta vez lo toque.

De nuevo, el viejo, volvió a sentir un vahído, pero, continúo presionando con toda su fuerza al enorme pez. Entonces, cuando el viejo se disponía a jalarlo, el pez dio una vuelta, y se abandonó el lugar nadando.

Con todo su sufrimiento, con la energía que le quedaba, enfrentó al pez, pero, este se avivó alzándose en el agua, exhibiendo su gran tamaño, así como toda su fuerza, poder y belleza. Simulaba, flotar en el aire, ante la mirada del viejo que estaba en su bote. Después, se arrojó en el agua con una fuerte descarga, mientras el agua esparcía en el cuerpo del viejo y dentro del bote.

El viejo, se sentía mal de salud, con muchos mareos y la vista borrosa. Entonces, dejó ir el sedal del arpón, suavemente entre sus manos que estaban lastimadas con heridas en carne viva, y cuando recuperó la vista, observó que el pez se encontraba de espalda, luciendo su plateado vientre.

El mar se estaba coloreando de la sangre roja de su corazón, al principio era de tono oscuro, luego se volvió como si fuera una nube. El pez era de color plateado, y estaba tranquilo, mientras flotaba al ritmo de las olas.

En una de esas, el viejo miró bien, y le dio dos vueltas con el sedal del arpón a la proa, y llevo con asombro las manos sobre su cabeza. –Tengo que tener la mente clara, comentó. Ya soy un hombre que está viejo y agotado. Sin embargo, logre matar al pez, es es mi amigo, y ahora debo concluir con la tarea.

“Ahora debo, de preparar los amarres y la cuerda para atarlo al costado. Aunque estuviésemos dos, no podríamos con el peso de este enorme pez. Voy a acercarlo y atarlo bien, y colocarlo en el astil, y echar vela de retorno”. Comenzó a jalar el pez, para colocarlo a un costado.

-Vamos pescado, vente conmigo. Pero, el pez ni caso le hacía, continuaba flotando dentro del agua, entonces el viejo arrimo el bote hacía él.

Cuando llegó hasta él, no podía creer que fuera tan gigante. El pez se había tornado plateado, y las franjas con un color violeta pálido que lucía en su cola. Era la única forma de matarlo, comentó el viejo. Se sintió mucho mejor, desde que absorbió agua salada, lo que lo ayudó para despejarse un poco. Pienso que el gran DiMaggio, estuviera orgulloso de mí.

Amarro el pez a la proa y junto a la popa, y al banco que está en centro. Era tan gigante, que parecía amarrar una embarcación más grande que el mismo bote. Trozó un pedazo de sedal y ató la mandíbula inferior del pez, contra su boca para que no la abriera.

PARTE X

El viejo, no requería de una brújula para que lo orientará donde quedaba el suroeste. “Lo mejor es que arroje un sedal con una cuchara en el agua, e intentar de agarrar algo para comer”. Pero, no consiguió alguna cuchara, y las sardinas ya estaban descompuestas.

Entonces, cogió un poco de algas marinas, y los pocos camarones que estaban en ellas, cayeron dentro del bote. Era una cantidad más de doce que saltaban, el viejo les quitó la cabezas con los dedos índices y pulgar, y se les comió.

El viejo, aún mantenía algo de agua en la botella, que terminó de beber al comerse los camarones. La embarcación navegaba, en perfecto estado. Estaba consciente que llevaba el pez, le parecía un sueño.

En pocos instantes, su mente comenzó a nublarse, a lo que pensó: “¿será que me lleva él a mí, o yo lo llevo a él? Sin embargo, estamos navegando juntos, el viejo exclamó: “bueno que él me lleve si lo desea, yo soy mejor que él, por mi conocimiento, y él no ha intentado en ningún momento perjudicarme”

El viejo, siempre giraba su vista hacia el pez para verificar que era verdad. Así transcurría el tiempo, cuando a la hora es atacado por el primer tiburón. Este animal, no se trataba de un accidente. Había llegado de la profundidad, con gran velocidad. Se hundió de nuevo en las aguas y continúo nadando al ritmo que llevaba la embarcación junto con el pez.

Algunas veces, lo perdía de vista, pero, enseguida lo visualizaba. Se trataba de un tiburón mako, con un enorme tamaño, especial para navegar velozmente en las aguas marinas, era una criatura majestuosa, excepto sus mandíbulas.

Tenía su lomo de color azul, su vientre plateado y su piel se veía ligera y espectacular. Se trataba de un pez propio para alimentarse de todos las especies marinas. Una vez que el viejo, ve que viene, observa que se refiere a un tiburón, sin embargo, no sentía temor.

Preparó el arpón y amarró el cabo mientras que visualizaba que el tiburón se acercaba. El cabo era corto, debido a que carecía del pedazo que le arrancó para amarrar al pez.

El tiburón se aproximó rápidamente por la proa, y embistió el pez, el viejo vio que traía la boca abierta y sus ojos estaban raros, así como el crujido de sus dientes. La cabeza del enorme animal, estaba fuera del agua, y el viejo escuchaba claramente como destrozaba la piel del gran pez, le insertó el aron en la cabeza del tiburón justo en el entrecejo. Justo donde tiene el cerebro donde el viejo le dio.

El tiburón dio vueltas, y el viejo observa que sus ojos estaban apagados sin vida, sin embargo, el tiburón volvió a dar vuelta, es cuando el viejo sabe que está muerto. El tiburón quedó, quieto por un buen tiempo, sobre la superficie, mientras que el viejo lo observaba sigilosamente, hasta que el tiburón se hundió poco a poco.

Ha llegado una buena brisa fresca y la embarcación navega muy bien. Sólo podía fijarse en la parte delantera del pez, y comenzó a tener esperanza de nuevo.

Es posible, que es un pecado, haber matado a ese enorme pez. Pienso, que si lo hice para sobrevivir y para que mucha gente se alimente. Tú naciste, para ser pescador y el pez nació para ser pez. San Pablo, era pescador, al igual que el padre el gran DiMaggio.

El viejo, le encantaba cavilar sobre todas los hechos que lo rodeaba, además, como no tenía libros para leer, ni radio, se dedicaba a pensar, por lo que pensaba en el pecado. Entonces, se dijo así mismo: “No has matado al pez, solo para subsistir, vender y comer…

PARTE XI

Navegó por dos horas, mientras que descansaba en la popa, y muchas de las veces, engullía un trozo de carne de la aguja, intentando de relajarse para sentirse fuerte y con energía, cuando observo el primero de los dos tiburones.

El viejo ato la escota y cerró la caña, después tomó el remo donde tenía amarrado un filoso cuchillo. Observaba con claridad, sus anchas y achatadas cabezas de punta de pala, y sus extensas aletas pectorales. Se trataba de tiburones detestables, nauseabundos, que se alimentaban de carroñas, también con características de asesinos, que cuando tenían hambre tienen la capacidad de destrozar con su mandíbula un remo o timón de una embarcación.

Estas criaturas asesinas, eran las que cortaban las patas de las tortugas cuando nadaban dormidas sobre la superficie, al igual que atacaban a los hombres dentro del agua, si estaban famélicos, no les importaba que el hombre llevará consigo sangre, ni secreción de algún pez.

Sin embargo, llegaron de una forma distinta a como lo había hecho el tiburón mako. Uno de ellos giró y se perdió de vista, y por la estremecida del bote, el viejo sintió que el tiburón arremetía contra el pez, dándole jalones.

Mientras, que otro, observaba al viejo con sus ojos amarillentos y hundidos, y llegó velozmente para atacar el pez que ya estaba mordido por el otro tiburón. El viejo, le inserto el cuchillo filoso en el centro de los ojos del tiburón, éste abandonó el pez y se dejó correr hacia abajo engullendo el trozo que había mordido, al tanto que moría.

La embarcación se estremecía a causa de las destrucciones que estaba ocasionando el otro tiburón, entonces, el viejo abrió la escota para que la nave girará dando vuelta, y de esta manera el tiburón que se encontraba debajo saliera. Al ver el tiburón, se terció le dio muchas cuchilladas. Pero el tiburón continuaba ferozmente comiendo del pez, entonces, el viejo le clavó el cuchillo en el ojo izquierdo. El tiburón continuaba enganchado del pez.

Entonces, se aproximaron juntos, y el viejo al observar al más próximo que abría las mandíbulas y las insertaba en el plateado pez, cogió un palo y le pego con toda su fuerza, sobre la cabeza del tiburón.

El otro tiburón, estaba saliendo y entrando al agua, regreso con las fuertes mandíbulas abiertas. Sólo, el viejo miraba, como trozos de la carne de pez, iban arrojándose, de sus mandíbulas. Lo golpeo con el palo en la cabeza, y el tiburón se quedó mirándolo, y arrancó un trozo de carne. El viejo, de nuevo le dio otro golpe con el palo.

Entonces, el tiburón regreso con gran brío, y el viejo le dio un fuerte golpe, justo cuando cerraba sus mandíbulas. En esta oportunidad, pudo sentir el hueso del cráneo, le pegó otra vez en la misma parte, al tanto que el tiburón desgarraba la carne, y se hundía en el agua, apartándose del pez.

PARTE XII

En plena oscuridad, y sin esperanzas de luminosidad, sólo con la brisa y la vela, se sentía que estaba muerto. Junto su par de manos, y al sentir sus palmas de las manos, percibió que no estaba muerto.

“Tengo que pronunciar otras plegarias, que jure decir si lograba pescar el pez, pero, me siento muy agotado para rezarlas en este momento, mejor es agarrar el saco para abrigar mis hombros”

Bueno, seguro tendré la suerte de pisar tierra con la mitad delantera del pez. Pero, abusaste de tu suerte, una vez que te alejaste mucho de la costa.

Observó, que resplandor de las luces de la ciudad, aproximadamente a diez minutos, pensó que estaba por llegar al borde la corriente.

Aún, era medianoche, le tocó luchar en esta ocasión contra tiburones, que llegaron en cantidades para comerse lo que quedaba del pez. Los golpeo con el palo en las cabezas, sintiendo el sonido de sus enormes mandíbulas, al tanto que el bote se estremecía.

De repente sintió que por debajo del bote que algo agarraba su presa, entonces comenzó a golpear contra aquello que apenas podía oír, mientras algo destrozaba la proa. Tomó la caña del timón y continúo dando golpes con ella.

Asombrosamente, observó que un gato caminó hacia el otro lado, el viejo lo persiguió con su mirada, se quedó mirando sencillamente el camino.

Por último, soltó el mástil y se colocó de pie. Enrollo el mástil, y se lo colocó sobre su hombre y marchó camino arriba. Se sentó cinco veces seguidas antes de llegar a su casa.

Al llegar a la casa, colocó el mástil sobre la pared. Dentro de la oscuridad, encontró una botella con agua y bebió algo. Se acostó en su cama. Se acobijo con la frazada, y durmió hacia abajo sobre unos viejos periódicos, y las palas colocadas hacia arriba.

Estando profundamente dormido, el muchacho llegó y se asomó en la puerta, era la primera hora de la mañana. El viento soplaba con fuerza. El muchacho observó que el viejo respiraba normal y al ver sus manos, rompió en llanto. Se fue sigilosamente, a buscar café, mientras que no paraba de llorar.

Muchos pescadores conocidos, estaban alrededor de la embarcación, observando lo que traía atado, mientras que otro media el esqueleto con un trozo de sedal.

Aún al viejo permanecía durmiendo, el muchacho lo acompaña sentado a su lado contemplando su hazaña. Mientras tanto, el viejo sólo soñaba con especies marinas.

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